Unidad abrogatoria
Tenderá a dispersarse la agenda política de la oposición, dada la naturaleza de los venideros comicios. Los temas regionales y locales más resaltantes, incluidos los problemas técnicos que seguramente surgirán, amenazarán con la dispersión de las direcciones nacionales partidistas que, por cierto, lamentablemente no constituyen el referente esencial a la hora de abordar los más delicados asuntos de la nación, privilegiadas las instancias y personalidades de carácter académico.
Lo deseable es que haya consistencia, integración, claridad y transparencia al interior de cada partido que le permita, moral y políticamente, coincidir en las tareas estratégicas con el resto de las organizaciones. Además de afrontar lealmente las diarias y difíciles contingencias de cada estado y de cada municipio, es necesario que profundicen en algunos temas de importancia capital, capaces de amalgamarlos en el seguimiento y denuncia de la obra gubernamental. No obstante, siendo la sobresaturación de noticias una de las claves en la dinámica del régimen, pueden deambular en situaciones y condiciones absolutamente prefabricadas.
Nos hacemos eco de la propuesta formulada con mayor firmeza y precisión por Nelson Chitty La Roche, en torno a la convocatoria y realización de un referéndum abrogatorio de los consabidos decretos-leyes. La creemos una salida adecuadamente política, aunque sea muy cierta la revalidación de una reforma constitucional ya derrotada, porque no es asunto de formalidades, sino de una entera eficacia en la estrategia reclamada.
Diríamos que las organizaciones más representativas del país que, a veces, sentimos, no son las más publicitadas, podrían establecerse como una suerte de estado mayor para adelantar y concretar urgentemente la abrogación, junto a la elección de los gobernadores, alcaldes y parlamentarios regionales. Y, ciertamente, darle un sentido unificador, nacional y trascendente a los comicios.
Una unidad abrogatoria no está reñida con el impulso de las centenares de candidaturas de oposición, aunque requiere de dirigentes de alta competencia, quizá mayor de la que pedimos a los atletas profesionales. Ojalá haya un debate serio al respecto, en el menor tiempo posible, o por lo menos una evaluación serena de la iniciativa adoptada por algunas organizaciones sociales frente a una oportunidad enteramente política que luce imperdible.
