Opinión Nacional

Unidad democrática, urgente

Durante algunos meses, en el seno de la oposición democrática venezolana y de los “ni-ni” apegados a sus libertades individuales, pareció prevalecer la noción de que, aunque el régimen de Hugo Chávez es de tendencia autocrática, el peligro de una auténtica “cubanización” se estaría alejando. Tal impresión se basaba en el hecho innegable de que la nueva burguesía chavista, enriquecida al amparo del Estado, se ha vuelto conservadora. Su mayor anhelo es el de disfrutar su prosperidad dentro del orden capitalista. Cómodamente instalada en un “soviet dorado”, seguiría emitiendo obligados pronunciamientos “revolucionarios”, pero éstos no serían más que gestos rituales. Al mismo tiempo se constataba con interés la multiplicación de grupos disidentes de signo popular y democrático en el seno del oficialismo.

Sin embargo, esta imagen tranquilizante del ascenso de un “chavismo sin Chávez”, gatopardiano y defensor de la propiedad privada, además de disidencias populares, se ve contrarrestada por indicios de la voluntad que anima al presidente venezolano, y aparentemente al de Cuba, de empujar este país hacia un autoritarismo colectivista irreversible. La adquisición de armas rusas y la formación de unidades armadas eficazmente adoctrinadas y entrenadas no parece responder a auténticos temores de invasión desde afuera, sino más bien presagian la preparación de una contienda interna entre el chavismo duro apoyado por Cuba, y las diversas fuerzas disidentes y de oposición. La preparación militar de una suerte de “segunda revolución” va acompañada de la intensificación del adoctrinamiento popular a través de emisoras locales y centros de formación política. Al mismo tiempo, el rechazo oficialista a las exigencias de transparencia electoral, tendiente a fortalecer el abstencionismo, podría crear el marco político para la proclamación de una nueva etapa, de abierta dictadura revolucionaria, a fines del presente año o inicios del 2007. Por último, el mantenimiento de la línea exterior de “antiimperialismo” frenético y de alianza con las fuerzas más radicales y violentas alzadas contra el orden mundial establecido, no parece constituir una mera táctica demagógica para consumo interno (Hugo Chávez debe saber que el 80 por ciento de sus fieles no comparte esa visión maniquea), sino más bien una auténtica estrategia de “revolución mundial”, en cuyo apoyo coinciden factores internacionales de diversa índole: marxistas-leninistas, islamistas y neonazis.

Ante este panorama de amenazas a las libertades más esenciales, es necesario insistir más que nunca en la consigna de la Unidad Democrática de toda la oposición, tanto de centroderecha como de centroizquierda, con todos sus precandidatos y sus ideas diversas sobre el porvenir del país. Y con la mano tendida a todos los compatriotas que, aún considerándose todavía “chavistas”, rechazan la liquidación de la democracia.

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