Opinión Nacional

¿Usted sigue siendo chavista?

Digamos que usted en 1998 tenía 18 años y votó a favor del teniente coronel Hugo Chávez, golpista fracasado de 1992, para elegirlo Presidente. Hoy tiene 27 años y en toda su vida adulta no ha visto a nadie más en el poder.

Cuando usted votó por ese hombre no se enteró de que era un autoritario que ejercería el poder de manera intolerante, sin hacer caso a las leyes y la Constitución y que actuaría como si no existiera gente que pensara distinto a él.

Pero, replicará usted, aquí se permite hablar. Depende. Cada vez se hace más estrecho el espacio para el debate libre. En una verdadera democracia los medios del Estado son administrados con independencia del Poder Ejecutivo. En las democracias respetables no son usadas las radioemisoras y las cadenas de televisión para que el Presidente insulte a sus adversarios por propia voz o por intermedio de cloacas parlantes.

(No me conteste que siempre los medios estatales fueron usados como hoy, porque es mentira. Y, en todo caso, Chávez fue electo para cambiar las cosas)

Usted ha visto cómo los medios privados han sido extorsionados con una falsa teoría sobre la verdad. Ésta consiste en mostrar siempre varias versiones provenientes de los bandos políticos en disputa y darle a todas la misma importancia y cobertura. Así alguien diga la mentira más flagrante, el medio debe publicarla sin criticar. La verdad estaría en un punto medio. Si, por ejemplo, el amigo iraní de Chávez, Ahmadinejad, dice que no hubo Holocausto y los historiadores serios hablan de seis millones de muertos por el régimen nazi, la verdad se haría sacando un promedio de las dos versiones, es decir 3 millones de muertos

Usted quizás dejó caer una lágrima cuando vio que Chávez cerró al único canal de televisión de señal abierta opositor, RCTV, e incautó (a través del obediente TSJ) ilegalmente sus equipos de transmisión. Un canal de TV, se dice, no puede tener una línea editorial independiente y puede ser acusado de golpista sin que esto sea dirimido en los tribunales.

Usted ha visto cómo el insulto al adversario es el arma común de sus jefes: no se discuten los argumentos esgrimidos por el adversario sino que se le descalifica . Y ve todos los días cómo Chávez denosta de los obispos de la Iglesia católica venezolana, a pesar de que garantizaron su vida en los confusos días de abril de 2002, cuando renunció ante la presión del Alto Mando Militar, según anunció (“la cual aceptó”) el general Lucas Rincón.

Usted ha podido observar cómo la piratería se apodera del sistema de educación superior al crearse instituciones como la Universidad Bolivariana, la nueva UNEFA y la Misión Sucre. Casi se establece el principio de que todo venezolano debe tener un título universitario sin estudiar.

También, mi estimado chavista, usted ha experimentado el escalamiento de la violencia. Cada marcha de la oposición se encuentra con una antimarcha que la trata de amedrentar. A los estudiantes les hacen emboscadas con armas de fuego y el ministro del Interior distorsiona los hechos. Chávez nunca habla de la inseguridad en su show dominical, aunque hayan muerto 120 mil venezolanos de manera violenta en estos nueve años. Ah, pero si se ocupa de los colombianos secuestrados por la guerrilla.

Usted ha sido testigo de la corrupción sin freno y del despilfarro que hacen PDVSA y otras empresas del Estado. Vio como un empresario chavista dejó botados 800.000 dólares en un aeropuerto argentino. Ha palpado la invasión de los militares, sin la preparación requerida, a todas las áreas del Estado. Son usados así porque, en razón de su obligada disciplina, no rebaten las órdenes injustas y no piensan con autonomía.

Usted sabe que se nos quiere tratar a todos como soldados y acostumbrarnos a oír gritos. Un país convertido en cuartel es el delirio del caudillo. Un estado policial donde la reserva y demás organizaciones paramilitares vigilen a los ciudadanos hasta en la intimidad de su vida privada.

Usted tiene que estar informado sobre los cuantiosos gastos militares y las comisiones que siempre agarran los negociadores. Hay hipótesis de guerra asimétrica o “combinada” que hacen alarde de ingenuidad pero llenan los bolsillos de los perros de la guerra. Quizás con estupor habrá visto cómo el régimen no haya reclamado el regreso a nuestra soberanía del territorio Esequibo y que, al contrario, Chávez haya declarado su conformidad con que esa rica extensión que nos despojaron siga en manos de Guyana.

Usted conoció de la fama del diputado Tascón, obtenida por seguir la orden del caudillo de recabar, ordenar y publicar la lista de quienes firmaron la solicitud de la revocatoria de su mandato para así marcarlos y no permitirles trabajar con el Estado. Usted sabe que hay presos políticos como el general Usón por decir cómo funciona un lanzallamas. Usted también conoce de los exiliados políticos como Carlos Ortega, Eduardo Lapi, Carlos y Juan Fernández, etc.

Muchas otras cosas usted ha vivido en estos nueve años. Pero si usted apoya la nueva Constitución, usted avalará la coronación de un rey absolutista, con todos los poderes en sus manos, ahora “legalizados”. En especial, ese rey podrá ejercer la arbitrariedad de no permitirle dedicarse a la actividad de su preferencia y de despojarlo de sus propiedades por más modestas que sean. El rey le quitará el poder de su voto para elegir el nuevo Poder Popular. Su gobernador y su alcalde serán unos monigotes pintados en la pared, sin dinero para obras ni poder para resolver problemas.

El rey no creerá en la descentralización porque desprecia a la gente y la considera incapaz de darse el gobierno que quiera. El rey manejará a su antojo el dinero de todos porque en el Banco Central de Venezuela sus directores serán otros monigotes. También tendrá la vía libre para declarar la Confederación cubano-venezolana y gobernarla hasta su muerte.

Mientras busca un pote de leche, usted puede seguir siendo chavista, pero no puede estar de acuerdo con la nueva Constitución que quiere imponer Chávez.

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