Opinión Nacional

Vencedores y Derrotados

Muchas veces me he preguntado por qué el llamado “Socialismo real” fracasó como fracasó, y luego de toda una vida convencido de que el llamado “Socialismo utópico” era algo deseable, y hasta de creer que en Escandinavia, donde viví seis años, había sido aplicado con éxito, he tenido que reconocer que el Socialismo, real o utópico, termina siempre en fracaso, en frustración, en fiasco. Al principio creí que se debía a la naturaleza humana, a que el egoísmo es esencial a la vida misma y, por lo tanto, sólo una minoría exigua tendería a aceptar ciertos sacrificios que son necesarios para que el Socialismo funcione, pero, de repente, me encontré con una realidad científica, prácticamente irrefutable, que viene a demostrar que no se trata de egoísmo, sino de una realidad de origen genético, científicamente comprobada, que obliga al fracaso inevitable del Socialismo. Se trata de dos experimentos llevados a cabo con todo rigor por varios científicos. En el primero, a un grupo de ratones se les ubicó en un espacio con corriente eléctrica y a unos se les dio la posibilidad de interrumpir la corriente mediante una tecla y a otros no, y los que lograron interrumpirla, es decir, triunfar, sobrevivieron y hasta mejoraron su calidad de vida, en tanto que los otros, tanto los que no podían interrumpir el suplicio, como los que no lo lograron, terminaron deprimiéndose y muriendo. Así quedó demostrado que los triunfadores progresan, y los derrotados se atrofian. En otro experimento se le implantó a un grupo de ratones un mecanismo para medir el grado de placer que experimentan y a algunos se les provocó el placer desde fuera. Sin excepciones, aquellos que pudiendo generar su propio placer, recibían “placer” impuesto desde afuera, lo rechazaron abiertamente, lo que debía ser placentero se les convirtió en castigo y llegaron a la autodestrucción, en tanto que los que consiguieron su propio placer sin intervenciones ajenas, sobrevivieron y también mejoraron su calidad de vida. Así se probó que los organismos vivientes, entre ellos los humanos, necesitan triunfar por sí mismo, o se deprimen y tienden a la autodestrucción. En definitiva, lo que demostraron los experimentos es que todo ser viviente necesita triunfar o tiende a la depresión y la muerte, y esa calidad de triunfador debe obtenerla de su propio esfuerzo y por su cuenta, no puede ser impuesta desde afuera. Allí está, sin lugar a dudas, la verdadera causa del fracaso aplastante del Comunismo. Y, por desgracia, del Socialismo. No se trata, pues, del triunfo del egoísmo, sino de la naturaleza, de la evolución, que durante millones de años ha venido creando una realidad que no podría ser destruida sino en millones de años. Y eso sí que no lo tenemos. Curiosamente, allí está también la causa del frecuente fracaso de los hijos de millonarios, malcriados y consentidos, y de un país como Venezuela, cuya riqueza no proviene del trabajo y el esfuerzo de sus habitantes, sino que es una verdadera maldición impuesta por dioses malvados y corruptores que, de paso, también quieren ahora rematar su obra destructiva imponiendo el Socialismo del Siglo XXI.

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