Opinión Nacional

Venecuba o Cubazuela

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La presencia de oficiales cubanos en las FANB fue denunciada por el general Antonio Rivero ante el Ministerio Público. En “Aló Presidente” Chávez confesó en son de burla que muchos de los asuntos en las relaciones entre los dos países “no se conocen”. Desde hace unos años se sabe que las expresiones de “Venecuba” o “Cubazuela” no son fantasías opositoras. El vicepresidente cubano Carlos Lage (ahora en desgracia) despachaba prácticamente desde Caracas y sostenía que los dos países eran en esencia, una sola nación. Raúl Castro habló que “somos una misma cosa” y Chávez completó la frase: “somos la misma patria”.

¿Cuál es el verdadero alcance de las vinculaciones entre ambas naciones más allá de los acuerdos de cooperación e intercambio comunes entre los Estados? La presencia del régimen castrista va mucho más allá de ello; incluso de la compenetración ideológica y la empatía política entre dos gobernantes. Caracas y La Habana han ido cerrando un mecanismo de fusión de actividades estratégicas y sustantivas. No es la primera vez que ello ocurre. El Bloque Comunista de la Europa Oriental, reprogramado después de la II Guerra Mundial, garantizaba a los miembros su especificidad político-territorial, pero éstos respondían a las líneas trazadas por el Kremlin y permanecían sojuzgados en materia económica y de seguridad.

Hubo, no obstante, actos de rebeldía en Hungría, Checoslovaquia y Polonia; y tensiones recurrentes con Yugoslavia y Rumania. Pese a ello, hasta comienzos de los 90 esas naciones permanecieron bajo la férula comunista como consecuencia de la guerra y mediante acuerdos en materia de seguridad económica y militar. En los años 60 se perfiló la República Árabe Unida estimulada por el liderazgo de Nasser en Egipto y que incluyó a este país, Siria; y posteriormente a Yemen. Tiempo más tarde se trató de repetir una alianza entre Siria e Irak propugnada por el Partido Árabe Baas que, una vez malograda devino en la dictadura iraquí de Sadam Hussein.

Cuba cumplió en América Latina y África un papel activo en el ajedrez geopolítico de la Guerra Fría. A ello contribuyó la vocación intervencionista de Fidel Castro y el Ché Guevara que apostaron a la subversión latinoamericana en la Conferencia Tricontinental de 1966 a través de la tesis de “uno, dos, tres Vietnam”. Venezuela fue objeto de tres intervenciones por parte del fidelismo y una cuarta que no pudo materializarse y que habría de ser una incursión masiva para apuntalar las guerrillas. Luego Cuba cumplió un importantísimo papel en varios países africanos para rematar los procesos de descolonización de la mano del ejército soviético.

Castro nunca cesó en el empeño de exportar su revolución y por esta vía logró penetrar un tiempo a la Jamaica de Manley y capturar la Grenada de Bishop. Su participación en la guerra centroamericana de los 70 le permitió tener una sólida injerencia durante el gobierno sandinista que sucedió a la tiranía somocista. Sin embargo, el derrumbe del mundo comunista desnudó las dramáticas carencias de la economía cubana y obligó a un “período especial” para garantizar su precaria sobrevivencia.

Ya se sabe que desde 1999 Castro encontró en la propuesta bolivariana de Chávez más que un aliado, lo que Elizabeth Burgos llama “el milagro del Viagra”. Las relaciones entre ambos países se han profundizado en todos los ámbitos hasta el punto de que hoy sus gobernantes puedan hablar de políticas comunes que en la práctica disuelven sus propias soberanías. Un caso curioso: el ejército cubano no invadió a Venezuela; la sumisión del chavismo no es consecuencia de una derrota militar ni existen condiciones en el mundo que justifiquen una alianza de esta naturaleza. Chávez asegura que la avanzada fidelista llega a los 30 mil funcionarios; y la cantidad es duplicada según otras cifras. En todo caso la presencia de este ejército extranjero se ubica en las áreas claves: seguridad, inteligencia, educación, salud, asesoramiento policial y militar, control de los sistemas de cedulación y registro.

¿Cómo se explica esta singular relación simbiótica? Más que la ideología se trata de una vinculación que ahora nace de necesidades pragmáticas de ambos regímenes. Chávez en el plan de perpetuarse en el poder necesita de una estructura de seguridad y espionaje cultivada durante 50 años con las técnicas de la KGB soviética y la Stasi alemana y con sobrada experiencia en actividades contra la CIA. Chávez mediante generosos convenios le garantiza la prolongación de la agonía del fidelismo mediante el auxilio a los gastos de Estado, y las necesidades de la “nomenklatura” castrista. Chávez requerirá cada vez de mayor ayuda para sortear las coyunturas políticas y consolidar su proyecto totalitario; y la dictadura castrista requerirá cada vez más del oxígeno que le proporciona el petroestado venezolano. Esta relación perversa por obra de la necesidad mutua, resulta mucho más fuerte que la simple identidad ideológica y las simpatías políticas o personales entre Chávez y los Castro. Así son los caprichos de la historia.

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