Opinión Nacional

Venezuela 2011

Relacionar el presente es propio de cronistas, opinar sobre el pasado es labor de historiadores, pronosticar el futuro es el riesgo de quienes se piensan iluminados o arúspices. Nunca, una palabra está mejor aplicada. Nos dice el DRAE; arúspice: Sacerdote que en la antigua Roma examinaba las entrañas de las víctimas para hacer presagios.
La amabilidad de don Miguel Maita nos invita a tratar de escribir sobre la Venezuela que tendremos en el 2011, aceptamos el reto y nos sentimos, no como unos sacerdotes romanos, pero si como quienes tratamos de ver los próximos trescientos sesenta y cinco días al analizar las entrañas de una nación que se debate entre la vida y la muerte.
Sin lugar a dudas, el calendario nos señala lo que debería ser el evento más importante para los venezolanos. El 5 de julio nos toca celebrar el bicentenario del acto medular de nuestra nacionalidad. En el Salón Elíptico del Capitolio reposa, como testigo mudo de cuanto acontece, el Acta de la Independencia. Quiere la ignorancia colectiva confundir la importancia de los acontecimientos sucedidos el 19 de abril de 1810, con la solemnidad y profundidad de la firma del estatuto emancipador redactado por Juan Germán Roscio. Aquel suceso, el del 19 de abril, fue expresión de fidelidad hacia los derechos de Fernando VII, el que celebraremos fue la declaración de mayoría de edad de una sociedad que se desligaba de los yugos que la unían a la metrópoli. Hoy nos encontramos dependiendo de los deseos del tirano de Cuba que se niega a fallecer.
Venezuela está sometida a los embates de un grupo de comunistas que, a pesar de las opiniones formales expresadas en jornadas electorales de obligado cumplimiento o a través de las encuestas que realizan diversos profesionales, intentan, y están logrando imponer un régimen cuyos fundamentos se les dictan desde La Habana, el último pueblo que en 1902 se emancipó de España.
Para someter la voluntad de Venezuela se emplean diversos caminos.
El más terrible de ellos es la emigración forzada de la parte más joven, emprendedora e ilustrada de la ciudadanía. Venezuela ha sido, a lo largo de sus cinco siglos, un lugar grato y hospitalario para todos los ciudadanos del mundo que quisieron venir a compartir sus vidas con quienes hemos poblado el país. Son innumerables y fueron continuos los eventos donde el país le abrió los brazos a hombres y mujeres de las más variadas nacionalidades, razas y credos, para que hoy conformemos, junto con los pobladores originales, una colectividad heterogénea en sus orígenes, homogénea y democrática en su presentación actual.
El proceso al que nos obligan, he echado de nuestra geografía a un número de venezolanos que ya se acerca, si no rebasa, al cinco por ciento de la población. Pero lo más grave de esta diáspora es que está conformada por jóvenes, emprendedores y muy bien preparados, que con sus familias, han ido a enriquecer sociedades que se ubican en países que les ofrecen oportunidades ciertas y una calidad de vida que los nacionales hemos perdido.
El hueco etario e ilustrado que se le ha proferido a nuestra nacionalidad es un delito de lesa patria. Se ha atentado contra la calidad del ciudadano.
Para lograr este “éxito” el régimen emplea varios procedimientos que están, todos, reñidos con lo acostumbrado por conductores de países que se precien de tales.
El consentimiento del delito y la inseguridad consecuente ha hecho de los ciudadanos venezolanos, hombres y mujeres, presos en sus propios hogares. La libertad, el bien más preciado que alcanzó el hombre con la gesta emancipadora que culminó el 14 de julio de 1789, está perdida.
La mentira es una moneda de frecuente uso durante los últimos once años. Se miente de la manera más descarada y con las más aviesas intenciones. Las estadísticas, de las que nuestra sociedad se ha vanagloriado, se manipulan y deforman con el fin de mantener a la sociedad en un estado de “desinformación” que borra toda posibilidad de análisis.
El descoyuntamiento de las instituciones y el servilismo al que están sometidos los Poderes Públicos establecidos en la Constitución, hacen que estemos en presencia de un dictador que solo aspira su permanencia en el poder sin importarle el costo nacional. Para ello ha desvirtuado toda la legalidad.
La corrupción, terrible enfermedad, mina y destruye la moral y el decoro que deben reinar en una administración decente. El enriquecimiento ilegal que logran los secuaces del régimen es una afrenta a la ciudadanía y escamotea groseras cantidades de dinero que deberían solucionar problemas seculares de la población. Estos eventos están acompañados de gruesas erogaciones, al margen de cualquier procedimiento formal y que se dirigen al grupo de naciones que están bajo la égida del Foro de Sao Paulo.
El desempleo y el subempleo son mecanismos que también se utilizan para subyugar la voluntad individual y colectiva. Se pretende que todos los ciudadanos que se queden en el país, se sometan a los dictados que se expresan desde el palacio de misia Jacinta y que son refrendados por el coro de aplaudidores del atropellador.
Entre las agresiones groseras de la libertad, tenemos que mencionar tanto el intento disfrazado de abolir la propiedad, como los embates, que limitan a muy pequeños espacios, la libertad de expresión. El Estado venezolano, que concurría a los medios de comunicación de manera tímida e ineficiente pero con intenciones y actuaciones más o menos democráticas, hoy dispone de una porcentaje grosero, casi absoluto, de varios mecanismos y medios, sin que haya reducido su incapacidad, que ha puesto, no al servicio de la ciudadanía, sino que es un instrumento propagandístico del régimen. Otro delito constitucional que destruye el sistema.
La educación, la salud, la vivienda digna, el desempeño adecuado de una sociedad, a la par de la libertad, son bienes y servicios de los que, si existieran estadísticas serias, el régimen tendría que avergonzarse.
Después de este rápido vuelo sobre lo que tenemos, el año 2011 nos brinda, a todos los ciudadanos, la oportunidad de cambiar el rumbo de nuestra sociedad.
En diciembre de 2012 podremos usar la única arma contundente que nos suministra nuestro contrato social para escoger conductores del país que respondan a los deseos de los gobernados y puedan conducir a Venezuela a estadios mejores de calidad de vida, de igualdad ciudadana ante la desaparecida justicia y donde cada quien viva a plenitud y con decoro.  Para ello hace falta que el 2011 sea pródigo en unidad para lograr los mejores candidatos y se motive a la colectividad para rescatar la democracia y vencer al comunismo. Tenemos que prepararnos concienzudamente, todos quienes vivimos en esta nación, que ha sido y seguirá siendo la Tierra de Gracia que descubrió Cristóbal Colón en 1498 y que todos quienes hoy la vivimos, la merecemos. Somos optimistas, el camino tiene demasiadas piedras.

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