Opinión Nacional

Venezuela es un cuartel

Cívico-militar. Nunca más claro quien manda en esa pareja que en el desfile que conmemoró el bicentenario de la batalla de La Victoria. Recordemos el tanque dirigido por un oficial con todos sus arreos y condecoraciones, tocado de una boina que lo hacía recordar a Montgomery en El Alamein. El cañón del blindado tan amenazador como en las películas, con su negra boca capaz de destruirlo todo. Al lado del comandante, una estudiante, muy joven, en esa chaqueta deportiva blanca con la bandera en el pecho, el uniforme de nuestras selecciones. Nobleza, ideales, pero ¡qué desigualdad!

Bolívar decía que «Venezuela es un Cuartel, Colombia una Universidad, Ecuador un Convento». Esta descripción era más bien un deseo, pues como sabemos el Libertador jamás dejó el poder porque dominaba el ejército, y desde entonces la historia ha convertido en verdad, más o menos verdad, su aspiración. En la verdad de la fuerza, porque si la modernidad es civilidad, su requisito esencial es el sometimiento de lo militar a lo civil, siempre frágil, pero sin el cual la política es la guerra pero con los mismos medios, parafraseando a Clausewitz.

La democracia o es civil o no es. Por definición la mayoría es civil y si los militares, por esa sola condición, tienen tanta influencia como sus compatriotas que no lo son, la mayoría es ineficaz, mandan las armas. En el desfile estas realidades fueron patéticas, por primera vez en 15 años hay de nuevo un presidente civil, y no hayan manera los comandantes de hacerlo parecido al Gigante Eterno, que era esencialmente un soldado. Maduro es civil, muy civil: trabajador, sindicalista, parlamentario, canciller. ¡Hasta rockero! Un presidente normal, pues.

Más contraste aún con la coincidencia con las manifestaciones estudiantiles. Aparte de la cadena como camuflaje, vieja técnica de la hegemonía mediática, contrasta la imagen del estudiante protestando (por ejemplo, Elías Jaua en los noventa, desde los galpones de Derecho se ve clarito la plaza de Las Tres Gracias), con la del militar desfilando. La rebeldía y la sumisión, la libertad y la disciplina. Debe ser triste para Maduro y tantos otros dirigentes haber puesto a marchar a los universitarios, el sueño perezjimenista cumplido en un gobierno y que revolucionario.

Que Venezuela sea un cuartel es un deseo de Bolívar y los demás militaristas de nuestra historia. Que estos hayan intentado ponerlo en práctica con más o menos éxito es otra cosa. Porque Venezuela no es un cuartel, es un país, fue cada vez menos cuartel desde 1958, y el cataclismo galáctico que produjeron los soldados al volver al gobierno en 1999 garantiza que no lo será nunca más. ¿Será por eso que Chávez escogió como sucesor al civil y no al militar?

Nadie crea el cuento cívico-militar. Donde hay armas de guerra, mandan las armas de guerra. El civil que se les enfrenta es mártir y su ejemplo puede que termine venciendo, pero la mayoría de las veces no es así. ¿Cuántos Gandhi y Mandela mató Stalin o Mao, y nunca sabremos ni sus nombres? Y el civil que las acompaña, a las armas de guerra, es adorno o comparsa, tinterillo o rey momo, porque todo se vuelve un carnaval trágico.

Un país sin Fuerza Armada no es un país. Pero la Fuerza Armada es para la defensa, no para el Gobierno. Y debe estar sometida al Gobierno, al gobierno civil. Esa lucha, continua en toda la historia humana pero muy intensa en América Latina, se gana en todo el continente y se está perdiendo en Venezuela.

Nuestra América va dejando atrás a la sargentada de los ochenta, de tan triste memoria, y nosotros volvemos a los caudillos de manos de los herederos del movimiento más antimilitarista, la izquierda radical de los sesenta. Qué parecidos son los militares en el poder, sean de izquierda o de derecha.

Más que hacer de los civiles militares de segunda, hay que asegurar que todos los militares vuelvan a ser civiles al retirarse. Un país de ciudadanos y un ejército de ciudadanos, no un país de soldados. Así como la sociedad se ha abierto a la Fuerza Armada, la Fuerza Armada debe abrirse a la sociedad, permitir el concurso civil en la formación de sus oficiales, hacer transparente los procesos de selección, convertirse en el arsenal de una democracia.

Como en la Batalla de La Victoria, hace doscientos años. Los universitarios al mando de los militares en la guerra, pero los soldados al mando de los civiles en todo lo demás.

 

@glinaresbenzo

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