Opinión Nacional

Venezuela: guerra asimétrica, reservistas y compra de armas

Se dice que el mítico Rey Midas convertía en oro todo lo que tocaba. Ese mágico don ha sido anhelado y buscado por la humanidad y muchos lo han encontrado, pero de diferente forma: Lo que tocan no se convierte, precisamente, en oro. En nuestro caso particular, en la Republica Bolivariana de Venezuela, no contamos con un rey —aunque lo que tenemos se le parece mucho, sobre todo por los poderes despótico monárquicos— sino con un Presidente, que todo lo que toca lo convierte en polémica y diatriba.

Asistimos ahora a uno de esos episodios, no precisamente mágicos, con el que regularmente nos regala Chávez Frías; nos referimos a la polémica con relación a la negociación de armas —compra de cien mil fusiles a Rusia, armamento a España y por lo visto a Francia— y el anuncio de curioso concepto, “guerra asimétrica”, y una modificación en la Ley de la Fuerza Armada para incrementar los reservistas y llevar ese contingente a dos millones de personas.

Nada tiene de particular que un país modernice su parque de armas y dote a sus soldados con los más modernos recursos. Tampoco es extraño que sus ciudadanos formen parte de la “reserva” militar. Sabemos incluso de países que no cuentan con un ejercito regular, sino con “reservistas” a quienes entrenan, incluso dotan de armas para que las bajo custodia en sus propias casas. Pero esos temas, simples y normales, se convierten en Venezuela en algo complejo, por la forma enrevesada con que se manejan.

Con respecto a los “reservistas”, que como hemos dicho nada tiene de particular, comienza a ser preocupante desde el momento en que no va a estar bajo el control de Fuerza Armada, sino que dependerá directamente del despacho del jefe del Estado. Porque en ese caso, el matiz político que se le pueda dar a la utilización de estos “reservistas” ya tiene otro cariz. Nada de particular tiene que se defienda a la patria, excepto que se comience a confundir “patria” con los deseo e ideología del gobernante de turno. Y esto no es una fantasía, sino un temor legitimo para quienes vimos como soldados regulares, uniformados, con equipos militares, e incluso armados, participaban en las campañas políticas, electorales, del actual Presidente de la República.

Con respecto a la compra de armas y equipos militares, el Presidente Chávez Frías —que ha demostrado ser un verdadero mago en la manipulación de la imagen y la publicidad— en vez de plantear estos temas de manera clara y transparente, como el deseo del Estado de dotar bien a su fuerza armada, se empeña en personalizarlo y ubicarlo en el contexto de que será victima de un atentado o magnicidio y de una invasión por parte de los Estados Unidos. Incluso ha acusado de estar personalmente detrás de esa conspiración, nada menos que al propio Presidente George W. Bush.

Con esa excusa, la de un país que se arma para “defenderse” —o para “la paz”, como decía Rodríguez Zapatero, cuando justificaba la venta de equipos militares a Venezuela— y su habilidad para manipular publicidad, se ha “posicionado” en la escena mundial, en donde no hubiera podido ocupar ni un centímetro de prensa, de no ser por la estridencia de las denuncias. Obviamente lo ha ayudado ser un país petrolero, con capacidad para repartir a manos llenas los ingresos y para hacer toda clase de negocios; desde comprar bonos de la deuda Argentina, pasando por ofrecer a España y la misma Argentina reactivar sus astilleros en quiebra; continuando por regalar petróleo a varias naciones, entre ellas Cuba, que rara vez paga o lo hace en “especies”: Diversos servicios prestados por seres humanos; o cambiar petróleo por “ideas” o “inteligencia” a Uruguay; hasta la iniciativa más preocupante o peligrosa: comprar fusiles a Rusia y armas a España y Francia.

Estos “negocios” del Presidente Chávez Frías, entre los cuales esta la compra de armas, sin duda le dan cierta cobertura en la prensa mundial y son excelentes para sus contrapartes. Que duda cabe que han hecho un excelente negocio —Cuba y otros países— que reciben el petróleo sin pagar nada o muy poco o a cambio de trabajo humano. Pero los negocios de Chávez Frías tienen la peculiaridad de que hacen mucho ruido, pero rara vez se concretan. Me imagino que los trabajadores de los astilleros argentinos y españoles deben estar algo desconcertados por la falta de concreción de las promesas de Chávez Frías. Lo mismo me imagino que le pasará a cualquier tenedor de bonos argentinos que tomó por seria la oferta del Presidente Chávez Frías de comprar a la par los famosos bonos de la deuda.

Lo que sus interlocutores internacionales aun no han entendido es que no necesariamente hay una conexión entre lo que el Presidente Chávez Frías dice y lo que hace. Esa falta conexión entre lengua y acción, es algo que él mismo Presidente Chávez Frías, o sus altos funcionarios han advertido o difundido. Todavía recordamos aquella intervención del Presidente Chávez Frías, en alguno de sus viajes al exterior, en que él mismo explicaba que a él había que tomarlo en cuenta por lo que hace y no por lo que dice. O sus palabras durante la campaña por el referendo, cuando en una concentración de sus partidarios se dirigió muy duramente al Gobierno y al Presidente de los Estados Unidos —ya ni siquiera recordamos sobre que, pero no importa— y su embajador en Washington se excusó diciendo que eso era “para el consumo interno”, que el Presidente le estaba hablando a sus seguidores, al calor de la campaña.

En otras palabras, que no había que tomarlo muy en serio. El único que lo entendió fue el antiguo embajador de los Estados Unidos en Venezuela, John Maisto; sin embargo, hoy no estamos muy seguros de que el propio Maisto y su Gobierno estén contentos con esa “comprensión” de la conducta de Chávez Frías. Porque a la larga, lo que también la comunidad internacional ha aprendido es que algunos de sus seguidores, en Venezuela y en otros países, si se lo toman en serio. Lo ven como un modelo y eso ya es preocupante.

Esos seguidores que sólo escuchan la diatriba contra el imperialismo y no ven —que si ve Mr. Maisto— los negocios que simultáneamente Chávez Frías hace con el “imperio” al que crítica, que son del más rancio y puro “neoliberalismo” o mercantilismo salvaje, de pronto pueden tomar algunas conductas “impertinentes”. Como la del Presidente del Instituto Nacional de Tierras, que a la par que expropia sin indenmizar tierras, haciendas y “fundos” propiedad de venezolanos e ingleses, habla de la necesidad de “fomentar el odio hacia los Estados Unidos” país con el que, según él, pudiéramos entrar en guerra.

Si el mismo funcionario que dice que hay que fomentar el odio hacía los Estados Unidos, acto seguido alega que en dos días acabarían con nuestra fuerza armada en caso de conflicto, aunado al hecho de que las amenazas provengan de un país subdesarrollado como Venezuela, hace que la comunidad internacional no nos tome muy en serio y aunque les preocupe algo el tema de la carrera armamentista, no les quitará el sueño.

Excepto a los venezolanos. Porque los venezolanos sí hemos aprendido que Chávez Frías, en el fondo, sí habla en serio; y de manera peligrosa sí hace muchas de las cosas que dice, sobre todo las que perjudican a la democracia y el estado de derecho. Y sabemos, por lo tanto, que esos fusiles, esas armas, los gases tóxicos que se supo que el Gobierno compró a España en 2004, no son para defendernos de una agresión externa; mucho menos para invadir a los Estados Unidos o a Colombia, sino para utilizarlos internamente para controlar a la disidencia política.

Los venezolanos sabemos que en materia de represión, los cuerpos policiales y militares pasan a la acción, rápidamente, sin ningún escrúpulo, con el agravante además de que después se las “ingenian” para darle la vuelta a las cosas y que sean los “reprimidos” los culpables y terminen en la cárcel o el exilio, con el aval de la Fiscalía General y el Defensor del Pueblo, que se alarmará, justificará y defenderá al Gobierno de las agresiones de los “violentos” ciudadanos.

Con respecto a la “guerra asimétrica”, no pretendo subestimar un peligro real o un concepto que no entiendo. Confieso mi más absoluta ignorancia e incomprensión a todas las explicaciones que algunos expertos y militarólogos han dado. Es más, esa ignorancia me lleva a afirmar que un Gobierno que tiene que repartir sándwiches, franelas y dinero para que sus “ seguidores” acudan a sus eventos o vayan a votar; o que tiene que negar créditos, trabajo y estudios a quienes firman solicitando revocatorio del Presidente, y de todas maneras más de cuatro millones de personas votan en su contra, difícilmente va a lograr que unos u otros tomen las armas para ir a una guerra.

Más aun, en medio de todas las locuras y exageraciones que se le endilgan al Presidente Chávez Frías, ha demostrado tener suficiente sentido de la realidad como para entender que cuando el agua le llega al cuello, la acción más apropiada es la retirada. Eso lo demostró el 4 de febrero de 1992 y el 12 de abril de 2004. Por lo tanto, me van a perdonar mi ignorancia las personas que de esto saben más que yo, pero mis escasos conocimientos militares me llevan a entender que comandantes así no se van a llevar a ninguna guerra.

Por eso, mi preocupación va en otra dirección. Compra de armas, sin que se sepa el destino de las que se descartarán; incremento de reservistas, bajo las órdenes de un caudillo, sin control de la Fuerza Armada; difusión de conceptos como “guerra asimétrica”; aunado a otras cosas, como: Partidarios del régimen haciendo entrenamientos militares; vinculación de grupos de ciudadanos de manera directa con su caudillo sin la mediación de partidos políticos; grupos radicales de simpatizantes del régimen que se sienten burlados, pero dispuestos a defender como sea el “proceso”; modificación de leyes penales para criminalizar la disidencia; persecución de lideres de oposición y hostigamiento a defensores de derechos humanos, etc. va conformando un cuadro de intimidación propio de gobiernos autoritarios que puede llevar a serios enfrentamientos y a la violencia, a partir de la cual se justifica cualquier aventurero.

Ese es, a mi modo de ver, el verdadero peligro que corremos en Venezuela.

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