Opinión Nacional

Venezuela: la ruta al siglo XXI

La profunda diatriba política que ha ensimismado a la nación en los últimos años, ha lanzado a un plano muy poco protagónico la imperiosa necesidad de establecer un esfuerzo colectivo que permita discutir las políticas y estrategias que en plazo inminente, deberán ser diseñadas e implementadas para enrumbar a la nación hacia el camino de la construcción de una sociedad moderna, capaz de operar exitosamente en una economía global y extraordinariamente competitiva. El país enfrenta un reto de magníficas proporciones, que va mucho más allá de la simple cuestión política o de la retórica bien intencionada.

La década perniciosa no sólo ha eliminado el ingreso de inversiones privadas relevantes en el país, sino que nos lanzó por el precipicio de la desinversión que es muchísimo más grave. Entramos al siglo XXI como una nación cansada, dividida, y sin instituciones públicas que merezcan llevar ese nombre. Entramos al nuevo siglo con una clase media valiente pero semi-destruida, con una población empobrecida económica e intelectualmente, y con una sociedad carente de seguridad social y de un sistema educativo competitivo. Deambulamos hacia el futuro con un sistema financiero deteriorado, incapaz de ejecutar el rol fundamental que le es asignado en la sociedad y que sobrevive por la dádiva que representa un conjunto de bonos ineficientes, que cada administración emite y rebautiza. Abandonamos el siglo XX acompañados de un parque industrial arqueolítico, de un sector privado con ahorros mermados, de una economía monoproductora y sumamente volátil, de un sistema judicial atrasado y muy poco confiable, y de un Estado centralista, hipertrofiado y preñado de las más sublimes ineficiencias. Poco hay en nuestra sociedad de los preceptos fundamentales sobre los que se soporta la ortodoxia de las sociedades contemporáneas exitosas.

Después del fallido programa elaborado en el segundo gobierno del Presidente Carlos Andrés Pérez, la nación ha sido envuelta por los mantos obscuros de los golpes de estado, de la inoperancia político-económica, de las transitoriedades institucionales, de la grandilocuencia vana y del más profundo y perverso de los populismos. Hemos repetido un recurrente error histórico, al suponer una vez más que una nación moderna se construye sobre el imperio del papel, legislando, como en alguna oportunidad mencionara el ex-canciller Escobar Salom, para el “deber ser”, en lugar de hacerlo para el objetivo más pragmático que representa la construcción de una estructura jurídico-institucional orientada a facilitar el diseño y desarrollo de una sociedad viable dentro del entorno mundial.

Un factor aún más dañino fue introducido por el intento de implantación de un programa de reingeniería ideológica, por parte de la actual administración, que en lugar de ayudarnos a zarpar, con mucho atraso por cierto, hacia el siglo XXI, nos empujó hacia el pensamiento más reaccionario del siglo XIX, desperdiciándose durante más de un lustro el esfuerzo intelectual de la nación en la discusión de tópicos resueltos hace mucho tiempo, no sólo por la academia, sino por la historia misma.

Por todo lo anterior, podemos afirmar que a la sociedad venezolana le espera la titánica tarea de construir prácticamente todos los cimientos sobre los que se erige una nación moderna. Deberá ser un esfuerzo colectivo, persistente, integrador y creativo, alejado de todos los ismos que enrarecen la discusión productiva. No nos queda mucho más tiempo que perder en anacronismos. No caben mas neoliberalismos, socialismos, ni comunismos. En todo caso, podrá aceptarse el (%=Link(«http://www.emory.edu/EDUCATION/mfp/james.html#pragmatism»,»pragmatismo»)%) como la tesis orientadora del proyecto llamado Venezuela, porque simplemente habrá de hacerse lo que tenga que hacerse para alcanzar el objetivo imperioso de construir un país viable, es decir, una nación capaz de generar una economía diversificada, competitiva y tecnológicamente creativa, que disponga de la dinámica suficiente para facilitar el tránsito de los sectores de menos recursos económicos e intelectuales hacia los estratos medios de la sociedad.

Debemos ver hacia delante, hacia el futuro, y asignar al pasado la sola responsabilidad pedagógica de mostrar nuestra cronología de aciertos y errores. No puede haber más culpas retroactivas. La responsabilidad por las consecuencias de las ejecutorias u omisiones de los operadores institucionales no se diluye ni en la historia ni en la coyuntura. La sociedad venezolana debe entender de una vez por todas que somos nosotros, aquí y ahora, los responsables de cuanto nos acontece. Somos constructores de nuestro presente y diseñadores de nuestro futuro. Los nuevos administradores de la nación recibirán una herencia que deben gerenciar para construir la Venezuela del siglo XXI, no un pecado original que cargar a cuestas como excusa por la eternidad.

Una primera discusión se refiere a los lineamientos del modelo que regirá a la sociedad venezolana del futuro inmediato. ¿Deseamos crear una sociedad competitiva, responsable de sus actos, capaz de generar los incentivos que promuevan inversión y empleo de manera consistente, que entienda que es labor prioritaria del Estado la promoción de políticas y estrategias destinadas a crear igualdad de oportunidades para todos los habitantes del país y condiciones adecuadas para el flujo y mantenimiento de las inversiones? ¿Deseamos construir una estructura jurídico-económica capaz de vincularse con el mundo exterior de manera paritaria, capaz de aprovechar las tecnologías y capitales disponibles en la sociedad global para impulsar su propio desarrollo, y por supuesto capaz de cumplir con los fundamentos mínimos de las sociedades modernas, es decir, un Estado comprometido con el respeto a los derechos humanos, a las libertades político-económicas, a los derechos de propiedad, y orientado vitalmente a la constitución de instituciones sólidas e independientes que solidifiquen el estado de derecho? ¿Estamos dispuestos a asumir que para que el país sea más grande, el Estado debe ser más pequeño? ¿Queremos entender de una vez por todas que una nación no puede producir todo lo producible de manera eficiente, y que la responsabilidad fundamental de la gestión de gobierno es la de favorecer a la gran masa de consumidores, en lugar de los intereses particulares de los grupos que presionan con la fuerza del lobby más convincente? ¿Están dispuestos los operadores políticos a entregar una proporción extraordinaria de sus cuotas directas de poder, en el interés de: abrir el proceso de toma de decisiones a la participación ciudadana directa, descongestionar y descentralizar la paquidérmica estructura del Estado venezolano y, en definitiva, hacer más eficiente la gestión y el control de gestión de la administración pública nacional? ¿Deseamos desarrollar un proyecto de país capaz de frenar la dispersión de nuestros recursos productivos en una multiplicidad de proyectos Debemos alcanzar un amplio acuerdo nacional que responda con un sí rotundo a las preguntas anteriores, si queremos abrir al país las puertas de las posibilidades del desarrollo.

Un proyecto-país debe ser tan agresivo, dinámico y creativo como el mundo global circundante lo requiera. Es imprescindible deslastrarse del lastimoso punto de vista que nos coloca como “victimas” inevitables de la acción desconsiderada de entelequias extranjeras. La discusión es mucho más sencilla: competimos o no competimos. Utilizamos sin complejos todas las herramientas disponibles en el mundo moderno en general y en nuestra sociedad en particular, para construir un proceso de desarrollo auto-sostenible o continuamos arando las tierras del atraso y de la pobreza.

La tarea que tenemos por delante es compleja, extensa, casi heroíca. No existen soluciones fáciles y prontas para el país. Es imposible continuar con el mensaje inmediatista, con las soluciones para “mañana mismo”. Entendamos, y hagamos entender a la población, que cuando menos dos generaciones de venezolanos, sin la muleta mesiánica del caudillo que todo lo puede, deberán trabajar ardua y pacientemente para construir la nación que “debe ser”.

(*): El autor publicó (%=Link(4736142,»Reflexiones para los coordinadores del Paro Cívico Nacional»)%)

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