Opinión Nacional

Venezuela, Política y Petróleo

Palabras del Dr. Alfredo Morles Hernández, Presidente de la Academia de Ciencias Políticas y Sociales, en el acto conmemorativo del cincuentenario de la publicación del libro Venezuela, Política y Petróleo, de Rómulo Betancourt, acto realizado en el Paraninfo del Palacio de Las Academias el día 18 de julio de 2006

-Sr. Dr. Blas Bruni Celli, representante en este acto de la Academia Venezolana de la Lengua, Correspondiente de la Real Academia Española
-Señora Dra. Ermila Troconis de Veracoechea, Directora de la Academia Nacional de la Historia
-Sr. Dr. Ladimiro Espinoza, representante de la Academia Nacional de Medicina
-Sr. Dr. Claudio Bifano, Presidente de la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales
-Sr. Dr. Gonzalo J. Morales, Presidente de la Academia Nacional de la Ingeniería y el Habitat
-Sra. Virginia Betancourt, representante de la Fundación Rómulo Betancourt
-Señores Académicos
-Señoras y Señores:

La Academia Venezolana de la Lengua, Correspondiente de la Real Academia Española; la Academia Nacional de la Historia; la Academia Nacional de Medicina; la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales; la Academia Nacional de la Ingeniería y el Habitat y la Academia de Ciencias Políticas y Sociales dispusieron conmemorar la aparición en 1956 del libro Venezuela, Política y Petróleo, de Rómulo Betancourt, editado en México por el Fondo de Cultura Económica.

Con la venia de las Ilustres Academias aquí representadas, en mi condición de Presidente de la Academia de Ciencias Políticas y Sociales y como autor de la iniciativa que me fuera sugerida por la señora Virginia Betancourt en nombre de la Fundación Rómulo Betancourt, quiero decir aquí unas breves palabras para explicar las razones de esta conmemoración, porque se trata de una solemnidad inusual raramente acordada a algún libro trascendental de un autor prestigioso.

Venezuela, Política y Petróleo no es un libro cualquiera y Rómulo Betancourt no es un autor cualquiera. Venezuela, Política y Petróleo es una de las grandes crónicas –política, social y económica- de la primera mitad del siglo XX venezolano y Rómulo Betancourt es uno de los protagonistas más destacados de muchos de los sucesos que la crónica narra con pasión y sin imparcialidad. Lo confiesa el propio autor cuando dice –de modo rotundo, como a él le gustaba decir las cosas- que el lector no debe esperar leer páginas escritas con tersa serenidad, para indicar, casi inmediatamente, aunque con doce años de distancia, de modo pugnaz, que ningún historiador es imparcial y que a él no le gusta jugar la comedia de la imparcialidad. Se está, entonces, frente a un libro apasionado y parcial y, por tanto, controversial; y se está frente a un personaje apasionado y parcial y, por tanto, polémico. Betancourt no lo niega, al contrario, para que no quede duda, Betancourt expresamente lo declara, lo admite y, refiriéndose a lo que él llama el caso de algunos venezolanos cultos que se han refugiado en el pasado heroico, que viven inmersos en la historia en lugar de hacer historia, afirma provocadoramente: “Escribir sobre el ayer magnífico ha sido para muchos intelectuales una forma de eludir la responsabilidad de enfrentarse a lo contemporáneo bochornoso y de ayudar al advenimiento de un futuro mejor”.

Los rasgos del carácter de Rómulo Betancourt son ampliamente conocidos por los venezolanos, especialmente por aquellos a quienes les tocó vivir, en su totalidad o en parte, el tiempo de Betancourt; por todos aquellos que lo siguieron y también por los que lo combatieron, porque Betancourt fue amado con pasión por la multitud de sus admiradores y odiado con pasión por sus detractores, que no fueron pocos. El lo sabía. En una anécdota reveladora, refiere el académico Ramón Velásquez que cuando Betancourt lo llamó a colaborar con él desde la Secretaría de la Presidencia de la República, le dijo:
“Yo no lo invito a que me escriba mis discursos, mis discursos son míos, igual que todas mis decisiones. Y sonriendo agregó: y al fin y al cabo con mi estilito literario me ha ido bien en la vida. Para luego agregar: Lo invito a una tarea política: yo vengo a gobernar para todos los venezolanos y no quiero que nadie me aísle ni que me levanten murallas que me aíslen. Yo soy un hombre polémico y tengo grandes simpatías, pero también grandes resistencias. Pero en la Presidencia debo oír a todo el país y usted inspira confianza a muchas personas que no se atreverían a venir ante mí o a los cuales no puedo recibir por mis convicciones. Además, en Miraflores voy a ser el Presidente de la República y no quiero que en ese manoseo tan venezolano me estén diciendo a toda hora compañero Betancourt”.

Estas características del protagonista de la narración que es Venezuela, Política y Petróleo cuadran perfectamente con el tinte por momentos delirante que sus autores le asignaron a uno de los sucesos más discutidos de la historia política venezolana, al 18 de octubre de 1945, la por ellos llamada en ocasiones Segunda Independencia; con la intemperancia que proviene de los maniqueísmos que entonces se fabricaron: los que estaban desde el comienzo con la Revolución y los contrarrevolucionarios, o los revolucionarios y los reaccionarios; con el desenfreno que se materializó en el sabotaje de las reuniones públicas de los opositores; con el virulento enfrentamiento con la Iglesia Católica a propósito de la discriminación de la educación privada por el famoso Decreto 321; con el ciego fanatismo con el cual se negó mérito alguno al pasado; con el exceso de las prisiones por motivos políticos y de los enjuiciamientos a los funcionarios de los regímenes anteriores, violando los principios de juez natural, presunción de inocencia, irretroactividad de la ley y prescripción extintiva; con la vehemencia de los planteamientos de unos y de otros; todo lo cual creó un entorno en el que se generó una situación para cuya calificación se agotaron todos los sinónimos de conspiración, complot y conjura, hasta llegar al golpe de estado del 24 de noviembre de 1948, golpe de estado que por largo tiempo mostró como carta de justificación el sustantivo sectarismo, como caracterizador de una época excesivamente agitada y tormentosa. Agitación que el propio Betancourt, en el relato o en la ficción de Pedro Berroeta, recuerda así:
“en aquellos agitados días el pueblo se había adueñado de la calle y yo hablaba, hablaba entonces demasiado en los mítines. No había adquirido aún conciencia de que un Jefe de Estado debía despojarse de los arreos de líder popular”.

El libro Venezuela, Política y Petróleo es algo más que una narración de los sucesos de octubre de 1945 y de noviembre de 1948, de los hechos de 1936 y de 1928, de sus antecedentes y del tiempo posterior. Mucho más. Escrito en períodos diferentes, su narración no se basa sólo en la memoria del autor, reconocidamente prodigiosa, sino en los papeles que guardaba cuidadosamente. Ramón Velásquez ha comparado a Rómulo Betancourt y al Mocho Hernández en el celo con el cual ambos cuidaban sus papeles. Dice Velásquez a este respecto:
”Es admirable, por no decir increíble, el cuidado que en medio de destierros, cárceles y pobreza otorgó el General José Manuel Hernández, el Mocho amado de las multitudes de comienzos de siglo, a sus papeles. De New York a La Habana, de La Habana a París junto con su maleta de viajero pobre llevaba sus baúles de papeles, cuidados como un tesoro, que afortunadamente quedó a salvo del naufragio y en manos de la Academia de la Historia. Betancourt ha hecho otro tanto y su archivo político puede asegurarse que es el más completo y el más rico en insólitas revelaciones que existe hoy en Venezuela. Archivo clasificado por su propio dueño y en donde están los papeles que forman la verdad verdadera de la historia política de estos últimos cincuenta años”.

Venezuela, Política y Petróleo es la gran crónica del petróleo en Venezuela, la crónica de su búsqueda, de su explotación y del mal uso de los recursos por él generados; la historia de las concesiones petroleras y la crónica más acabada, con nombres y apellidos, de la corrupción, de los corrompidos y de los corruptores que rodearon el otorgamiento de las concesiones. En algunos casos, con confesiones de sobornadores y de sobornados. Al lado de esta historia, Betancourt incorpora otras historias paralelas y hace el retrato de la salud, de la educación, de la organización social, de la economía y de la política, nacional e internacional, con relatos de lo que existe, con reflexiones sobre lo que él piensa que se debe hacer para corregir las situaciones y con exposiciones que revelan cual es su pensamiento y cual es su formación cultural. La valoración del libro Venezuela, Política y Petróleo ha sido muy variada. José Francisco Sucre Figarella tropieza con el exceso al calificarlo como un libro brillante, como el más completo en el género de la literatura política, como un libro clásico del pensamiento político venezolano, aunque luego, más sosegadamente, afirma que es un libro de teoría, de experiencia, de interpretación histórica, un libro-síntesis, porque el proceso histórico del país queda resumido y se abren sus vastas perspectivas. Alfredo Tarre Murzi lo califica como la primera explicación dialéctica del proceso nacional en los últimos cincuenta años. Manuel Caballero afirma que la escritura de este libro, al que llama opus magnum de Betancourt, es un proyecto que éste acariciaba desde 1937 con ocasión de su visita a Curazao y que éste se limitaba inicialmente a la historia de las relaciones entre la política y la explotación del petróleo en el siglo XX venezolano, pero que el resultado excederá en mucho el propósito inicial. En verdad, escribe Caballero, Venezuela, Política y Petróleo se convertirá en un mamotreto (la expresión es del propio Betancourt, dice Caballero), pero un mamotreto indispensable para el estudio de la historia venezolana del siglo XX, una fuente valiosísima para los historiadores de lo contemporáneo.

Es una visión panorámica, de la cual nada escapa, y su análisis crítico, abarca desde Cipriano Castro hasta Marcos Pérez Jiménez.

El libro Venezuela, Política y Petróleo aparece en 1956 y quienes entonces lo leen comprueban (lo declara el propio autor) que es una obra escrita en diferentes épocas, que hubo una versión original perdida en los azares del golpe del 24 de noviembre reconstruida de memoria, pero también perciben que el autor no ha renunciado a lo que vivió y escribió con pasión revolucionaria (según sus propias palabras, él prefería ser considerado revolucionario del siglo XX, que no iconoclasta volteriano del siglo XVIII, o revolucionario en lugar de liberal); que ha complementado su visión y su juicio sobre los acontecimientos con nuevos enfoques; que admite haber cometido errores y dice estar seguro de no volver a cometerlos; que cree posible estabilizar en Venezuela gobiernos de derecho y aplicar, en concierto con los otros partidos políticos distintos al suyo y con sectores representativos de la sociedad “una política por lo menos no tan suicida como la que seguimos en el pasado”; en fin, habla de entendimiento (entente) y afirma que el país ha madurado y ha aprendido en la aleccionadora escuela de la adversidad. Desde la publicación del libro Venezuela, Política y Petróleo, Betancourt deja de ser mirado por los otros integrantes de los movimientos democráticos venezolanos como enemigo y pasa a ser considerado como adversario leal, como opositor con quien se puede concertar, como estadista con quien se puede entrar a diseñar el futuro del país. Betancourt en 1956 no envía al país con su libro una fórmula de golpe de estado ni de rebelión, sino una receta para gobernar democráticamente; no despacha una proclama revolucionaria a sus adherentes, sino una respetuosa propuesta a sus compatriotas; no remite una invitación a sus partidarios sino una oferta a sus conciudadanos. Que la oferta de Betancourt era sincera se encargaría el tiempo inmediatamente posterior de corroborarlo. A la caída de Pérez Jiménez, dos años después, precedido del Pacto de Nueva York, el Pacto de Punto Fijo, uno de los acuerdos políticos más representativos y trascendentales de la historia de Venezuela, recogería la civilizada armonía que permitió que Venezuela disfrutara del más largo período de gobiernos civiles y democráticos que ha tenido hasta la fecha. La vida le permitiría a Betancourt realizar gestos inolvidables de reconciliación con antiguos adversarios, con el General Eleazar López Contreras, con Rafael Caldera, con Jóvito Villalba, con Arturo Uslar Pietri; en fin, con el país que no pensaba como él.

Lo que han querido conmemorar las Academias representadas en este acto, como instituciones de la vida civil, como instituciones representativas de la ciencia y de las humanidades, como instituciones comprometidas con la cultura y con la civilizada vida democrática, es el gesto, el gran acto cívico de Rómulo Betancourt contenido en su libro de 1956: la invitación a la concordia y a la construcción de un sistema político democrático, no dirigida a sus partidarios, sino a todos sus conciudadanos. Las vicisitudes de la intervención de Betancourt en la política es cuestión que han examinado y continuarán estudiando los investigadores de las ciencias sociales, ponderando los historiadores, valorando los biógrafos y juzgando los políticos. Libros excelentes, escritos desde una perspectiva equilibrada, como el de Manuel Caballero, han sido recientemente publicados sobre el personaje, el cual debe ser necesariamente colocado más allá de la diatriba rencorosa o del panegírico apasionado y partidario, para que algunas cosas puedan ser dichas sin temor a un desmentido, como es el hecho de que Betancourt se empeñó en ser apasionadamente honesto y logró salir de los gobiernos que presidió tan radicalmente pobre como entró. Blas Bruni Celli, nuestro distinguido académico, ha publicado un excelente trabajo sobre esta materia, con anécdotas que destacan la pulcritud de Rómulo Betancourt, en un libro editado por la Editorial Centauro de José Agustín Catalá. Este mismo comportamiento honesto tuvieron, afortunadamente, otros Presidentes de la era democrática de la segunda mitad del siglo XX, una etapa en cuyo transcurso le correspondió a Rómulo Betancourt dar otros admirables ejemplos, méritos que tampoco le pueden ser desconocidos, como el de oponerse radicalmente a ejercer la función de tutor de sus sucesores o el oponerse a la reelección presidencial.

Las Academias Nacionales en cuyo nombre hablo realizan este acto solemne para conmemorar un hecho de elevada cultura política que tuvo lugar hace cincuenta años; un hecho ejemplar que tuvo enormes repercusiones en la vida civilizada del país; un hecho digno de ser imitado por los políticos y por los ciudadanos de Venezuela; un acto político de pluralismo y diversidad; una afirmación de optimismo y de confianza en la democracia realizada en tiempos difíciles. La conmemoración de hoy no es la exaltación de un hecho de guerra sino el recuerdo de un acto de paz contenido en el libro Venezuela, Política y Petróleo de Rómulo Betancourt.

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