Opinión Nacional

Venezuela puede ser un país civilizado

  El primero,  el reconocimiento de y a las formas políticas tradicionales, los partidos, como agentes y actores esenciales de la organización y la lucha política de la sociedad. Reconocerse, los partidos,  a sí mismos como la expresión  de los matices en la concepción  del la sociedad, del poder,  del hombre, de la democracia misma,  en  segundo término. Hecho que parte de un supuesto fundamental, se trata de partidos que asumen la democracia como forma de gobierno, como forma de organizarse la sociedad política toda  e, incluso, con las exageraciones propias  de la ignorancia o por  demagogia de “buena fe”,   como ideal forma  de vida. Desde luego que este gigantesco paso pone en su sitio el discurso del anti partido, cuya legitimidad estuvo sustentada en el hecho muy concreto de haberse  convertido el partido  en meras maquinarias del poder, sin ningún otro proyecto que su disfrute hegemónico, lo cual los convertía en  maquinarias totalitarias,  en donde mas que cogollos, tribus con un cacique deificado. Y, como es obvio, el resto de la sociedad estaba excluida, salvo sus cómplices  en el manejo, control, decisiones del poder, del Estado a su servicio y de sus secuaces. La democracia se convirtió en partidocracia y en su seno militantes para conformar la maquinaria  al servicio del poder  del caudillo o, en el mejor de los casos, del cogollo.  Es de destacar que la crítica anti partido, adelantada en nuestro caso fundamentalmente por los medios de comunicación,  y otros sectores de menor cobertura pero elevada eficacia, intelectuales, universidades,  iglesias,  los soportes reales  del discurso de los medios, fue siempre una crítica vacía, mucho mas chismografía,  descalificación, que análisis críticos serios sobre la cualidad  la democracia, las relaciones de poder y, en el mejor de los casos,  se centraron en la cuestión moral. La corrupción,   tema clave, pero de maniquea manera. Nada, pues,  sobre sus causas, fuentes, y,  lo más grave, carecer de propuestas, proyectos, que, cuando menos, pudieran generar rectificaciones.

            Todos sabemos qué ha pasado. De la corrupción hemos pasado a la perversidad, entendida ésta como un acto deliberado de pervertir a la sociedad, como una acción   calculada de sustituir la moral pública, la correspondiente  al estado y a su gobierno, por una monstruosidad que justifica el delito, el robo, la malversación, el crimen incluido, como “legítimos medios” para alcanzar la meta, la construcción el socialismo, expresión en la cual el presidente esconde sus caprichos, su voluntad.   El régimen, sin mascaras, es una autocracia teocrática,  vale decir, en donde el autócrata se asume a sí mismo como dios y se estructura una maquinaria fundamentalista, el PSUV, para su adoración y para el ejercicio misionero de imponer,  como sea, la voluntad de su señor, de su dios, de su supremo líder.  El gran líder político, espiritual, cuya palabra es ley, verdad, mandamiento. Probablemente  en la historia de la humanidad contemporánea no se ha tenido en modelo con las características de este. Concentra el culto a la personalidad  deificada como el de Corea del Norte, que comienza con Kim Il Sung, y se quiere perpetuar en su descendencia  y hay otros modelos africanos  que hacen de su dictador un ungido de sus dioses, que educa a su familia como la destinada  eternamente para dirigir a su rebaño,  con algo del caudillo de España por la gracia de Dios, Franco. Un ser tan único, que ha hecho el milagro de  convertir a Bolívar, Libertador,  en un Boves,  si es verdad que Boves fue como Othar,  el caballo de Atila que, se repite, donde pisaba no crecía más la hierba. Y más lejos, como se ha hecho Venezuela más esclava en nombre de la libertad. Nuestra dependencia del “imperialismo”  se magnifica en proporciones que pudieran ser, a mediano plazo, insuperables. Nuestra dependencia científica, tecnológica, de alimentos,  jamás ha sido mayor en toda nuestra historia y, en el universo interno, para  mayor eficacia de la dependencia, se enarbola y  consuma el desprecio al arte,  la ciencia, la tecnología; se recrea con  la destrucción de la naturaleza, de la economía,  de la infraestructura física, carreteras, aeropuertos, puertos…conjunto que hace de  este país uno de los mas miserables del planeta.

            Todo esto y más sabemos. Todo esto y más reclamamos cambiar. Todo esto es verdad y quedan fuera  muchos otros delitos, el peor de los cuales, es el ideolema de que para construir el hombre nuevo hay que destruir todo cuanto califican de viejo, la historia, los valores políticos y culturales, el valor esencial del ser humano, su individualidad. Sabemos que hemos pasado del terrorismo ideológico, al terrorismo de estado, que hace de la violencia, la censura, la persecución, la inseguridad su modus operandi  como práctica para la sobrevivencia del régimen. Todo esto y más sabemos. Y si se insiste en repetirlo, es porque estoy convencido que la dificultad está en que  aún no sabemos qué hacer para superar  esto. Para salir bien de esto. Hemos afirmado que la constitución de la MUD es un avance en esa dirección. Pero, hemos advertido, que en su praxis se editan, se reeditan y con fuerza muchas veces, las mismas acciones, actos, conductas, que  exhibe sin máscaras el modelo Chávez.  Que se reeditan las que se conservan intactas del ayer antes de Chávez.  La reducción meramente política de “salir de Chávez”   puede ser grotesca si no se determina con claridad las condiciones éticas, de idoneidad política,  que ha de tener el “líder” sustituyente. Las primarias mismas pueden convertirse en un juego de trampas, en donde la razón se sustituya por la  maquinación.  Evitar que la consciencia se manipule o compre y del voto se haga un negocio. Que los acuerdos previos no sean otra cosa más que la compra de acciones para el reparto  del poder. Es alarmante que se intente, con fuerza, repetir el modelo de vicios de la democracia romulera, calderiana,  responsable político fundamental del éxito de Chávez. Olvidar esto,  es un crimen histórico,  peor, es ser cómplice de lo siniestro que nos puede conducir a mayores males, si posible que hubiere, que francamente hay, tal es la reedición del  modelo y práctica política  ejercida en los anteriores gobiernos.

            Todos nuestros candidatos son la expresión de eso que  con Ortega podemos repetir, ellos y las circunstancias.  La historia de  ellos está marcada, en muchos casos,  por los haceres y deshaceres, el modus operandi de AD, de COPEI.  Ninguno es  la expresión lucida  de una juventud virginal pura.  Ninguno de nuestros candidatos representa la juventud estudiantil que puso en jaque pastor al gobierno y con sus acciones,  mas marcadas de ilusiones y sueños que de respuestas a la crisis, sus manos blancas y sus visiones  de poemas lograron unir a muy buena parte del país y derrotar a Chávez en aquel referéndum, que, luego, se pierde ese éxito, por la incapacidad natural del movimiento estudiantil de mantenerlo y cedieron  sus banderas a quienes hoy las arrean, precisamente por las características propias  de los movimientos estudiantiles, su valor circunstancial, espumante.  Nuestros candidatos se beben la cerveza y  ellos son la olvidada espuma.  Nuestros candidatos no son la expresión de propuestas teórico políticas, sino eso, las circunstancias y sus méritos. Bueno, sus méritos que pudieran estar montados en los hombros de otros, lo cual no desmerece, salvo que la ingratitud  se apoderase de ellos…  Los mas viejos son la mas conspicua representación del “antiguo régimen”  que cedieron y  cambiaron sus fuentes ideológicas por  el utilitarismo político,  eso que bien cubre la llamada Realpolitik,  dominada por los intereses personales, del grupo, sin visión ética ni fundamentación científica.  Los menos viejos, tampoco representan modelos teóricos que los diferencien ni de aquellos ni entre sí. Nadie sabe si Pablo Pérez (n.1969) sabe qué es eso de la democracia social y si hubiere alguna diferencia con la socialdemocracia y nadie sabe ni puede saber cual la conceptualización política de su partido en Henrique Capriles (n.1972). Nadie sabe si se puede o ni se puede  saber qué  es UNT y qué  es PJ.  Sabemos sí, de  la actividad política de Henrique desde sus comienzos con altos éxitos, como parlamentario, alcalde y gobernador, y su marcado espíritu de tolerancia sin concesiones a la hipocresía, al oportunismo, a la falsedad y se reconoce su espíritu austero y pulcritud en el manejo de la cosa publica;   del mismo modo que reconocemos en PPA cual ha sido su desenvolvimiento en nuestra casa, el Zulia. Yo se cual es la postura de PPA ante la ciencia, el arte, la tecnología,  el ejercicio de la política, incluida la postura ante el chavismo y ante el propio presidente HRCHF, el lago… Henrique me queda más lejos. María Corina (n. 1967) no he podido saber nada de ella.  Pero, en todo caso, la gran escuela de la “democracia vieja” está en ellos y en ella. Y pido a Dios, y al libre albedrío de cada ellos, que  permanezcan muy lejos de tan nefasta escuela.

Por todo cuanto he dicho, pido estos candidatos que conviertan las elecciones primarias en una lección de ética política, de moral pública. Fuera la trampa. Fuera la corrupción. Fuera el ventajismo propio del abuso de poder. Que en los hechos se demuestre que no solo es  necesario sacar a Chávez de Miraflores, sino salir de ese chávez  que cada ser político, muy especialmente, lleva por dentro.  Más que debatir entre ellos, que es medio cómico, presentar al país, un proyecto de consenso que nos permita pasar de esta barbarie a la civilización. Porque  de eso se trata. Salir de esa  cacique, de ese bárbaro chávez que nutre la vida del poder y el poder es poder en cada quien que poder ha llegado a ser o quiere ser.

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