Opinión Nacional

Venezuela, rebelión civil y transición política

Los tiempos políticos que vivimos los venezolanos, constituirá sin duda un magnífico aporte a la historia de las ideas políticas y jurídicas de Latinoamérica y del mundo. Una muestra de cómo un pueblo puede madurar políticamente y buscar soluciones pacíficas, democráticas y civilizadas, a las urgencias colectivas que nos toquen vivir.

Venimos de un régimen que representó para una gran mayoría de los venezolanos, una esperanza de sacudir el estamento político anquilosado y corrupto, que se aferró al poder de manera mezquina e irracional. Un hombre con una mensaje que tenía contenido social despertó las ansias de venganza de un pueblo decididamente burlado por las cúpulas políticas formadas durante un periodo democrático muy importante. Pero, el poder corrompe, como dijo hace tiempo Lord Acton, y más, a personas ignorantes y sin cultura democrática. El irrespeto a las formalidades democráticas, a las normas mínimas de convivencia política, mezcladas con el resurgimiento de una especie de bonapartismo o neocesarismo que muchos estudiosos de la política venezolana supieron advertir, fueron saturando a la Sociedad Civil que no encontró otro medio de participación política sino las protestas callejeras y los medios de comunicación.

La protesta cívica durante la jornada del día 11 de abril, desembocó con saldos trágicos debido a la actuación violenta y armada de los “círculos chavistas”, figuras de supuesta organización social que no eran más que la pretensión de garantizar la ejecución violenta de un proyecto “revolucionario” carente de ideas, liderado por incultos e impulsado por los instintos grupales.

El régimen defenestrado se inició sin duda con una gran legitimación constitucional, pero la perdió en su desempeño como consecuencia de la violación constante de los principios y formalidades que el mismo régimen consagró en un texto magno y que fue aprobado por la mayoría de los venezolanos. No contaban las personas en el poder, con una sociedad que durante los 40 años que tanto recusaron, se habían formado en democracia y tenía en sus genes los valores cívicos, que ya venían oponiendo al régimen de la partidocracia que con tanto éxito, Chávez desmontó.

El desempeño del anterior gobierno, francamente insolente con distintas manifestaciones de la sociedad y groseramente vulnerador de las formalidades constitucionales, aunado con la aquiescencia del Tribunal Supremo de Justicia y demás órganos del poder público, generó el derecho a la desobediencia, resistencia y rebelión civil, que está consagrado expresa y generosamente en la Constitución de 1999 y que tuvo su síntesis real y humana en la jornada del 11 de abril.

Pero sin duda nos urge racionalizar el proceso de transición, debido a que el artículo 233 de la Constitución luce absolutamente inaplicable, pues de tenerlo en cuenta habría que nombrar como Presidente interino al actual Presidente de la Asamblea Nacional, ante la falta absoluta del Presidente (renuncia) y Vicepresidente de la República (revocado), que forma parte del régimen repudiado por la rebelión civil. Y como se trata de un fenómeno político generado de conformidad con los artículos 333 y 350 constitucionales, la Junta de Transición o de Gobierno, nombrado con el consenso de los diversos sectores de la sociedad civil, tendrá la obligación de poner en vigencia la Constitución y dictar las normas necesarias para la legitimación democrática de los distintos poderes, cuyos titulares fueron defenestrados.

El fenómeno político que vivimos los venezolanos, en resumen, es la consecuencia de la rebelión civil de la mayoría de los venezolanos debidamente homologada por la Fuerza Armada, la cual dio muestras de que no en vano sus integrantes han sido formados en democracia. Los militares no dieron un golpe de Estado, sólo hicieron lo que estaban obligados a hacer: respaldar una rebelión civil protegida por normas constitucionales.

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