Opinión Nacional

Venezuela: triunfos de la oposición

(AIPE)- La oposición venezolana ha logrado importantes triunfos que en buena medida han sido subestimados. Ello se debe a la inadecuada evaluación de la naturaleza de la revolución bolivariana y sus implicaciones. En Washington, en varias capitales latinoamericanas, en la OEA y hasta hace poco en Venezuela se ha visto con complacencia el llamado «proceso», y pocas veces ha sido percibido su potencial desestabilizador a nivel regional. Chávez ha contribuido a ese desdén, en parte por su estrategia de encubrimiento, por su falta de seriedad y por su incompetencia, que le han llevado a malgastar un enorme capital político. Esos recursos, administrados por un dirigente con la categoría política de un Castro –por ejemplo- podrían haber causado verdaderos tumultos en una América Latina acosada por sus fantasmas familiares.

Sin negar las limitaciones de Chávez ni el carácter anacrónico de su proyecto y sin olvidar la miopía de Washington acerca del peligro revolucionario, ha sido la oposición valiente de centenares de miles de venezolanos la que ha contenido los designios chavistas y casi doblegado la voluntad del caudillo. Es probable que ni siquiera esos venezolanos entiendan todavía a plenitud las dimensiones de su logro y es por ello que no miden tampoco la magnitud del éxito –todavía parcial- obtenido. No es mi propósito exaltar las cosas más allá de lo justo, pero creo cierto que el llamado «proyecto» ha sufrido serios reveses, que Chávez está severamente disminuido, y que la evidencia del fracaso de la revolución empieza a extenderse en nuestra sociedad. Si bien no es descartable la amenaza radical-autoritaria que constituye la médula del «proyecto», la misma ha experimentado una merma considerable frente a los diques de la resistencia civil.

Esta oposición ha actuado sin liderazgo ni conducción política, se ha movido por su voluntad y ha desplegado una decisión implacable, que asusta al gobierno y a quienes en Washington y en países «hermanos» hubiesen preferido que los venezolanos aceptásemos el recetario ortodoxo de la democracia mentirosa con la que Chávez engaña a los incautos. Washington sostiene que el régimen chavista es una «democracia» porque somos una nación latinoamericana: si Venezuela fuese un país de Europa Occidental, Washington jamás admitiría la patraña. Lo que ocurre es que para la América Latina existe un estándar distinto y exámenes diferentes. Además, Estados Unidos es un megapoder, con un margen de error que puede reparar rápidamente. Si se han equivocado con China y Rusia, ¿por qué no habrían de equivocarse con Venezuela? Al fin y al cabo, Chávez sigue enviando el petróleo. Y en cuanto a nuestros «hermanos» latinoamericanos y en la OEA: ellos le temen a lo que está pasando en Venezuela, a la ciudadanía activa peleando en las calles por su libertad. ¿Acaso no son la mayoría de los dirigentes políticos en nuestro continente unos demagogos fracasados? Para ellos, Chávez es un mal que los venezolanos buscamos y sólo esperan que algún milagro les impida contagiarse.

El triunfo, aún parcial, de la oposición se acrecienta cuando se toma en cuenta que no hemos contado con apoyo de la comunidad internacional ni interamericana; la actitud hacia lo que aquí ha acontecido estos años ha sido una mezcla de ceguera y condescendencia, en especial de parte del sector izquierdista en el Departamento de Estado. Lo que hemos logrado ha sido el producto de nuestros propios esfuerzos, sin respaldo de nuestros presuntos amigos. Por ello debemos tener claro que lo que tengamos que hacer para salvar nuestro país es cuestión que sólo nos compete a nosotros: no tenemos que pedirle permiso a nadie ni ello debe quitarnos el sueño. No nos ayudaron cuando debían hacerlo; que no esperen nuestra gratitud cuando no la merecen.

Lo anterior lo he dicho para colocar las cosas en adecuada perspectiva. La impaciencia es mala consejera y algunos empiezan a desanimarse pues la lucha no pareciera rendir frutos decisivos. Esto llegará en su momento y debemos perseverar. Ahora se vislumbran dos desafíos para la oposición: el primero tiene que ver con la coherencia del liderazgo y el imperativo de proporcionarle conducción a la resistencia civil que se avecina. El segundo se refiere a la necesidad de transmitir al país una visión de futuro incluyente, que permita la identificación de la mayoría y que haga posible un consenso sólido en cuanto a la transición y el diseño institucional de una nueva República. Si ya logramos contener el proyecto chavista, también podremos derrotarlo definitivamente.

* Profesor de ciencia política, Universidad Simón Bolívar.

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