Venezuela: ¿ Un presidente y veintitrés primeros ministros?
Los resultados de las elecciones presidenciales del pasado Domingo 6 de Diciembre parecen indicar que el pueblo de Venezuela apoya la propuesta de «Refundar la República». En relación con una de las causas que indujeron a este proyecto, algunos prominentes políticos y politólogos, entre otros, han propuesto la creación del cargo de Primer Ministro para que éste colabore con el Presidente de la República en la «gobernabilidad de Venezuela». Esta propuesta, pese a los conocimientos que sus ponentes tienen sobre el tema, podría ser, sin embargo, que no esté relacionada con la experiencia que el pensamiento político venezolano ha venido desarrollando desde 1810 hasta nuestros días. De ser así, la propuesta sería inaplicable en nuestra realidad política.
Una reflexión sobre nuestros hechos históricos y sobre la realidad actual, deja la impresión que el hombre venezolano contemporáneo, producto de su Historia, tiene la tendencia a ser gobernado por un Presidente y por veintitrés Primeros Ministros. No obstante, esta deducción pareciera que no es acorde con la trascendencia que está implícita en el proyecto de transformación de la esencia institucional de la Nación. Pero, examinemos las premisas que originaron a esta tesis: los argumentos sobre la creación de la figura de un primer ministro se fundamentan, especialmente, en experiencias políticas europeas. En general, ese muy alto funcionario, en los sistemas políticos parlamentarios europeos, no es designado a «dedo». Por lo contrario, un primer ministro, en su generalidad, es el máximo dirigente del partido político que ha recibido la mayor cantidad de votos en los comicios nacionales. Siguiendo este mismo modelo, los Primeros Ministros de Francia, de Australia, de Japón, de Alemania, de Suecia, etcétera, son líderes populares y, como tales, son la carne y el verbo de sus propias ideas políticas. El pueblo, por su parte, decide, en las urnas electorales, sí las ideas políticas que propusieron correspondieron con la realidad.
La tesis denominada «la gobernabilidad de Venezuela» pudiera originarse en otros factores, distintos a la existencia de otro alto funcionario en gobierno nacional. En efecto, en nuestro sistema presidencialista venezolano, el pueblo, identificándose con su historia, deposita su confianza en su presidente, y sólo el pueblo, como está previsto en los regímenes democráticos y como lo demostró el pueblo venezolano el 4 de Febrero de 1992 y el 6 de Diciembre de 1998, puede revocar el poder a sus líderes. Esta íntima relación existente entre el pueblo y su líder, hacen que el Presidente de la República tenga siempre la responsabilidad. Por tanto, sí el presidente y los miembros de su gabinete muestran incompetencia, un primer ministro, de libre nombramiento y remoción, tampoco sería un aval para expresar las políticas del gobierno, como tampoco generaría la confianza necesaria para coordinar la administración pública. Todo lo contrario, este alto miembro del Ejecutivo Nacional pudiera convertirse en otra «carga burocrática».
Sí tomamos como modelo a la experiencia del semipresidencialismo francés, nos encontraríamos que esta forma corporativa de gobernar no coincide con los valores políticos que han venido conformando al pensamiento del hombre venezolano desde su nacimiento en 1810. Por tanto, se podría presumir que la experiencia francesa, en forma específica, tampoco es aplicable a nuestra realidad política actual. Sin embargo, las recién pasadas elecciones venezolanas, para elegir al Presidente de la República, a los veintitrés gobernadores de estados y a los representantes al Congreso Nacional, han dejado la impresión de que los métodos «bárbaros» para elegir a los gobernantes, en el siglo pasado, han sido corregidos. Los métodos para la concertación entre las distintas ideas políticas que pugnaron en la Venezuela desde 1859 hasta 1863 (especialmente) han dejado una experiencia histórica que no queremos repetir. El tiempo ha transcurrido, pero el pensamiento venezolano no ha permanecido estancando. Los valores políticos que, lamentablemente desencadenó la Guerra de la Federación, han tenido una evolución propia. En consecuencia, la conciencia política que eligió, a sus gobernantes y a sus legisladores regionales en las elecciones del 8 de Noviembre de 1998, esta conformada por sólidos valores democráticos. El 6 de Diciembre de 1998, como síntesis de esa evolución, nos lleva a la proposición de que en Venezuela, los ciudadanos eligen a sus gobernantes, después que los identifican como sus líderes.
Permítanme una definición del concepto «líder», como un medio que facilitaría establecer la diferencia entre la experiencia política francesa y la experiencia política del hombre venezolano. «Sin liderazgo no hay foco alrededor del cual puedan reunirse los individuos para formar un grupo» (cita de Luis Beltrán Prieto Figueroa, El Maestro como Líder). El liderazgo es una característica de la naturaleza del hombre venezolano, quien siempre ha estado, con fe, detrás de un líder. El Libertador Simón Bolívar es un líder que aún existe y entorno a él nació la República. José Antonio Páez, Ezequiel Zamora, Rómulo Betancourt, Rafael Caldera, Carlos Andrés Pérez son líderes que han inducido a los venezolanos de todos los tiempos para que les sigan. Estos fenómenos muestran que el hombre venezolano siempre se ha agrupado entorno a un hombre que identifica como su líder.
La relación entre el hombre venezolano y su líder y la realidad expresada en el concepto político nacional «oposición por oposición» podrían invalidar la presencia, en el Gabinete Ejecutivo nacional, de un Primer Ministro con atribuciones similares a la del Premier francés. En Venezuela, la realidad política histórica ha demostrado que dos líderes no pueden «cohabitar». El Presidente de la República de Venezuela, siguiendo el curso de la Historia, no limita, ni comparte su poder. En Venezuela, la historia muestra que el poder se delega, pero no se divide.
La conclusión podría inducir que la figura de un primer ministro no se ajusta a los valores políticos venezolanos. Pero, ¿por qué la propuesta de veintitrés primeros ministros? Veamos: la realidad inmediata de la experiencia política venezolana ha evidenciado que los dos últimos presidentes que ha tenido la Nación, por coincidencia, fueron reelegidos y han terminado, en sus segundos períodos presidenciales, con un alto índice de rechazo popular. Al respecto, se podría considerar que la realidad venezolana, durante esos dos períodos gubernamentales, se manifestó en forma caótica, desordenada, carente de armonía. Si consideramos, también, que el pensamiento político obra con el fin de crear armonía entre los hombres. Entonces, se podría deducir que las respuestas, que estos presidentes dieron a los venezolanos, no se concilió con las necesidades del hombre.
En esta misma relación, Carlos Tablante, Ramón Martínez, Enrique Mendoza, Henrique Salas Römer han sido líderes regionales que, con una visión política moderna y con conocimientos inmediatos de sus respectivas regiones, han respondido satisfactoriamente a sus seguidores y por tales razones, fueron reelegidos. El líder regional es una cualidad del hombre venezolano cunsubstancial con la realidad de cada región; las elecciones regionales son su único campo de batalla y la descentralización es un fundamento ideológico que surge de esa realidad. Coincidiendo con esta propuesta, el 8 de Noviembre de 1998 no fue una mera repetición del trauma de la Guerra de la Federación, sino la superación política del sí mismo venezolano. El proceso, en su conjunto, buscó un fin último, la consolidación, mediante el voto popular, directo y secreto, del líder regional. El 6 de diciembre de 1998, por su parte, es la tendencia constante del hombre nacional para desarrollar sus capacidades humanas identificados con el genticio venezolano. La Historia de Venezuela, así lo ha demostrado. El 6 de diciembre de 1998, las ideas políticas que regulan la conducta del venezolano, con un definido sentido democratico y de amor por la libertad, consolidó al presidencialismo, porque el presidente «es un sentimiento nacional». Pero, ¿podrían cohabitar unos líderes regionales, que han recibido un mandato del pueblo para que administre sus provincias respectivas, con un gobierno central, que también ha recibido un mandato popular para que dirija al Estado nacional? Hasta el momento, salvo algunas diferencias entre sí, han cohabitado. Pero, ¿por qué han podido cohabitar? Como respuesta, propongamos la premisa siguiente: Ambos gobernantes tienen responsabilidades distintas.
Buscando claridad en esta respuesta, nos encontramos que, ciertamente, ambos gobernantes, consecuentes con la Ley, tienen facultades diferentes. En realidad, las facultades de los dos mandatarios se diferencian, entre otras, por la extensión territorial que alcanzan las mismas. En efecto, el Presidente de la República, constitucionalmente, tiene jurisdicción, en todos los aspectos, sobre todo el territorio de la Nación. El Gobernador, siguiendo el ordenamiento jurídico, sólo puede actuar en su Estado. Pero examinemos ambas competencias y hagámonos las siguiente interrogaciones: ¿qué ha ocurrido con los Presidentes de la República? ¿Por qué ha surgido la consigna: «legitimar los poderes públicos»? Estas interrogantes, parecieran conducir a la idea de que la necesidad de «rehacer la democracia» no fue ocasionada por el poder regional. Y, sí examinamos la actuación de los dos presidentes que han sido reelegidos, nos veríamos obligados a preguntarnos ¿por qué han gobernado en el segundo período con un extremo alto índice de impopularidad? Este fenómeno podría inducirnos a pensar que el problema, en una primera instancia, pareciera que centra su foco de atención en el poder central. Contrariamente, a partir de la elección popular de los gobernadores, muchos de ellos han sido reelegidos. Pero, ¿por qué fueron reelegidos? Podríamos sugerir que Ramón Martínez, Carlos Tablante, Didalco Bolívar, Henrique Salas Römer, Enrique Mendoza, etcétera, fueron reelegidos porque ellos respondieron a sus electores; también podríamos llegar a deducción que gobernar una región, la cual tiene características propias, es menos complejo que gobernar a veintitrés entidades regionales. De ser cierta esta última conclusión, entonces, la «gobernabilidad» de Venezuela sería facilitada por un Presidente de la República (con su Consejo de Ministros) y veintitrés gobernadores con facultades administrativas más amplias. Esta tesis esta relacionada con nuestra Historia de Venezuela, la cual contiene toda nuestra experiencia política y nos muestra que los líderes regionales son realidades históricas innegables.
En conclusión, ¿Será posible que en una nación, cuya experiencia política se fundamenta en la idea de «oposición por oposición», puedan cohabitar un presidente de derecha y un primer ministro de izquierda? Las respuestas pudieran ser variadas. Una de ella pudiera ser: los Presidentes han cohabitado con los Gobernadores (electos por votación popular), sin que cuente el color de la divisa política. Considero, en este sentido, que Venezuela existe como Nación y como cultura: Todos los venezolanos amamos a Simón Bolívar y nos sentimos orgullosos de nuestra historia; cuando escuchamos al ¡Gloria al Bravo Pueblo!, sentimos emoción; nuestra bandera, con sus siete estrellas, la llevamos en el corazón; a los veinticuatro millones de venezolanos nos fascina el joropo; comemos la arepa, el pabellón criollo y, en la Navidad, no faltan las «multisápidas» hallacas. Simplemente, existen elementos cotidianos concretos que evidencian la existencia de sólidos valores culturales venezolanos. Este fenómeno antropológico-cultural sugiere que, antes de buscar ideas en otras realidades, veamos con nuestros ojos y toquemos con nuestras manos a nuestra propia realidad. En esta relación podríamos encontrar que Venezuela, unida en torno a su presidente, y cada estado, como una entidad administrativa sectorial regida por un Gobernador, sigan fiel al amarillo, al azul, al rojo y a las siete estrellas. Este fenómeno, en lo político, pudiera conducir a la propuesta de que Venezuela debería tener un Presidente y 23 Primeros Ministros. Esta propuesta, en cambio, no es recomendable. Pues, el término «primer ministro» no es inteligible por nuestros valores políticos. No obstante, encontramos que el signo «gobernador» corresponde con la realidad. En efecto, un Presidente y veintitrés Gobernadores es la realidad política actual. Pero, esa realidad política, acorde con la experiencia, no ha dado la respuesta adecuada. Ha sido evidente y no podemos dudar que la intencionalidad de los Presidentes de Venezuela ha sido dar respuesta positiva a las realidades que requieren ser transformadas. Entonces, ¿qué ha ocurrido? ¿Será que la realidad es tan compleja que supera el esfuerzo de un solo hombre? Posiblemente, antes de dar un paso con la creación del cargo de Primer Ministro para facilitar la «gobernabilidad de Venezuela» -proposición a prioiri que no sigue el sentido de la evolución política del ser venezolano-, ¿no sería conveniente revisar las facultades generales atribuidas al Presidente de la República y las facultades sectoriales atribuidas a los Gobernadores?
E-Mail: [email protected]