Opinión Nacional

Venezuela y la tiranía del statu quo

(AIPE)- Milton Friedman utilizó el término la tiranía del statu quo para referirse a grupos de presión que han hecho una gran inversión en el ordenamiento existente y, en consecuencia, luchan con todas sus fuerzas contra los cambios, por más ineficientes e injustas que sean las reglas actuales. Es decir, siempre hay grupos beneficiarios del orden existente y estos suelen ser poderosos por haber penetrado al gobierno, por su acceso a los medios y a intelectuales opuestos a adoptar nuevas reglas. El contubernio de los grupos de presión y funcionarios públicos induce lo que he denominado como la inercia del statu quo.

La estafa, la flotación libre del bolívar, de la cual somos víctimas los venezolanos prueba que muy poco ha cambiado. Estamos reviviendo los episodios de reducción salarial de Carlos Andrés Pérez y Rafael Caldera. Sufrimos nuevamente una perversa redistribución de riqueza, de los asalariados hacia el Estado y a los empresarios. Esto sí es un “neoliberalismo salvaje” y no es mera coincidencia que el FMI le ha dado su visto bueno a la confiscación que el presidente Chávez acaba de hacer a favor de los ricos y en contra de los pobres. Así se va a esfumar la poca popularidad que le queda porque la ciudadanía no perdona el robo de los frutos de su trabajo, aunque tenga visos de legalidad y la percepción de inevitabilidad que fomentan algunos economistas.

Para evitar estos salvajismos necesitamos un conjunto de reformas institucionales integrales. En primer lugar, hay que abaratar el costo de la actividad empresarial en Venezuela, revisando impuestos, regulaciones, flexibilidad laboral, calidad de servicios públicos, capital humano, tasas de interés e infraestructura legal a las que se enfrentan nuestros empresarios. En segundo lugar, a los empresarios hay que ponerlos a competir y la mejor forma es a través del libre flujo internacional de bienes, servicios y capitales. La competencia genera un proceso de creación destructiva que propicia la asignación eficiente de recursos hacia las actividades donde tenemos ventajas comparativas. Finalmente, el sistema cambiario de bandas tenía sus días contados. Hubiera sido mucho mejor dolarizar para generar estabilidad. La estabilidad no es todo, pero sin estabilidad no hay nada.

Es verdad que la dolarización es un sistema rígido, pero más eficiente. Es decir, resulta mejor que las empresas inviables quiebren y que los recursos liberados se orienten a sectores que sí son competitivos, en lugar de “salvar” los dinosaurios industriales mediante una devaluación que reduce los salarios.

Chávez, al igual que los gobernantes venezolanos anteriores, es víctima de sus propias contradicciones e incoherencias que en buena parte emanan de su visión socialista. Por otra parte, ha cedido ante la presión de algunos grupos privados buscadores de renta. Prueba de lo segundo es el aval de Fedecámaras y la Asociación Venezolana de Exportadores a las medidas que empobrecen a los venezolanos. Mi apreciación es que Chávez les dio lo que tanto anhelaban y por tanto habrá un tono más conciliatorio hacia el gobierno por parte de los organismos empresariales. Estas organizaciones cuentan con la justificación intelectual de colegas economistas, quienes coinciden en que las medidas van en “la dirección correcta” o “son positivas para sincerar el tipo de cambio”.

En la Universidad de Chicago he estudiado y comprendido la influencia de los grupos de presión en la toma de decisiones económicas. Existe una literatura cada vez más abundante en esta área, en buena parte originada por aportes de profesores de esta universidad. Recientemente me comentaba el profesor Gary Becker que un elemento neutralizador de los grupos de presión es la competencia entre ellos, la cual es muy grande en Estados Unidos. Esa competencia contribuye a que las decisiones gubernamentales tiendan a favorecer los intereses de la mayoría de los ciudadanos.

Termino con un pensamiento de Nicolás Maquiavelo, quien es el verdadero precursor de la economía política: “No hay nada más difícil de emprender, más peligros de conducir que asumir el liderazgo en la introducción de un nuevo orden de cosas, porque la innovación tiene como enemigos a todos aquellos que lo han hecho bien bajo las antiguas condiciones y tibios defensores aquellos que lo harían bien bajo las nuevas”.

* Instituto de Estudios Superiores de Administración (IESA) y Universidad de Chicago.

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