Opinión Nacional

Viviendo con la mafia

El distrito Metropolitano en el primer trimestre de 2006 registró once mil delitos. El estado Carabobo lo sigue, con una concentración de casos evidente en Valencia, con 5.281. Luego viene Aragua con 4.612, Miranda con 4.449 y Bolívar con 4092. El aviso de media página es una estadística del ministerio del Interior y Justicia, que se ha convertido en una pieza de propaganda electoral.

Los habitantes de Caracas, Valencia, Maracay, Maracaibo, sufren una ola de violencia abierta y cotidiana que aumenta desde hace veinte años. 26 muertos en un fin de semana en Valencia o en Caracas, no son cosa rara. Los reporteros de sucesos redactan títulos que incluyen cifras de muertos “de las últimas doce horas” y notas donde se expone como causas del deceso, el “enfrentamiento entre bandas” o la “resistencia al atraco”. La víctima se cruzó en la línea de fuego, se asomó a la ventana en mala hora , se movió de una manera que no le gustó al ladrón. Iba a buscar una medicina a la farmacia y lo encontraron muerto de una puñalada. Ya la cosa se siente hasta normal. Como estrategia de supervivencia individual elemental, uno puede esconder los objetos de valor, no asomarse a la ventana, olvidarse de ponerse anillos, pulseras, cadenas o zarcillos, pero ¿que hay cuando la estrategia consiste en conocer las bandas de la cuadra, saber cuando tienen “ una culebra” para no atravesarse en un enfrentamiento y evitar cuidadosamente llegar a casa después de las siete de la noche?. Los toques de queda en los barrios como Nueva Tacagua empiezan mas temprano, a las cuatro de la tarde.

Las características de la incontrolable violencia venezolana vienen siendo estudiadas por Luis Pedro España, quén en 1993 explicaba en SIC sus características: tiene un alto componente ritual, es decir que se ejerce como un fin en si misma y no solamente para alcanzar objetivos económicos o políticos, es caótica, por lo cual carece de sentido estratégico o de modalidades de organización en torno a ejes que la regularicen. Es impredecible, puede sorprender en cualquier lugar o tiempo y desproporcionada, tanto por que la reaccion es desmedida comparada con el estimulo inicial o porque aparece sin explicación. Cada vez menos hay mecanismos sociales que resulten efectivos para contenerla . Es mas, el crimen, la ilegitimidad, la ilegalidad, el tráfico de drogas se han vuelto mecanismos de ascenso social mas rápidos y efectivos que la educación si se le entiende vinculado solamente a la posesión de bienes.

La convivencia con el criminal declarado es cosa de todos los días, tanto como con quiénes se mueven entre la legalidad y la complicidad: el aguantador, el policía que chapea al inocente y comparte ganancias con el asaltante, el empleado que da pistas para que roben un depósito, los “campaneros” que avisan cuando llega la policía, el vecino que se presta para guardar droga o armas.

Se trata de la violencia cotidiana que se subregistra porque no snos conmueve como los grandes crímenes. Esta violencia diaria tiene otros efectos: mina la capacidad de respuesta social, sustituyéndola por el miedo, el aislamiento, la incomunicación, la desconfianza.

Hay respuestas básicas en nuestras grandes ciudades. En los sectores populares se acentúa el encierro territorial, la vida en los guettos en los que a veces se convierten los barrios superpobres. donde cuesta demasiado dinero salir, el trabajo no compensa los gastos del pasaje, los zapatos, la ropa, la comida. Muchas de las mujeres de estas zonas, embarazadas tempranamente y con dos o tres hijos a los veinticinco años, se quedan dentro de la casa y del barrio. para siempre.

Las jóvenes que se mudan a la periferia que provienen de grupos pobres en ascenso o clase media empobrecida, y trabajan en la ciudad, son otro grupo que paga un alto costo de salud mental y física, por el tiempo eterno que se les va en su traslado al trabajo, la disminución el tiempo libre y el aislamiento de su familia. Su relación es más con los compañeros de trabajo y con los intereses y metas que con ellos comparten, que con los problemas de su casa.

En estos dos grupos que se encuentran con frecuencia fragmentados, separados uno del otro, aunque vivan al lado, en las ciudades y su periferia, aumentan los venezolanos que no están unidos por la idea de la pertenencia a una nacionalidad, por el respeto a un conductor político, por la búsqueda de la libertad o de la igualdad, sino por la idea fija de encontrar estrategias inmediatas que le permitan ganar dia a dia una hora mas de sueño, una hora menos de colas, un cupo para sus hijos, un “tigre” que les permita redondear la quincena, un aumento que le permita mudarse del centro de Caracas, comprarse una nevera nueva, reparar los baños o pagar una deuda.

La moneda corriente en las grandes ciudades venezolanas es la frustración, la agresión, la incredulidad en el manejo honrado de las instituciones por ningún gobierno y la creencia en que es imposible que alguna vez alguien pueda lograrlo en Venezuela , aunado a una honda desilusión del país. En realidad ese asunto se les está haciendo cada vez mas lejano, un problema del que no hay necesidad de ocuparse , porque no hay posibilidad de que se pueda cambiar.

Hay un tercer fragmento de población en situación en situación de increíble carencia y desgracia, los damnificados, sector en crecimiento por los deslaves, el colapso del viaducto a La Guaira, las lluvias o el simple desplome de estructuras. A ellos, las tensiones, el desarraigo, la segregación por el rechazo de muchos a la marginalidad, los han hecho reaccionar como cualquiera que se enfrente a una emergencia vital , disparándoles todas las alarmas y haciendo que condicionen apoyos, organización y metas generales a la solución de su inmediato problema personal.

Son ellos, a quiénes los conductores politicos de hoy se dirigen para pedirles el voto. Los ofrecimientos crudos de esta campaña, que ofrecen simplemente supervivencia, dan cuenta de que saben con quiénes tratan. Lo que no parece tan claro es que sepan a lo que se enfrentan.

Para el año 1936 , de las cincuenta ciudades mayores de Venezuela, solo tres tenían mas de
50.000 habitantes. En el 55, sesenta y cinco por ciento de la población se ubicaba en ciudades de sólo 8000 habitantes. En el año noventa, las cincuenta ciudades venezolanas mas grandes tenían mas de 50.000 habitantes. Hoy 92% de la poblaciòn venezolana vive en ciudades de mas de 10.000 habitantes y segun el último censo, hace seis años, hay cuatro ciudades que tienen mas de un millón de habitantes, sometidos a vivir en sitios precarios, con infraestructuras deterioradas. La mitad de los trabajadores de esas ciudades pertenecen al sector informal, es decir que viven sin prestaciones, sin seguridad social, muchos en la calle, vendiendo mercancía. Todos, sometidos a la violencia, la declarada y la soterrada, Viviendo con la mafia.

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