Opinión Nacional

Vivir con decencia

“Que te compren no me extraña
que te vendas… ¡eso sí!
y lo que menos comprendo
es que no te extrañe a ti.”
Augusto Ferrán

TODA LA SOCIEDAD ES TEATRO

La Academia define la decencia como “aseo, compostura y adorno”. El diccionario Vox, más expeditivamente: “respeto interior a las buenas costumbres y a las conveniencias sociales”, una definición que bien mirada, es bastante indecente. Aquí nos referiremos fundamentalmente al concepto de decencia como sinónimo de dignidad: Vivir con decencia. Como vivía aquel jornalero andaluz sin trabajo que contestó, “En mi hambre mando yo”, cuando le fueron a proponer que hiciese algo que él consideraba indecente.

Se ha procurado asimilar léxicamente lo indecente a lo verde.. La decencia, como alusión de relatividades sociales, es un matiz de salón y la calificación de verde debe venir de la timidez y susto con que los hombres de salón encaran los frescos valores del medio rural. Se asustan de lo verde, como del sol y del aire libre. Hay decencias que no tienen mucho más valor que las gafas de color. Por eso el pueblo que no alude nunca sino nombra, que se familiariza fácilmente con el verdor campesino no es nunca indecente.

La tabla valorativa de la “decencia” es documento precioso para conocer las entretelas del convencionalismo social. Creer que los niños venían de París o que los traía una cigüeña, fueron carteles de blasón de la decencia. Puede llamarse indecente la falda corta, y no la usura larga; el escote bajo, no el enriquecimiento rápido de algunos cargos públicos.

No cabe duda que la codicia, el engaño, el fraude, el interés, circulan por nuestro país mucho más expeditivamente al no ser aludidos y denunciados por ninguna previa repulsa de “indecencia”. Hay enormes indecencias éticas que transitan por el mundo a los ojos de todos. Todo lo que no podía exhibirse en un vestido, puede exhibirse tranquilamente en un negocio. ¡Y no acude ningún guardia para advertir que se está faltando a la decencia pública! Se baja la voz para decir en Consejo de Administración de una fábrica de material de guerra: “hace falta que todo vaya peor, para que el negocio pueda ir mejor”. Con la misma pluma que se escribe las mejores palabras populares, se redacta la “letra chica” que, al dorso de un contrato, anunciará las mil formas de no pagar lo que se promete en la letra gorda. Hay una sutil indecencia de mínima tipografía que se desliza como un reguerillo de hormigas, advirtiendo que las empresas no se hacen responsables de que el tren no llegue, la luz no arda o le roben a uno el dinero. Y el político es indecente prometiendo lo que sabe que no va a cumplir; el contratista revisando su presupuesto de hace unos escasos meses o pagando comisiones al no menos indecente cargo público…

Todo el mundo es espectáculo de sí mismo; toda la sociedad es teatro. A muchas leyes, a bastantes negocios y a demasiados contratos se les debe poner públicos reparos. Son muchos los reductos sociales que todavía no son aptos para menores y que no son ni discotecas, ni cines, ni teatros… Habría que adecentar la sociedad para no tener que llenar el país de carteles que prohiban la entrada a esos reductos sociales a todos aquellos ciudadanos que quieran vivir decentemente. Y como dijo el poeta: “Que aquí ninguno se siente, / y el que se venga a sentar, / se porte como la gente”.

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