Opinión Nacional

Voto electrónico

En los Estados Unidos tiene lugar desde hace varios años un proceso de
indagación y evaluación de las máquinas electrónicas de votación. Los
principales hallazgos de estudiosos universitarios tan prestigiosos como
los de Princeton, han determinado que máquinas supuestamente inviolables
en cuanto a la integridad de la voluntad expresada por los votantes en
las pantallas de votación no son tales. Que por el contrario, las
posibilidades de alteración técnica y sin rastro de la voluntad
electoral son reales, existen, son explotables y utilizables, por gente
de adentro o de afuera del proceso comicial, incluyendo actores y
maleantes electorales. No es meramente un problema de software, sino
incluye asuntos de arquitectura de las mismas máquinas. Y afirman que
cada nuevo software o cada nueva máquina debe ser auditada con
anterioridad, lo cual no es sencillo ni rápido, contra cualquier
posibilidad de intervención exógena. Sus conclusiones señalan que en el
estado actual de la técnica, es muy difícil tener un instrumento
electrónico que garantice fiabilidad y transparencia en un grado tal que
evite totalmente la intervención maliciosa.

La votación electrónica amenaza convertirse en una moda perniciosa en
todo el mundo. Los ingenuos fans de la automatización creen haber
encontrado el instrumento para conteos veloces y veraces de la voluntad
del electorado, por encima de la intervención humana. Quienes han
estudiado el asunto con más detenimiento y experticia, tienen serias
dudas respecto a esta feliz y supuesta solución. Estos expertos de
Princeton (A.J. Feldman, J.A. Halderman y E. W. Felten), y varios de
otras instituciones, vienen diciéndolo de diversas maneras y con
diferentes enfoques desde hace varios años. En Venezuela, caracterizada
por expertos de mercadeo como un país particularmente suspicaz en
materia de nuevos productos deficientes, los votantes han venido
rechazando el voto electrónico como veraz, por intuición y por formación
estructural de su psiquismo.

Al mundo político este desafío a lo que aparenta ser la solución al
fraude electoral, le plantea un problema de dimensión suprema, a nivel
universal. Para los ingenuos, si cabe decirlo del mundo político, es una
manera de resolver problemas de logística de control electoral que
cuestan dinero y demandan maquinarias de gente involucrada en la
auditoria comicial. Para otros, más irresponsables y menos preocupados
por la pulcritud real de los comicios, el voto electrónico ofrece una
oportunidad para hacer sin ser vistos lo que Stalin decía era el meollo
de una votación: que uno cuente sus votos sin participación del
adversario. Desnaturalizar el voto de esta manera constituye sin duda la
destrucción de la democracia y de la libertad.

En Venezuela el voto electrónico se ha impuesto desde el poder, como
falsa panacea. Para un régimen que quiere controlar la vida de todos,
que le tiene fobia a la libertad de los demás y que demuestra una
autosuficiencia maniquea y enfermiza, contar los votos por vía
electrónica es el camino al paraíso. No importa lo que digan las
encuestas, mucho menos los focus groups.

Realmente, cuesta creer que un régimen que desconoce resultados
electorales en otro país, como México, puede llegar a reconocer
resultados en su propio patio si le son adversos. Este es el drama real
del combate democrático en nuestro país, respecto al cual todavía no
está claro si prevalece la conciencia o la conveniencia en algunas
esferas diligénciales de la oposición.

Los expertos extranjeros aconsejan para el voto electrónico la impresión
de boletas de votación y conteo manual de las mismas, como única
garantía de transparencia y confiabilidad. No de un porcentaje de las
urnas; de su totalidad. En el fondo, recomiendan la no utilización de
estas máquinas en elecciones. Algo parecido a lo que el Seniat no
permite en Venezuela, como es la lotería electrónica, por no ser
confiable ni verificable. La inversión multimillonaria en sofisticadas
computadoras electorales termina, en este caso, sirviendo sólo para
tener como cajas registradoras que emiten un comprobante, al cual hay
que mirar, verificar y contar de todas formas. Otro despilfarro.

En Venezuela se ha recomendado y exigido lo mismo, sin que hasta la
fecha se haya conseguido. Ha habido quienes piden como singulares
elementos indispensables del proceso electoral que se avecina el conteo
manual de todas las boletas de votación y la presencia de cuadernos de
votación en físico, que sean auditables y contrastables con la
totalización respectiva. En este punto, los expertos extranjeros no
están diciendo nada nuevo a los públicos locales, y es aquí donde parece
radicar la esencia del asunto. Ojalá ciudadanos y candidatos puedan
coordinar lo necesario para asegurar un escrutinio transparente y evitar
una trampa, que en verdad sea dicho, puede también perfectamente
originarse desde afuera del CNE.

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