Opinión Nacional

Who’s afraid of Hugo Chávez?

Los todavía desconcertados representantes y usufructuarios de todo el largo y sin duda fracasado periodo político conocido como “puntofijismo”, siguen rompiéndose la cabeza buscando la fórmula mágica para callarle la boca y bajarle los ánimos a Hugo Chávez.

Pero en la realidad política, de Venezuela y de cualquier país del mundo, que es siempre el reflejo directo de una realidad social, no existen genios milagrosos ni fórmulas mágicas; después de todo, para ser mago hay que ser muy hábil y muy bien entrenado.

Los problemas de esos representantes del “puntofijismo” comienzan por no entender que esa palabra, convertida en concepto sociopolítico, no se limita a los militantes de los partidos signatarios del pacto en la feísima casa de Rafael Caldera en 1958, sino que incluye todo un estilo de vida y de pensamiento. Tan “puntofijistas” como el dos veces mal presidente son, por ejemplo, los dirigentes de Fedecámaras y otros gremios empresariales, algunos dirigentes eclesiásticos como el ahora silencioso (¿o silenciado?) Cardenal Lebrún, casi toda la dirigencia sindical que integra la CTV, la CUTV y CODESA y los dueños y altos ejecutivos de los medios de comunicación.

“Puntofijista” es la señora Irene Sáez, el alumno de Yale y jinete Henrique Salas Römer y los gobernadores de Monagas, Carabobo y Yaracuy, por ejemplo, pero en cambio no lo son ni Enrique Mendoza ni el llamado “Cura” Calderón, como tampoco lo fue Rómulo Betancourt, porque, como digo, el “puntofijismo” no es una militancia sino una forma de pensar. “Puntofijistas” son el MAS y PPT, partidos clientelares y negociadores de cuotas de poder, pero no así la Causa R en sus orígenes.

El otro problema de esos “puntofijistas” es su permanentemente demostrada incapacidad de sacrificar intereses y proyectos personales y grupales en aras de un objetivo mayor, algo que si tuvo el coraje y la frialdad de hacer siempre Betancourt. Una vez firmado el famoso Pacto por Rómulo Betancourt, Jóvito Villalba y Rafael Caldera, los “puntofijistas” empezaron a labrar su propia ruina.

El Pacto de Punto Fijo nació por la conciencia clara que tenía Rómulo Betancourt en 1958 de que no le iba a bastar con ganar las elecciones ese año, sino que necesitaría presidir un gobierno que resultase creíble para toda la población, para lo cual no debería parecer compulsivamente adeco sino producto de un acuerdo nacional, lo cual a su vez le daría fortaleza social y política suficiente para enfrentar los ataques simultáneos que le vendrían de la derecha empresarial y militar furibundamente antiadeca, y de la extrema izquierda comunista que planeaba ya un país engranado con los objetivos de la Unión Soviética.

Betancourt conocía las debilidades emocionales y desorganizativas de Jóvito Villalba, y la dureza implacable de Rafael Caldera; un estado democrático sólido requiere de una oposición aparentemente activa y confiable, pero esa oposición no podía basarse en el Partido Comunista ni en la URD de entonces. Betancourt se convirtió, entonces, en el verdadero inventor del que llegó a convertirse en el segundo partido del país, Copei, que, para 1958, no tenía militancia suficiente y ni siquiera un pasado de rebeldía contra la dictadura de Pérez Jiménez, con escasas excepciones como Lorenzo Fernández, Hilarión Cardozo, Pedro Pablo Aguilar y algún otro en comparación con el innegable martirologio de adecos y comunistas.

Para cuando el Pacto de Punto Fijo se hizo trizas, cinco años después, ya el Partido Comunista era ilegal y estaba escondido, la guerrilla comunista arrinconada y sin penetración popular, la subversión de derecha controlada y URD convertida en un grupo decreciente y sin sabor especial. Pero también Acción Democrática y Copei habían comenzado su transformación, de grupos ideológicos a maquinarias electorales. Allí empezó su mutua destrucción.

Si Lorenzo Fernández hubiese ganado las elecciones de 1973, el país se hubiese ahorrado la locura derrochadora y sin conciencia de Carlos Andrés Pérez, se hubiera mantenido la dignidad del gobierno y Copei hubiese afirmado la ideología socialcristiana.

Pero ganó Pérez contundentemente y estalló la vorágine consumista y de la sobrevaloración del dinero por encima de la conciencia y el honor, mientras en Copei se abría paso la corriente herrerista que terminó por destrozar al partido.

Todo ello fue aceptado por el país, hay que reconocerlo, y tiene razón Chávez cuando dice que todos tenemos parte de la culpa. Hugo Chávez no llega al poder ni por ser militar ni por ser golpista ni porque habla bien; llega a Miraflores porque Morales Bello pidió la muerte para él y lo conformó como mártir, y porque Rafael Caldera buscó su propia nueva oportunidad justificándolo y lo estableció como la alternativa legítima.

Hugo Chávez llega al poder porque los adecos, esa absurda, injusta, inmoral maquinaria electoral manejada por Alfaro Ucero con criterio desfasado, torpe y egoistamente le cerraron el paso a Claudio Fermín y le dieron la oportunidad a un desgastado y ya carente de originalidad Rafael Caldera, y porque la imagen de éste de profesor, intelectual, honesto a toda prueba, le falló rotundamente al país.

Si Fermín carecía de partido que lo respaldara, si los partidos “puntofijistas” sólo pudieron ofrecer opciones en las cuales nadie podía creer, si la por un momento fresca y renovadora Irene Sáez permitió ser devorada por el mismo “puntofijismo”, y si el respetado Caldera se pasó cinco años dejando que el país se le terminara de caer a pedazos, sólo quedaba una opción: Hugo Chávez, quien sólo prometió en verdad rescatar la dignidad y el sentido de justicia del país.

Esto es lo que los “puntofijistas” de hoy no están entendiendo. Que Chávez es el castigo del pueblo contra los pésimos y falsarios gobiernos que ellos mismos ejercieron y defendieron y de los cuales fueron cómplices; que Hugo Chávez es creíble y deseable para esas masas porque es como ellas creen que debe ser un líder, porque dice lo que ellas piensan, porque actúa como ellas quieren, porque es enérgico y altisonante como a ellas les gusta y porque representa la muerte trágica del “puntofijismo” como ellas habían venido esperando cada vez mas a lo largo de los años.

A esas masas les importan un pepino las acusaciones de totalitarismo, que para ellas es precisamente la mano dura que quieren, y de falta de un programa económico del gusto de la banca y de Fedecámaras porque ellas no saben nada de inversionistas ni de la Bolsa de Caracas y saben que quien las ayuda siempre es el gobierno y nunca esos míticos inversionistas.

Por eso Hugo Chávez está haciendo el gobierno que ofreció, y lo seguirá haciendo. Y todos los problemas que han traído las lluvias convertidas en catástrofe nacional, podrán afectarlo un poco ahora, via rumores y algunas quejas; pero terminarán por relanzarlo como el gran solucionador dentro de algunos meses.

Para cuando los “puntofijistas” de ahora terminen de enterarse de la radicalmente nueva realidad del país, y eventualmente puedan unirse, ya Chávez estará preparando tranquilamente su herencia y su heredero.

Fundado hace 28 años, Analitica.com es el primer medio digital creado en Venezuela. Tu aporte voluntario es fundamental para que continuemos creciendo e informando. ¡Contamos contigo!
Contribuir

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Te puede interesar
Cerrar
Botón volver arriba