Opinión Nacional

Y ahora, el Chapulín Colorado

Simplemente, la puso. Si apeláramos a su propio glosario, Miguel Maita, amigo del lenguaje respetuoso y jefe de estas páginas, llamaría de inmediato para sugerir, con toda amabilidad, un vocablo sustituto. Apegada entonces al rol pedagógico que este diario adopta sin excepciones coyunturales, me conformo con señalar que el comandante-presidente, ha puesto otra vez una torta gigantesca, cuyos primeros efectos resultó una narración meticulosa de su infinita irresponsabilidad. Si algún ingenuo guardaba todavía dudas acerca de la negligencia irreparable con que Chávez nos gobierna, el episodio del racionamiento eléctrico, debió haberle confirmado lo que en tantas ocasiones se ha advertido: la administración del Estado venezolano se encuentra, desde hace 11 años, en manos de un incompetente sin límites, a quien los ciudadanos sólo podemos valorar como a un gravísimo peligro para nuestro presente y nuestro futuro. La improvisación de la oscurana no es, sin embargo, la única transgresión involucrada en este disparate. Otras perversidades están involucradas en el barroco episodio, con el cual el hiperlíder ha pretendido reconquistar antiguas fortalezas, borrando aviesamente su firma de una decisión personalísima, que -en menos de 24 horas, récord de su propia marca- le generó una de la lluvias más ácidas de las tantas ocurridas a lo largo de su tortuosa presencia en Miraflores. La pretensión de desmarcarse del error -descargado exclusivamente sobre los hombros del ministro Ángel Rodríguez -abulta el caradurismo del personaje, a la vez que expone -y esto es lo más interesante- las debilidades con que el mandamás afronta este momento crucial del «proceso». La inevitable asociación de su figura con el desplome de los bancos de la boliburguesía -en la que aparece su nombre y el de sus más íntimos colaboradores- ; además de la devaluación del Bolívar Fuerte -ambos consecuencia de la corrupción, el derroche y la inmoralidad en el manejo de los recursos públicos- explican las razones de este desmarque circense, entre cuyo interlineado resaltan objetivos políticos prefabricados en el trajín del sofocón. Empleando cara de «yonofuí», el hombre que ordenó «a la macha» apagar las luces de la ciudad capital -¡la segunda más peligrosa del mundo!- procura ahora recuperar el «efecto teflón», haciendo el papel de «salvador», a quien los ciudadanos deberíamos ponderar como a un pobre presidente bienintencionado, rodeado de ineptos caídos del cielo. Traicionando despiadadamente la verdad -porque en Venezuela la mentira también goza de impunidad-, Chávez recogió los pedazos desmigajados de su propia torta, intentando rescatar la confianza perdida por su inhabilidad frente a los problemas. No: esta crisis no fue generada adrede como pudiera inferirse. La única verdad es la de su incompetencia infinita, aunque el tipo busque inútilmente salir del atolladero disfrazado de Chapulín Colorado.

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