Opinión Nacional

Y, pareciera, no es de vaqueros

Asumiendo que este sea el comprobable y sustentable relato de una dramática experiencia individual y colectiva vivida por una comunidad de moradores de este citadino territorio, niños incluidos. En fin, que no sea esto el guión o la preliminar articulación gramática de una novela de bandidos al viejo y hoy superado estilo y medios de la época de Marcial Lafuente Estefanía:

“… me pusieron las pistolas bajo la nariz como para que las oliera, me mostraron las balas y los cargadores… 2 de ellos hablaban muy bien… no estaban drogados… eran muy jóvenes. Ninguno mayor de 30-35… su agresividad era, si vale el término, ‘educada’. No decían groserías. Vi que había jerarquías y equipo. Ellos eran los ejecutores y otro daba las órdenes y dirigía. ¿El del radio? ¿cuántos estarían afuera?… Tenemos al conserje… Los primeros 45 minutos de las 4-5 horas que duró el secuestro fueron en mi casa… Se comieron todo lo que encontraron… Escogieron cosas para sus novias del closet de mi hija… Los llevamos a la conserjería… allí estaba el conserje, maniatado, de cara a la pared, y su esposa e hija en el sofá… nos amarraron… con tie wrap plástico. Muy profesional… Los pies primero y las manos después… Las 3 horas siguientes fueron una pesadilla que se repetía una y otra vez… El proceso demostró que eran muchos… Uno encargado de vigilar a cada grupo familiar, los que registraban el apartamento, y los que estaban fuera… Simultáneamente metían en la conserjería al último vecino con sus hijas pequeñas… Trae las motos… No podemos llevar ese maletín en la moto, es sospechoso… en la camioneta… Diles que se vengan, decía uno de ellos a alguien que apareció en la puerta… era una mujer… De pronto se hizo el silencio… llego la Policía de Chacao que había llamado mi amiga… De hecho se cruzaron en la calle con los ladrones…”
Aceptemos

Nos merece particular atención y derivados comentarios este particular desempeño de lo que pareciera pueda ser una nueva modalidad para la ejecución de acciones contra seleccionados colectivos humanos desactivados y concentrados en edificaciones habitacionales o de oficinas en la ciudad de Caracas –o cualquier otra ciudad donde se adopte el estilo– que viene a configurar una confeccionada –a lo mejor demasiado elaborada– operación, si se observa desde el punto de vista de su concepción, de la necesaria captación y registro previo de información interna y externa a la edificación, las individualidades y la comunidad seleccionadas, de la planificación, de la implementación, de la logística, de la selección de personal, de la ejecución material y definitivamente de la ecuación riesgo/beneficio: De los potenciales resultados esperados.

Una operación que si bien para cualquier ingenuo o apresurado observador se clasificaría dentro del rubro del delito común, pero que, según los pocos y significativos detalles operativos del relato, resultan imposibles de ignorar y bien lejos está para expertos y candidos –o para idiotas–, poder ser considerada esta particular “verdadera operación comando” (Olga K dixit), como una actividad o acción propia a lo que comúnmente mencionan algunos como delincuencia común otros como malandraje.

Excepcional

Según el relato sobre el que se soporta el comentario, es una bien dirigida y mejor dosificada mezcla de: a) La previa y elaborada observación directa y sin intermediarios organizada en un tiempo relativamente significativo y destinado a la captación, el registro, la selección y la comprobación y verificación de datos; b) decidida la operación y seleccionadas las capacidades, el despliegue preliminar de personal y equipos en múltiples puntos de control en las áreas de tránsito, circulación y accesos regulares a la edificación seleccionada; c) para la seguridad de la operación, control de selección y despliegue de medios para soporte, comunicación, de asistencia y apoyo rápido; d) selección y despliegue de los grupos para el control por las armas, en las primeras de cambio, de una de las áreas de acceso y tránsito en una instalación física de múltiples ambientes y niveles, sótanos incluidos; e) coordinación de varios grupos para el despliegue paulatino del personal en los distintos niveles de la edificación en la medida de su ejecución y de las individualidades y grupos humanos a someter, controlar, desplazar y confinar; f) organización de los grupos sujetos a un acordado y estricto control de los niveles de violencia previsto y a la sólida, regulada y efectiva limitación en línea tanto del uso de la amenaza como de las capacidades de fuego; g) todo destinado a la rápida captura y sometimiento físico paulatino y en escalada, de las individualidades y de grupos pequeños de moradores, fuere ingresando o saliendo del área del edificio bajo control, fuere ubicados dentro de distintos niveles y apartados de la edificación; h) captación y despliegue de capacidades reales para la obtención de información en línea y que permita tanto la alerta temprana como la coordinación directa con los grupos de asalto, tanto para adelantar acciones frente a la alerta de uno u otro cuerpo de seguridad con presencia regular en el área de la operación o que pudiere ser informado de la operación durante su ejecución; i) como para la evacuación rápida y disciplinada del área tomada, una vez ordenada la conclusión de la operación.

Remembranzas

En Venezuela, que se recuerde, pocos y muy seleccionados han sido los grupos de delincuentes que organizados alrededor de un objetivo común, el dinero fácil, han logrado una estructura disciplinada, equipamiento y capacidad de fuego para la ejecución de operaciones tan complejas, al menos como esta relatada por Olga K.

Quizás uno de los pocos a mencionar sea aquella conocida como la banda “La Pesada”. Una organización dedicada al asalto de bancos, entidades financieras, joyerías y transportes de valores cuyos objetivos en cada acción se cifraban en decenas de millones de bolívares líquidos, y que tuvo su mayor y mejor desempeño en los primeros años de la década de los sesenta. Entre otros, “El Negro Cocorobo”, “Yolanda” y su especialista en abrir cajas fuertes, aquel luchador de origen polaco –que a la vez, en su actividad regular y pública, entrenaba en lucha libre a los alumnos en la escuela de policía uniformada de Caracas–, fueron algunos de sus integrantes. Todos fueron identificados, presos, sometidos a juicio y purgaron condena.

Detalles

Lo particular del asunto es que en la Venezuela de aquella fecha a esta parte, las bandas de delincuentes comunes, violentos, súper violentos o muy hábiles para la ejecución de sus fechorías, son grupos no mayores a cuatro o cinco sujetos, pares de un mismo hábitat y más o menos contemporáneos. En la citada banda “La Pesada” eran apenas siete. Y esto por los puntuales problemas propios a la organización, la disciplina y el liderazgos al interior de uno u otro grupo.

Reunir para una operación tan elaborada como la comentada, las voluntades de tres, cuatro o más grupos de arriesgados y violentos delincuentes comunes, pareciera demandaría de capacidades de liderazgo muy superiores al común existente en uno u otro barrio marginal en Venezuela.

Nos atrevemos a comentar que, salvo prueba en contrario, el más violento delincuente que pueda existir en este país, no llega a disciplinar un equipo, ni a controlar ni la voluntad, ni el desempeño, ni la capacidad de ejecución, ni el nivel de violencia de sus otros pares con su sola voz, amenaza o capacidad para el daño y muerte, y en todo caso, posiblemente, a no más de tres o cuatro delincuentes en su propio barrio. Menos posibilidades aún son atribuidas a ese líder de delincuentes, si las edades de sus pares sobre las que pretenda o ejerza control, son superiores a los 20 años.

Bien claro quede a los efectos, no estamos aún en Venezuela, y por ahora, en presencia de las capacidades de acción ampliamente demostradas por las conocidas “Maras” centroamericanas y mejicanas.

Desde nuestra perspectiva

Saltan a la vista innumerables asuntos, aristas y preguntas que deberán ser indagadas y respondidas por quienes asuman la investigación de esta “Verdadera Operación Comando”, si es que alguna vez lo intentan; pero como bien cita en su escrito Olga K: “… Todavía, mes y medio después, estamos esperando que la Disip responda la llamada que le hiciera PoliChacao aquella noche. Si, yo se que no es la DISIP sino el CICPC…”

Y es que, posiblemente, cada respuesta, cada indicio, cada comprobación, irremediablemente a los efectos de los responsables en gobierno, conducirá hacia la identificación de uno u otro grupo de esos delincuentes, con o sin antecedentes, unidos y conducidos por algunas características muy particulares.

Características cuya individualización y definición corresponde indiscutiblemente a los expertos de la investigación criminal. Y, sobre ellos, frente a los moradores de este territorio, las responsabilidades de ayer –hace mes y medio si lo prefieren–, las de hoy, y las de mañana.

Allí no termina

Como toda actividad humana en cualquiera sea el orden de cosas, especialmente en la búsqueda y obtención de recursos y bienes para el disfrute, el primer cálculo al cual se somete cualquier intento es aquel definido por la ecuación riesgo/beneficio.

En el caso de “La Pesada”, enormes riesgos individuales y colectivos asumían antes, durante y después de cada asalto, de vida o muerte en sus extremos, pero el beneficio buscado y obtenido, desde su óptica, lo merecía; una vez deducidos los gastos, comisiones incluidas y hecho el reparto a cada uno de los operadores le quedaban millones de bolívares líquidos de los cuales podían disponer a su antojo. En el caso que nos ocupa, el asalto al edificio de vivienda de Olga K, según se interpreta, el beneficio está representado por un maletín que era sospechoso trasladar al lugar de reparto en una moto:

No existe en este caso una relación proporcional entre riesgo y el beneficio esperado. Allí, en ese maletín trasportado en la camioneta, difícilmente se puede aceptar, habían millones y millones de bolívares líquidos a repartir entre todos y cada uno de los ejecutores de la operación: ¿Diamantes?.

En consecuencia

Bien pudiésemos estar en presencia de una muy elaborada y ejecutada Prueba de Campo. De un proyecto o programa en preparación, destinado a una nueva modalidad destinada al hostigamiento continuado y sostenido sobre la población civil.

No es el tema que sea o no obra de una coordinación centralizada, o al contrario, que lo sea de grupos afectos o no, controlados o no por el gobierno; en todo caso, está por verse. A todo evento, los interesados asumen que cuentan, definitivamente, con la anuencia o la complicidad en algunos estamentos políticos; eso que ha garantizado y garantiza la dinamizada impunidad.

Una vez estudiada la Prueba de Campo, afinados los desempeños individuales y colectivos en cada fase de la operación, sigue entonces la determinación de los ajustes necesarios, la definición de las necesidades en equipamiento, personal, entrenamiento y al final, el muy bien estructurado y mejor elaborado: Manual de Procedimiento o POV.

Recordemos que en el análisis de cualquiera sea la modalidad criminal a estudiar, se deben establecer en el señalamiento de responsables, cuando menos tres elementos, la capacidad, la oportunidad y el motivo: 1) Las capacidad, ejecutada la Prueba de Campo, ha sido instalada; b) la oportunidad, está por ser decidida en cada caso y c) el motivo, la constante sobre la que se soporta políticamente todo el desempeño, la revolución.

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