Opinión Nacional

¡¡¡Ya basta de odios!!!

El obispo emérito de Carora Barquisimeto Venezuela, le escribe a Chávez con la intención de arrebatarle el alma al diablo y librarla del infierno tan temido.

Pero aparte de ese tormento, otro calvario sin duda debe estar viviendo el presidente en este momento con esa enfermedad que lo sentencia a muerte. El esfuerzo sincero del prelado, es comparable con el mensaje pregonado por el Cristo vituperado para persuadir a la humanidad de sus miserias y librarla de la condenación eterna.

El presidente como cualquier otro mortal urge de las oraciones de los fieles para darle reposo a su alma que tal vez busca refugio sin hallarlo todavía.

Hubo mucha gente que hizo burla de Jesús; y, un condenado que estaba a las puertas de la eternidad, lo desafió diciéndole que se salvara así mismo. “Padre – exclamo Jesús -, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.

En cambio, el otro delincuente que reconoció su condición, heredó el paraíso reservado para los buenos, porque Dios resiste a los soberbios, pero otorga Gracia a los humildes.

 El atormentado hombre que vivía entre las tumbas del cementerio de Gada, estaba poseído por una legión de 100 o 1000 demonios, que Jesús tuvo que expulsarle para liberarlo de las cadenas que lo oprimían.

¡Solo Cristo salva y satisface! Hasta el cristiano más consagrado se indigna por todo cuanto el presidente dice y hace en perjuicio de los demás; pero se consuela porque solo le restan seis meses en el poder.

Por lo que también el presidente podría estar arrastrando un infierno por dentro y por fuera, y, los que le acompañan en sus tropelías, son tanto o mas condenables que él, ya que sus colaboradores encabezados por Fidel y Raúl Castro, esperan seguir beneficiándose con su demencia política y ocultar sus propios delitos detrás de su muerte.

Un Chávez de veras arrepentido y nacido de nuevo, podría resultar una espada de Damocles en las cortes nacionales e internacionales contra los chulos y adulantes que lo han rodeado.

Por ello no hay que negarle refugio en la iglesia a la que con sus insultos ha desafiado, sino también ofrecerle a cambio de su sinceridad, el perdón y las oraciones de los fieles cristianos de todas las tendencias políticas.

“Pero yo, el Señor – decía el profeta Ezequiel en una de sus letanías -, juro por mi vida que no quiero la muerte del malvado, sino que cambie de conducta y viva” ¡Basta ya de alimentar odios activos o reactivos! Ambos odios son dañinos para el espíritu, para salud, y para la paz y el progreso de una nación.

Es hora de buscar la dirección del Altísimo que vive dentro de nosotros mismos, para salvar al hombre y a la patria. El odio de los alemanes o de la raza aria, lo aprovechó Hitler para conducir a su pueblo al holocausto y posterior pérdida de su propio territorio, el cual fue dividido por el otrora famoso muro de Berlín.

“El holocausto no comenzó en las cámaras de gas – sentenciaron las cortes Canadienses -, empezó con palabras [de odio]“. 

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