Opinión Nacional

Yo acuso

Yo acuso al presidente Chávez y a su gobierno por la crisis que vivimos en Venezuela. Lo responsabilizo por la crisis económica, por la crisis social, por la crisis política y, sobre todo, por la crisis moral. En Venezuela hay un estado permanente de desaliento.

Yo acuso al Presidente y a su gobierno de cuatro hechos que nos tienen preocupados a todos los venezolanos: 1) El empobrecimiento creciente del país; 2) El alarmante desempleo de millones de trabajadores venezolanos; 3) La inseguridad. El aumento de la delincuencia tiene una una vinculación muy directa con el empobrecimiento, con la recesión ecómica, con la caída del empleo y con la ausencia de valores ciudadanos; 4) Y yo acuso al Presidente Chávez de algo que considero dramático: él es el responsable de que muchos jóvenes capacitados se quieran ir de Venezuela. Esos jóvenes piensan que en este país no tienen horizontes ni esperanzas. Y todo esto por culpa de la politiquería del gobierno y del Presidente. Por culpa de la inestabilidad que ha producido un electoralismo desenfrenado.

El Presidente Chávez y a su gobierno son los responsables de esta crisis, porque en casi año y medio de gestión no han hecho otra cosa que ocuparse de satisfacer una ambición desordenada de poder.

Se está creando una cultura del desaliento en Venezuela. Existe una peligrosa falta de confianza de los jóvenes en las potencialidades de su país. Y esto me duele mucho. Nos tiene que doler a todos los venezolanos que la inteligencia de las nuevas generaciones esté pensando en irse del país, en viajar a lugares donde tengan más posibilidades de trabajar, de producir, de tener bienestar, de sentir que se realizan plenamente como seres humanos. Y esta situación tiene un responsable: el Presidente Chávez.

En el centro de Formación Arístides Calvani, IFEDEC, institución que presido, organizamos esta semana una mesa redonda titulada “La Economía, Estúpido”, recordando el lema de la primera campaña del Presidente Bill Clinton durante el año 1992, cuando sus asesores le recomendaron darle prioridad al tema económico. Asistieron como ponentes Miguel Rodríguez, Maxim Ross, Juan Francisco Mejía, Alfredo Keller y Andrés Sstambouli. Allí quedaron patentes dos cosas: que ha habido un desacierto de lo últimos gobiernos en materia económica; que la economía, entendida como la búsqueda de un mayor bienestar para la población, debe ser la prioridad.

Fui invitado a las elecciones en España, donde ganó de manera contundente el Partido Popular y fue reelecto mi amigo, José María Aznar. Hace solo cuatro años su gobierno encontró un déficit público y una deuda insoportables; inflación persistente; desconfianza general en las condiciones de España para ingresar al sistema del Euro; desempleo por encima de 23 por ciento; un grave desequilibrio financiero en la seguridad social, desconfianza y corrupión. Después de cuatro años, casi 2 millones de españoles más tienen empleo; la economía ha crecido por encima de la media europea; se han incorporado de manera exitosa al euro; se ha preparado para competir en el mundo; se ha saneado la seguridad social y se han sentado las bases para la protección social del futuro; se ha recortado el déficit público hasta casi alcanzar el equilibrio presupuestario; los precios se mantienen estables; las tasas han descendido, se han reducido los impuestos y se ha fortalecido el ahorro; las empresas dan trabajo, obtienen beneficios y ganan posiciones; Un millón quinientas mil familias están comprando viviendas; mejoran los índices de confianza en la sociedad y el diálogo entre los agentes económicos y sociales es más abierto y fluido; se ha elevado la calidad de vida; se ha combatido la corrupción con éxito.

¿Por qué esto no puede ocurrir así en Venezuela? Porque en nuestro país la prioridad no es la economía, no es el bienestar de los ciudadanos. En Venezuela ha sido la política, y más que la política, la politiquería y el electoralismo, lo que ha prevalecido durante los últimos dos años… Tenemos seis procesos electorales en el transcurso de año y medio. Un país que no se ha ocupado en dos años de otra cosa que no sea de un ejercicio frenético de elecciones, de politiquería y de crear una turbulencia política sistemática, está asistiendo a un monumental desperdicio de tiempo, dinero y oportunidades.

El resultado ha sido la recesión económica más profunda y prolongada en el tiempo que se conozca desde hace muchos años en el país; durante el año de 1999 hubo una dramática caída del producto interno, superior a los 7 puntos, que se traduce en una caída dramática del poder adquisitivo de los venezolanos. Se trata de un proceso de empobrecimiento. Hoy somos más pobres que hace dos años. Y si a esto se suma la caída del empleo, la situación se hace más dramática. Se perdieron más de 500 mil puestos de trabajo en el primer año. Además ha habido un desmejoramiento en la calidad del empleo, porque por primera vez en muchos años las cifras indican que el empleo informal es mayor que el empleo formal, que el empleo productivo. Así mismo, las inversiones han caído en más del 25 por ciento, simplemente porque no hay confianza.

En Venezuela no hay un proyecto económico. Es necesario que el Presidente convoque un equipo de economistas, los mejores, los más talentosos, para llevar adelante un programa económico moderno.

Propongo cinco puntos para comenzar el trabajo: 1) definir políticas claras, que inspiren confianza, para que se reactive el aparato productivo, 2) políticas monetarias y fiscales que efectivamente merezcan la confianza de los inversionistas, 3) políticas laborales y sociales, para crear paz social; 4) asegurarle al país una administración de justicia confiable; y 5) una política internacional que ayude al desarrollo económico del país.

El éxito de Venezuela depende de tres factores: tener una democracia que funcione. Tener una economía moderna y productiva, capaz de generar riqueza y empleo. Y una política de equidad social que garantice el bienestar de los venezolanos.

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