Opinión Nacional

“Yo, o el caos”

Parafraseando al monarca francés (Luis XV) a quien se atribuye la frase: Aprés nous, le deluge (“Después de nosotros, el diluvio”), el vanidoso jefe del Estado, en una de sus más recientes intervenciones públicas, ha sostenido, a propósito del tema de la gobernabilidad, que él es el único que garantiza la estabilidad que se requiere para que el país pueda alcanzar las metas que lucen indispensables en cualquier proyecto de nación en los distintos órdenes del desarrollo político y socio-económico.

Por supuesto, la mayoría de la población le ha restado seriedad a esa postura que no ha hecho otra cosa sino confirmar el delirante personalismo del primer magistrado y su marcada inclinación hacia las políticas autoritarias y despóticas, de lo cual son buena prueba las actuaciones del régimen en los más diversos campos.

Habría que comenzar por señalar la desmedida ambición de poder que domina al Presidente y que demuestra con el mayor descaro al ubicar el final de su mandato unas veces en el año 2013 y otras en el 2021, no tomando para nada en cuenta las disposiciones constitucionales sobre el particular que explícitamente señalan que el período presidencial es de seis años y que para permanecer en el cargo más allá de ese lapso es necesario ser reelecto de inmediato, proceso de comicios de por medio, y por una sola vez.

Otro aspecto que invariablemente es objeto de comentarios al analizar las líneas maestras de las políticas del régimen es la conducta agresiva y belicosa que permanentemente exhibe el titular del Ejecutivo Nacional en todas y cada una de sus intervenciones, comportamiento que se extiende hasta la siembra de odios que hoy mantiene a los venezolanos y a las venezolanas divididos en sectores irreconciliables dispuestos, algunos muy a su pesar, a utilizar métodos violentos para zanjar cualesquiera diferencias que, en una sociedad democrática, se abordarían en otra forma. Sin ir muy lejos, baste mencionar lo ocurrido últimamente con las manifestaciones pacíficas de sectores de oposición, tanto en Caracas como en algunas ciudades del interior, las cuales fueron agredidas por bandas organizadas de los mal llamados círculos bolivarianos, en una clara demostración de que no son precisamente la convivencia y la tolerancia valores que la V República esté en capacidad de admitir y respetar.

Asimismo, el discurso presidencial se radicaliza cada vez más, al punto que las sugerencias de rectificación que se presentaron otrora por diferentes sectores de la población, han caido en el olvido por estimarse por quienes las alentaron en un momento dado, que es inútil continuar estimulándolas o solicitándolas y reemplazándolas por peticiones de otra índole como, por ejemplo, la de la renuncia. Que, de llegar a concretarse tal supuesto, ello daría margen para que cambie el cuadro político del país al tiempo que abre la posibilidad cierta de que se establezca un período de transición que culmine en la instauración de un auténtico régimen democrático en sustitución de la payasada institucional que hoy se conoce como República Bolivariana. En ese contexto, la egolatría a la que rinde culto constante el líder de la “revolución” será puesta a prueba de prosperar la iniciativa de la sociedad civil de convocar a un referendo consultivo que permitirá conocer si el electorado conviene en que el comandante Hugo Chávez Frías, en el ejercicio de la presidencia de la República, es la figura insustituible e irreemplazable que él mismo pregona.

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