Opinión Nacional

Yo sí le tengo miedo al socialismo

Si alguien quiere acercarse a los resultados que tendrá el socialismo a la venezolana que propone Chávez, sólo le basta con leer los indicadores económicos. Con sus palabras de energúmeno, ante su foto de más de diez metros de alto, “ordenó” nacionalizar la compañía nacional de teléfonos y las empresas energéticas. Ese anuncio logró el desplome de la Bolsa de Caracas y el empobrecimiento de decenas de miles de pequeños accionistas.

Su irresponsabilidad, aplaudida por trece nuevas focas que integran su gabinete, anuncia la aceleración del llamado proceso. Este socialismo, heredero de la Unión Soviética y la moribunda Cuba fidelista busca el control de las empresas más importantes del país con la excusa de la seguridad y defensa de la nación. (Por supuesto, una seguridad y defensa que no tiene nada que ver con la indefensión de nuestras fronteras ni con la reivindicación de la Guayana Esequiba o el desalojo de la guerrilla colombiana que hace lo que quiere en nuestro territorio)

En realidad, nada nuevo bajo el sol. O ¿la CANTV no era una empresa estatal hasta que fue privatizada en el gobierno de CAP II, en razón de su deuda, ineficiencia y atraso tecnológico? ¿No es la Electricidad de Caracas la empresa de energía más grande del país que ni siquiera fue estatizada en los años de fiebre nacionalizadora de CAP I?

Estos anuncios, hechos improvisadamente, sin presentar ni una cifra, sin justificar de dónde se sacaría el dinero para comprar esas gigantescas empresas, y, por supuesto, como es tradición en el locutor sabanetero, sin un papel por delante, también devaluaron la moneda. En medio de la ilusión de un bolívar fuerte, que se limitaría a quitarle ceros a los billetes, la cabeza del desgobierno arremete contra su discutida solidez. Porque todos sabemos que aunque esté anclado el cambio oficial por dólar a 2.150 bolívares, el cambio libre llegó a traspasar la barrera de los 4.000 bolívares por dólar.

Ya el socialismo ignoto del siglo XXI demuestra una vez más su fuerza empobrecedora. Un dólar paralelo que dobla el cambio oficial no significa otra cosa que encarecimiento de todos los bienes e insumos que necesita la economía venezolana. Ya los comerciantes, en un simple acto de previsión, han movido sus precios al alza.

Si este desgobierno no ha podido controlar la inflación, al mantenerla en la segunda más alta de América Latina; con los anuncios de su jefe mantiene esa política de empobrecimiento de toda la población. Ya se sabe que la inflación es el impuesto más regresivo que existe. Perjudica a todos, pero sobre todo a los más pobres.

La cifras oficiales hablan de una inflación del 26% para 2006 en alimentos y bebidas. Es decir, un fuerte incremento del costo de la vida en los rubros que nadie puede dejar de consumir. Pues bien, un dólar a Bs. 4.000, que tendrá que comprar el empresario privado que no tenga acceso a los dólares a cambio oficial que reparte Cadivi, tendrá que vender sus productos por encima de los precios regulados artificialmente.

De manera que Venezuela regresa, por la voluntad del caudillo de turno, a esquemas ya superados. Controles y más controles. Propiedad estatal de empresas. Multiplicación de la corrupción, porque a nadie le importa lo que es de todos y los administradores de una empresa estatal no son perseguidos por el despilfarro o robo que hagan de los recursos.

En el fondo, es un ejercicio de ignorancia. Una puesta al día de aquella frase de Santayana que persigue a Venezuela desde que cayó la llamada oligarquía conservadora: “Los países que desconocen su historia están condenados a repetirla”.

Una historia que no sólo se desconoce al no estudiarla y sacar provecho de sus lecciones, sino que encima es manipulada y usada para ocultar los verdaderos problemas del país.

Por eso, es que al contrario de lo que algunos analistas “light” dicen, yo sí le tengo miedo al socialismo. A ese socialismo estatizador, controlador, castrador de la iniciativa privada y corrupto.

Y fíjense que no hablé de los más de cien millones de muertos que dejaron Stalin, Mao, Ho Chi Minh, Castro y demás líderes iluminados e insustituibles. Sus regímenes siempre se llamaron socialistas.

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