Opinión Nacional

Yo sí soy de oposición (y a mucha honra)

A lgunos asesores electorales tocados con cierto espíritu florentino están obsesionados con una idea: que en este trance, como en otros, las fuerzas democráticas «no polaricen»; que lleven adelante su mensaje «sin ser confrontacionales» y, por último, que no firmen su mensajería con el mote que todo el país conoce: el de la oposición.

No gana terreno, sin embargo, otro nombre para referirse a las fuerzas políticas y sociales paradas en la acera que está frente al gobierno. «Disidencia»; «alternativa democrática», han terminado siendo ensayos de laboratorio deslavados y sin mordiente. Esfuerzos inútiles: si la oposición no polariza, Chávez le ahorrará el trabajo.

El país sabe de qué estamos hablando cuando toca echarle una mirada a los bloques políticos que dominan la vida venezolana en esta hora menguada. Los partidos cobijados bajo el paraguas federado de la Mesa de la Unidad pueden tomar, al respecto, la decisión que consideren. Yo puedo afirmar con toda tranquilidad que me siento muy cómodo con el mote. Yo sí soy de oposición. Y a mucha honra, por lo demás.

La razón es muy sencilla: es difícil articular con mayor precisión una lista de hábitos de la política y el ejercicio del poder con los que yo me sienta, como venezolano, más opuesto. El chavismo ha terminado siendo un portafolio de todos los pasivos y vicios nacionales que hemos arrastrado durante décadas y yo siento que tengo todo el derecho del mundo a estar en contra de eso.

Me alarma el colectivismo compulsivo y destinado a no ir a ninguna parte; me irrita la grosera simplificación de la historia de este país que suelen enhebrar sus voceros calificados; me parece escolar y unidimensional la postura antiimperialista con las que les gusta arroparse; me lucen baratos y mustios el indigenismo recalentado y los desbordes patrioteros. La obsesión con Bolívar me parece casi demencial. Me ofenden las demandas de incondicionalidad.

No existen hoy «modelos económicos de la burguesía»: estos ya son hoy llevados adelante por naciones aliadas del gobierno, como Brasil y China; Bolívar jamás fue socialista, porque ni siquiera escribió una línea sobre economía; Rusia ha resultado ser una potencia imperial tan draconiana como la estadounidense; Daniel Ortega tiene firmados convenios con el Fondo Monetario Internacional. Cipriano Castro fue un papanatas satiriásico y corrupto que por poco acaba con la nación con sus desmanes y arbitrariedades. Venezuela no es ninguna nación indígena, porque tal cosa jamás ha existido: es un proyecto jurídico y político nacido a partir de la llegada de los españoles, de carácter mestizo y herencia judeocristiana.

Encuentro especialmente cuestionable la relación que tienen los seguidores del gobierno con su líder. El ánimo vitalicio que adorna este proyecto es en buena medida alimentado desde las propias graderías rojas, y, además de muy triste, esto es peligrosísimo. Todos pudiéramos matizar bastante nuestras percepciones sobre el chavismo si observáramos en sus filas un debate decantado y autónomo, con corrientes de pensamiento y líderes emergentes que se sientan con derecho a aspirar a relevar al actual.

En sindicatos, gremios y sectores estudiantiles, el chavismo ha ido erradicando los avances libertarios del pensamiento de la izquierda venezolana y sembrando entre sus filas una conducta fanática, innoble, cerrada a discutir evidencias. Destruyendo con su prédica buena parte del filamento a través del cual los venezolanos aprendimos a convivir. Esto para no hablar de los insultos, de la grosería, del irrespeto y de la destrucción nacional.

De modo que si: en contra. Sin comedias «académicas» y sin ninguna verguenza. Opuesto, antagónico, antiético, contrario, de frente, en la otra acera, del lado de allá. De forma irreductible e irrevocable: prefiero pasar a la inexistencia cívica, o marcharme de este país, si llega a imponerse por completo toda la locura, en lugar de estar negociando con las circunstancias. Lo único que jamás debe aceptar un tolerante es que se apruebe una moción en la cual quede prohibida la tolerancia. Dispuesto a tenderle una mano al chavismo cuando quede derrotado. Aspirando a vivir en paz con mis adversarios y al mismo tiempo ejerciendo con honestidad mi trabajo. Porque no es deshonesto tener opiniones.

¿Que sueñe con la cuarta república? Todo el país, y eso me incluye, acompañó al presidente en el actual proceso constituyente cuyos resultados hoy se pretenden desconocer. ¿Qué hay chavistas honestos? Los hay. ¿Qué el chavismo tiene logros sociales? Los tiene: fui uno de los primeros en darlos a conocer con mis reportajes ¿Apátrida? Pamplinas: la patria no es Chávez. La patria somos todos.

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