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Oposición a referendo

Ahora que el deslinde al interior de la oposición ya no es una propuesta sino una protuberante realidad, y que tal vez quienes se negaron a provocarla cuando aún era manejable se estén arrepintiendo de no haberlo hecho entonces (ahora lo que queda es aquello que llaman «control de daños»), tal vez tenga sentido pasearnos por la materia. Cuando a fines del año pasado alcancé a proponerle a destacados líderes opositores, en reuniones de consulta acerca del diálogo nacional y también en estas mismas páginas, que la oposición democrática se separara formalmente de quienes luego formalizarían un ilusorio proyecto de cambio rápido de gobierno aunque no fuera por la vía electoral, mencioné la sentencia aquélla de Maquiavelo según la cual cuando una guerra inevitable se pospone siempre es en beneficio del adversario. No se nos escuchó y se dejó que estos sectores, manipulando el ánimo estudiantil, se alimentaran del alboroto que ellos mismos causaban alejando a la oposición del pueblo al que todo político se debe.

Cuando de deslinde se habla, se apela -para cuestionarlo- al valor de la unidad, de una unidad por cierto devenida en tótem intocable como si en política 2 + 2 siempre fuera 4 cuando sabemos que perfectamente puede ser 3 o menos (y también 5 y más, claro). Y bueno, de acuerdo, estoy dispuesto a aceptar que la unidad electoral frente al chavismo le resulta a la oposición una táctica conveniente, dado que éste ha sabido representar simbólicamente a los sectores más pobres de la población aquí mayoritarios. Pero ello no puede implicar una unidad electoral sin unidad política, sin unidad en la propuesta, sin unidad en la estrategia y, más importante aún, en la táctica.

Es por ello que sugerimos que se considere apelar a algún método democrático de consulta al pueblo opositor para que este soberano diga si acoge la propuesta que ha orientado mayoritariamente a la oposición hasta ahora y que me gusta llamar «La ruta democrática», o si por contrario prefiere apostar a la irresponsable ilusión de «La (así llamada) salida ya». ¡Si hasta los militantes del PSUV acaban de votar para resolver su propio deslinde! Eso puede hacerse eligiendo en primarias a los diputados que la oposición ha de postular a los comicios parlamentarios de septiembre de 2015 (porque, dicho sea de paso, la meta inmediata es ésta y no el 2018, o tan lejana como el 2019 según algunos voceros de «La salida» sostienen mintiendo a conciencia y con descaro). Al menos los candidatos uninominales y conformando con ellos una amplia dirección nacional opositora que a su vez elija una nueva MUD. O, mejor aún, sometiendo a referendo ambas propuestas, la de «La ruta democrática» (que respalda una mayoría que no dudo en afirmar alcanza a más del 75 % del pueblo opositor) y la de «La salida ya». Y que la minoría se someta a la mayoría pues, como sabemos, un movimiento democrático decide sus políticas por mayoría pero las aplica por unanimidad.

¿Por qué no? En fin de cuentas, la oposición es o pretende ser la prefiguración de una Venezuela plenamente democrática. ¿Entonces?

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