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Origen de la boina azul universitaria

Alexis Delgado Alfonzo

Así como hemos sostenido en numerosos artículos anteriores, uno de los lenguajes universales más antiguos e incluso con un carácter de aceptación mundial más amplio es la simbología. Esta modalidad de lenguaje es capaz de trascender frecuentemente las barreras idiomáticas para hacer posible la comunicación entre distintos grupos de personas que no tengan en común el mismo idioma.

El presente artículo está destinado a abordar los orígenes de un tradicional y gallardo símbolo utilizado por los universitarios venezolanos y, mayormente por los que tienen como alma máter a la Universidad Central de Venezuela, nos estamos refiriendo a la boina azul. Este símbolo tiene una relevancia tan trascendental en los estudiantes, profesores, egresados y, en fin a la comunidad ucevista en pleno que, no solo es empleado como un claro distintivo en los representantes y agrupaciones culturales de dicha casa de estudio, sino que, la prestigiosa boina azul tiene un sitial de honor en las gloriosas notas del himno de la Universidad Central de Venezuela Nuestro mundo de azules boinas os invita su voz a escuchar… empujad hacia el alma la vida… el mensaje de marcha triunfal…

El origen de la implementación de este símbolo de lucha adoptado por los ucevistas  tiene distintas vertientes, empero, en este artículo nos permitiremos reseñar solo una de las versiones que goza de mayor verosimilitud y que lo hemos tomado de los estudios del investigador Luis Heraclio Medina.

Desde hace muchos años es común ver a los universitarios de toda Venezuela usando una boina de color azul.  Tanto en actos protocolares como en marchas y conciertos de estudiantinas y grupos musicales universitarios las hemos visto.  Profesores y estudiantes las portan.  Pero pocos conocen cual es la historia de este distintivo exclusivo de los universitarios venezolanos que los distinguen de otros universitarios alrededor del mundo.

Corría el año de 1927… Venezuela sufría la terrible opresión de la dictadura de Juan Vicente Gómez.  La universidad seguía aletargada por años de tiranía.  Un buen día, ya para finales de año, dos jóvenes hermanas  de la sociedad caraqueña, María Luisa y Lola Blanco Meaño,  se entretienen mirando un catálogo francés la famosa tienda“Au Bon Marché”…  Se les ocurre comprar algo para vender entre sus amistades y entre otras cosas encargan un lote de doscientas boinas azules.  Ya a principios de 1928,  recibida la mercancía, un día, visitan a las chicas dos jóvenes universitarios: Miguel Otero Silva y Huberto Mondolfi, quienes se llevan encantados sendas boinas. Son los primeros universitarios en utilizar la distintiva prenda. Los muchachos estrenan las boinas en una fiesta de las varias que se hicieron previas al Carnaval y luego las usaron todos los días para ir a clases en la universidad, donde causaron sensación entre sus condiscípulos quienes acudieron en tropel donde las Meaño, quienes deciden regalar todas las que les quedaban en solidaridad con los muchachos que en esos días organizaban las festividades carnestolendas, que tenían como fin obtener fondos para establecer una “Casa del Estudiante” que apoyaría las necesidades de los estudiantes  más modestos, especialmente los venidos del interior.  Recuérdese que Gómez había clausurado casi todas las universidades del interior del país.  Originalmente no había ningún tinte político en las actividades, lo que se trataba era de mejorar las condiciones de vida de los estudiantes de la provincia.

Así las cosas, la recién creada Federación de Estudiantes De Venezuela (FEV), presidida por el joven estudiante de derecho Raúl Leoni, elaboró un programa de actividades festivas, entre las cuales se encontraba la elección de la Reina del Carnaval; resultó electa la grácil jovencita de 16 años Beatriz Peña Arreaza.

Los eventos se iniciaron  el lunes 6 de febrero, con el gran desfile de Carnaval, donde los estudiantes, por primera vez, lucieron en público sus boinas distintivas. El desfile llegó hasta el Panteón Nacional, donde la reina Beatriz I, depositó una ofrenda ante el Padre de la Patria.  Luego, un jovencito de Margarita, Jóvito Villalba, improvisa un emocionante discurso, que hace vibrar a los presentes.  Sigue el desfile hasta la Plaza Ribas de La Pastora, donde el que habla es el estudiante Joaquín Gabaldón Márquez, donde recuerda la gesta de Ribas y los estudiantes de un siglo  atrás, allí habla de “los muchachos que al amanecer de un febrero marcharon hacia la muerte y la victoria”…en ese momento los estudiantes gritan “hurras” y lanzan sus boinas al aire.

Esa misma noche tiene lugar en el Teatro Municipal la coronación de la reina Beatriz I, quien pasa a la posteridad como la primera reina de los estudiantes venezolanos.  Esta fue una ocasión de gala, con estricto traje formal,  en la cual los estudiantes lucieron rigurosos trajes negros tipo smocking y corbata de lacito; la etiqueta les impedía usar en esa ocasión la boina.    Al día siguiente,  se realiza un desfile de automóviles desde la Plaza Bolívar hasta la Plaza de la Misericordia.  Allí se estrena un extraño e indescifrable  estribillo  “Saca la pata lajá”, algunos atrevidos le agregan: “Abajo el Bagre” “Muera el Bagre” (así llamaban popularmente al dictador).

Luego tiene lugar en el exclusivo  Club Venezuela el Gran Baile de Gala, en homenaje a la Reina, quien emite su primer decreto real: “Se instituye como de uso obligatorio en uso de la boina azul y el botón de la Federación de Estudiantes de Venezuela”.

Muchos de los estudiantes que participaron en estos actos fueron encarcelados.  Luego sus compañeros, en muestra de solidaridad se entregaron voluntariamente en la policía.  La dictadura, ni corta ni perezosa los mandó a todos para el Castillo de Puerto Cabello. Las señoritas de la sociedad caraqueña abandonan su vida de frivolidad y encierro y luciendo las boinas azules salieron también a protestar la prisión de los muchachos, hasta las honorables matronas salen a la calle con sus hijas a protestar.

Al año siguiente, en Agosto de 1929, volvemos a ver a un puñado de valientes estudiantes venezolanos portando su boina azul, pero ya no es en manifestaciones pacíficas, ni en bailes, ni en las aulas. Los estudiantes están convencidos de que dictadura no sale con marchas ni desfiles, sino con plomo. Es así como un grupo de bachilleres venezolanos pertenecientes a familias muy acomodadas,  que se encontraban estudiando en Francia y en varias universidades del mundo, abandonan las aulas y se incorporan a la expedición del general Román Delgado Chalbaud. Algo menos de una veintena de muchachos de lo mejor de la Venezuela de esos tiempos, que cómodamente estaban instalados en  cambian los libros por el fusil máuser y se embarcan en el “Falke” desde Polonia hasta Cumaná para regar con su sangre las playas de su amada Patria.   Queda el recuerdo de esos muchachos, que orgullosos posaron para el fotógrafo con sus boinas azules y sus uniformes del fracasado  ejército liberador, horas antes de que pasaran a la inmortalidad. Venezuela tiene una deuda pendiente con esos valientes, debemos recordarlos siempre y enarbolar la boina azul como símbolo inequívoco del valor y gallardía de nuestros universitarios del ayer, hoy y mañana.

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