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¿Pacto pactado?

Alfredo Maldonado

A riesgo de que todo cambie, porque los intereses cabellomaduristas, rusos y cubanos no son fáciles de complacer, todo estaría listo en Barbados, hablado, acordado, afirman algunos que presumen de saber. Todo menos un nudo gordiano: ¿elecciones con Maduro o sin Maduro? De que habrá elecciones, las habrá, todo el mundo parece estar de acuerdo en al menos dos nuevos procesos electorales en el primero y en el segundo semestres de 2020.

Proceso en varias etapas, una tras otra aunque no garantizamos el orden. Liberación progresiva de presos políticos, apertura de puertas para el retorno de exiliados hoy perseguidos por el Gobierno, con lo cual se cambian las máscaras aterrorizantes de las FAES por antifaces más agradables, anuncio formal de los procesos electorales y sus fechas, reconstrucción del poder legislativo aún con mayoría opositora, y que incluiría la disolución de la Asamblea Nacional Constituyente y reincorporación de diputados maduristas a la AN. Como compensación aliviadora y para darle una ayudita al régimen para lavarse la cara, anulación de algunas sanciones internacionales, tal vez las que afectan a todo el país, que son las menos pero también devastadoras, como las aplicadas a PDVSA, y la apertura a la ayuda humanitaria internacional para aliviar la crisis general.

Dos temas pendientes, la reconstrucción de un Poder Electoral realmente neutral, confiable para todos incluyendo la supervisión internacional, y si Nicolás Maduro va a buscar la reelección o no.

Porque allí hay un nudo gordiano, decidir el tema de la presencia o ausencia de Nicolás Maduro podría ser el verdadero motivo en el baúl oculto de la visita del alto funcionario ruso, un Vicecanciller que, hasta donde sabemos, es hombre de plena confianza del eternizado dueño del Kremlin.

Convocar a unas elecciones sin la participación de Nicolás Maduro, es convocarlas sin la participación de sus más importantes –reales o no- soportes militares y políticos, personajes sancionados a los cuales habría que darles una salida que no implique, al menos en lo inmediato, persecuciones, juicios, cárcel y sanciones.

En eso los rusos pueden ser exigentes, pero las llaves las tiene Washington y la cara dura tendría que plantarla Juan Guaidó, quien también debe estar pensando en su propia imagen que ya recorre el país cada fin de semana en plena campaña electoral. Hay otras llaves que abren residencias amparadas en otros países, y ésas también están en manos del Kremlin. O de Turquía e Irán, si usted quiere, o de Pekin donde ya viajaron –ignoro si siguen allá- hijos del líder básico del PSUV.

Deshacer la Constituyente puede convertirse en una suerte de “noble” sacrificio madurista “en beneficio de la paz” y en conceder la reunificación de la Asamblea Nacional. La pregunta es si ese sacrificio sería dirigido por Héctor Rodríguez, Cabello todo lo niega y siembra confusiones.

Un sacrificio políticamente aprovechable que, junto con la liberación de los presos políticos, rebosaría y enredaría a la oposición ya recargada, como los militares, de soles y estrellas, y podría desatar ambiciones y expectativas que a su vez podrían complicarle la vida a Juan Guaidó. Leopoldo López, María Corina Machado, Antonio Ledezma y hasta Manuel Rosales están en el círculo de espera, listos para batear y rumiando sus derechos y expectativas, con capacidad para hacer de Juan Guaidó un hombre muy solo, o muy presionado.

Pero el chavismo gana, porque entrando con minoría en la Asamblea Nacional, y revisando en detalle sus listas partidistas, enarbolando la siempre atractiva bandera de la renovación y del ejercicio de la democracia interna, se convertiría en una disciplinada y nuevamente vigorosa oposición justo en un período durante el cual gobernar será el mayor desgaste político y electoral. Seis años no son nada para un hombre joven y ya experimentado como Héctor Rodríguez, que tendría pocas cuentas que saldar y muchos ajustes y cambios que arreglar, a lo largo de los cuales sólo tendría dos opciones: consolidar su liderazgo o hundirse, pero ésa es una historia futura mientras el nuevo Presidente Guaidó tendrá que dedicarse a ceder muchas realidades imposibles de conservar en un estado arruinado, cesiones que sus colegas hoy opositores y los renovados chavistas, liberados del peso y las culpas maduristas, podrán aprovechar como opositores sin sentirse en la necesidad de dar ni aceptar explicaciones.

Rodríguez tendrá que decidir cómo manejar al hoy opositor –mas o menos y con cuentas por discutir- chavismo disidente que seguramente buscará reintegrarse al movimiento chavista enarbolando los ojos logotizados del comandante eterno, los regresos de quienes han adoptado personalidades de opositores desmemoriados, algunos hoy silenciosos de golpes de estado cuya sangre derramada aún flota por ahí, y hasta algún mártir torturado que ahora también tiene en cartera aunque la prisión y la tortura han terminado por convertir en santo mártir de la oposición.

A cuenta de la paz y la reconciliación todo puede ser difuminado, y los nuevos enemigos a criticar serán el inevitable Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y otros capataces del imperialismo. Una buena pregunta es qué se hará con los cubanos, a quienes hasta ahora nadie ha logrado quitarse de encima.

Una cosa sí es segura. El país ya no será de Guaidó ni de Rodríguez ni suyo ni mío. Pertenecerá a quienes pongan los reales para pagar la deuda colosal y la monumental inversión necesaria para reconstruir lo que el chavomadurismo castrista ha dejado. Aunque también es seguro que cualquier escenario es preferible a que sigamos en la devastadora bajada de estos años.

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