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País de paradojas

Tengo un amigo gringo desde hace más de cincuenta años.  Fuimos condiscípulos en un curso de posgrado y desde ese entonces nuestras dos familias han sido una.  Nos alegramos o nos entristecemos genuinamente con los acontecimientos de la otra.  Conversando recientemente, Harold no podía creer algo que le explicaba: que en Venezuela, si uno tiene que comprar UNA hoja de papel bond tamaño carta, tiene que pagar con varios billetes impresos por las dos caras en un papel muy especial, con marcas de agua, lámina metálica inserta y demás características de seguridad. Al momento de la conversación, para adquirir la fulana hoja, uno tenía que entregar, cuando menos tres billetes: uno de veinte mil y dos de dos mil; cuando más: doscientos cuarenta billetes de cien.  Como los precios varían diariamente, no sé a cómo estará la fulana hoja cuando esto salga publicado. ¿Cuánto le cuesta al Estado —mejor dicho, cuánto nos cuesta a nosotros— la impresión de cada billete?

Una cuenta parecida, que tampoco quería creer mi amigo, es la de llenar un tanque de gasolina. Cuando le saqué la cuenta por vez primera, hace años, cincuenta litros de la gasolina más cara equivalían a menos de un quarter, la moneda de 25 centavos de dólar.  Y en esos tiempos, los populistas —que todavía no se atreven a subir el precio de los combustibles— tenían como excusa que era la manera de revertir hacia el pueeeeblo las ganancias de la industria petrolera.  Sin embargo, hoy, cuando Pdvsa no produce gasolina (solo corruptos y reposeros, pero copartidarios), cuando tiene que comprarla a precios internacionales, cuando con el mismo quarter puede llenarse más de ¡quince mil carros! (saquen la cuenta) no hay justificación alguna que valga.

Solo que —usando una frase que me dijo, admirado, mi amigo gringo— somos un país de paradojas…

Tantas, que un indio yaruro que vive entre Riecito y Elorza debe caminar mucho para “presentar” a su hijo recién nacido ante el Registro Civil y así poder tener un certificado de nacimiento que le permita gestionar el futuro del niño; y que un campesino que vive en un cerro de las galeras de Cojedes necesita un certificado de defunción para enterrar legalmente a su mamá; pero ningún venezolano sabe a ciencia cierta cuándo y dónde murió el anterior presidente, ni donde nació el actual.  Hay sospechas serias de que el primero murió en La Habana el 28 de diciembre del 2012 y que el segundo nació fuera del territorio nacional, hijo de madre extranjera.  Lo que lo inhabilita para el ejercicio del cargo por tener doble nacionalidad. Pero nadie ha presentado las correspondientes partidas.  La de defunción de quien está bien “sembrado” en el CDLM —en el Cuartel de La Montaña, no sean mal pensados… Ni la de nacimiento de quien resuella todavía.  ¡Y mire que se han solicitado ambas, muchas veces y de mil maneras!

Para todo gobierno ñángara que haya surgido de uno, hay golpes de Estado buenos y malos.  Todo depende de quién lo dé.  Por aquí el ocurrido el 4 de febrero de 1992 es celebrado por el estamento oficial como una efeméride (otros guardamos luto por la muerte ese día de numerosos venezolanos, muchos inocentes).  La paradoja está en que, si hoy se lee los comunicados que en esa fecha trataban de justificar la asonada militar, se encuentra que actualmente la situación es infinitamente peor.  Y en que los herederos de esos golpistas, los que hoy desmandan en el país y lo tienen postrado, los que no tienen ni una pizca de legitimidad de origen, los repudiados tanto nacionalmente como en la esfera internacional; ahora se rasgan las vestiduras porque dizque una colusión de militares de varias fuerzas los quiere desalojar de Ciliaflores. Y por eso casi llegan a dos centenas los militares presos.  Muchos de ellos sin orden judicial, otros “desaparecidos” y algunos, dicen por ahí, hasta torturados.

Dejo claro que sigo pensando igual que cuando escribí mi primer artículo contra los alzados del año 92: “ni siquiera el mejor de los sofistas podría convencerme de que una insurgencia militar contra el poder civil es una muestra de respeto por la Constitución.  Estoy claro en que los miembros del régimen no creen en la democracia, que solo se valen de ella para sus protervos fines.  Pero esa misma democracia, que ellos creen endeble, muy lábil, tiene los recursos para defenestrarlos en la oportunidad y con los medios que nos da la misma Constitución.  No por otros…

Se me acaba el espacio, pero no quiero cerrar sin mencionar la paradoja de Delcy Eloína: resulta que todo lo acometido por ella y su hermanito Jorge Audi no fue en búsqueda del progreso de las “masas depauperadas” (para usar una frase muy cara a los socialistas) sino por una venganza.  Que el papá estuvo mal matado (aunque no era ningún angelito, sino un secuestrador), muy cierto; fue un delito.  Pero los culpables fueron sentenciados en su oportunidad. Entonces, ¿a cuenta de qué ella se venga ayudando a mantener secuestrados a 30 millones de venezolanos inocentes?

Otrosí

Hemos visto con asombro fotos donde algunos restaurantes de Maracaibo ofrecen la venta de “desperdicios” (eufemismo para no reconocer que venden “sobras” que dejan los comensales).  En otros países que sufren crisis y pobreza, esos establecimientos entregan por la puerta trasera, gratis, a los pobres o a organizaciones como Cáritas, la comida que habían preparado pero que no vendieron.  ¡Pero vender las sobras!  Eso clama al Cielo.  Y deja claro que los muertos-de-hambre no son los que llegan para comprar, sino los que están detrás del mostrador…

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