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¿Para Cuándo Cerramos Filas?

Juan Carlos Rubio Vizcarrondo

Julio ha llegado a nuestras puertas y con ello se ha ido la primera mitad del año 2018. En el ínterin, el influjo migratorio de los venezolanos sigue constante, la inflación llega al cuarenta mil por ciento y la devastación de todo tipo de servicio (agua, electricidad, transporte, etcétera) nos está enviando devuelta a la edad de piedra. Considerando este panorama, si no es que ya se ha catalogado a esta situación como apocalíptica, podría jurarse que se ha llegado al final de los tiempos.

Pero aquí estamos aún y, por lo menos la última vez que me fije, las agujas del reloj siguen avanzando. Esto es así porque, mientras todavía tengamos un hálito de vida, no tendremos de otra que ver al siguiente día llegar y, con ello, la posibilidad siempre presente de cambiar o de seguir empeorando. Ahí, donde llegan los nuevos amaneceres, habrá días en que todo parecerá paralizado y taciturno, y otros en que en menor o mayor medida se alzará la voz de la inconformidad.

No es secreto que Venezuela está en esa encrucijada en que su gente tendrá sus instantes de rebeldía. Sin embargo, por lo que veo en el resto de los momentos, las personas solo están maniobrando precariamente la continuación de sus vidas diarias. Las protestas mismas son reflejo de esto. Podrá haber muchas pero éstas son dispersas y, a pesar del hartazgo que las motiva, al final tratan sobre los síntomas y no las causas de la tragedia: falta de medicinas, agua, comida, entre otros asuntos. Lo preocupante de esta realidad es que pareciese reflejar un sometimiento tácito al causante los problemas, el régimen, y que lo que se buscase es que éste se apiade y resuelva algo.

De veras quiero estar errado sobre la anterior aseveración. No obstante, para yo equivocarme es necesario que la denuncia hacia los opresores deje de ser un suspiro, un improperio cuando el desastre nos toca o una charla en una cola de abasto o supermercado. Va viniendo la hora que dejemos la simple quejadera y nos organicemos en torno a algo, como esa pequeña cosa que es la salvación nacional, o, si eso es muy abstracto para nosotros, en torno a determinados dirigentes políticos (los coherentes e íntegros) y dejar la antipolítica generalizada.

Los horrores se están profundizando ahora mismo, por lo que creo que debo preguntarles a mis compatriotas: ¿para cuándo cerramos filas?

Si el noventa por ciento de los venezolanos se oponen a la humillación perenne representada por esta crisis, entonces es razonable pensar que hay la fuerza social para provocar la erupción del volcán sobre el cual estamos sentados. Con esto no hago referencia a protestas similares a aquellas acontecidas en el año 2017, hablo de algo mucho mayor y participativo. De lo que estoy hablando es de la acción popular de masas acompañada por todos los sectores de la vida civil (empresas, sindicatos, jóvenes, adultos, tercera edad y todo subgrupo social), en vez de esperar que los muchachos, ni culpables del advenimiento del chavismo, marchen fútilmente hacia su exterminio.

Por otro lado, estando en una época en que la disidencia, como aquella representada en el movimiento Soy Venezuela, ha tomado la batuta del liderazgo perdido por la fracasada Mesa de la Unidad Democrática, debemos empezar a cuestionarnos si nos dejaremos de la apatía y si atenderemos al llamado a la protesta una vez llegada la conjetura específica para ello. Debe llegar la hora en que no podamos plantear más excusas o afirmar irresponsablemente que todos los políticos son iguales.

El dicho popular es que Dios aprieta pero no ahorca, pero también se oye bastante el otro decir que postula que Dios solo ayuda a quienes se ayudan a sí mismos. Debemos, y muy pronto, empezar a encarar nuevamente al monstruo que nos está hundiendo a todos en el infierno. Si los ideales más grandes del hombre, como la libertad y la dignidad, no son capaces de movernos la fibra por las miserias provocadas por las carencias, entonces debe quedar, salvo si nos hemos resignado a un destino agónico, el impulso vital por sobrevivir, por aferrarse a la vida. Siendo que todos sabemos quiénes son nuestros destructores, ¿qué estamos esperando para luchar de vuelta?

@jrvizca

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