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Para que el cooperativismo funcione

“Para emancipar a las masas trabajadoras, la cooperación debe alcanzar un desarrollo nacional y, por consecuencia ser fomentada por medios nacionales” (Carlos Marx)

En los últimos días han aparecido en la prensa oficial y alternativa cubanas, distintos artículos* sobre las cooperativas fuera del sector agropecuario, la nueva modalidad que va creciendo a velocidad vertiginosa, donde se muestran, a cada paso, las inconsecuencias de las regulaciones y normas aprobadas hasta ahora por la “actualización” que obstaculizan su funcionamiento.

Estos artículos apuntan las limitaciones que encuentran las cooperativas ya formadas y las múltiples trabas que enfrentan los  trabajadores que pretenden asociarse en  este tipo de organización empresarial.

Se indica que incluso no pocos cuentapropistas se sienten estimulados asociarse en cooperativas porque existen algunas ventajas fiscales y porque en general les reportan mayores beneficios.

Ya esta forma de producción libremente asociada, en muchos lugares resuelven multitud de problemas que no pueden las empresas estatales y hay renglones donde han ido marcando pautas como en la reparación de celulares, computadoras y en general equipos relacionados con las nuevas tecnologías informáticas.

Al parecer la fiebre natural del cooperativismo va extendiéndose poco a poco a pesar de todas las trabas de la burocracia.

La vida le está dando la razón a uno de los burócratas enemigos del trabajo libre asociado, un vice ministro de Cultura, de apellido Rojas quien,  para oponerse a mi participación en un evento juvenil sobre Internet, le dijo a sus organizadores más/menos en estos términos: “hay que evitar la difusión de las ideas autogestionarias, porque, como la cocaína, son adictivas”.

Las trabas más comunes son el largo camino burocrático que sufre el proceso de aprobación de las cooperativas, que en ocasiones termina en denegación del permiso; la ausencia de un mercado mayorista que permita a estas asociaciones de trabajadores libres contar con materias primas e insumos a precios más bajos que el mercado minorista estatal; los obstáculos para importarlos y para exportar sus producciones y las mil y una limitaciones para interactuar con el sistema empresarial estatal, el área económica de mayor volumen del país.

Un aspecto que a la larga se puede convertir en el peor enemigo del cooperativismo en Cuba, por el rechazo natural de los trabajadores, es la forma  dirigida en que se convierten empresas o más bien chinchales estatales, en crisis, en  “cooperativas” organizadas por el estado, a partir de arriendos de locales y medios de producción a sus antiguos trabajadores, que vienen convoyadas con direcciones impuestas, cargas tributarias y deudas desestimulantes.

Elemento poco señalado es la falta de una política crediticia efectiva que fomente el cooperativismo con apoyo estatal y libertad para conseguir financiamiento.

En cualquier caso hay que reconocer que la aprobación por el gobierno de una limitada ley sobre cooperativas no agrícolas ha sido el paso más importante hacia la socialización de la economía cubana, desde que en 1960 se formara el sistema de cooperativas cañeras  en las tierras que fueron expropiadas a las grandes empresas capitalistas extranjeras en ese giro, las cuales fueron convertidas dos años después en granjas del pueblo, re-proletarizando a ciento veinte mil cooperativistas y dando origen a todo el descalabro posterior de la siembra, el cultivo y la cosecha de caña en nuestro país, aún latente.

Muchas veces he expresado que el actual modelo estatal centralizado de gobierno y economía, heredado del viejo “socialismo” de corte neoestalinista, debe de ser superado por el avance, sin trabas ni prejuicios, hacia la democratización y socialización de la política y la economía, que permita la existencia de todas las formas de producción con cabida en la etapa de tránsito y la plena libertad de expresión y asociación para defender democrática y pacíficamente los intereses diversos presentes en la sociedad.

Y como muchos otros, considero que las formas de producción socialistas paradigmáticas son las autogestionarias, libremente asociadas, las cuales tenderán a predominar, no por imposición, sino por su productividad, humanismo y responsabilidad ambientalista.

No obstante, siempre he creído que debemos aprovechar y estimular todas las oportunidades que brinde la limitada y lenta “actualización” para impulsar el trabajo libre asociado o no, especialmente el cooperativismo y el trabajo por cuenta propia que, como norma, no explotan trabajo asalariado.

En esta dirección,  hace ya algunos años desde la amplia  Izquierda Socialista y Democrática, hemos venido proponiendo que se cree e Instituto Nacional de Fomento Cooperativo, con ese o cualquier otro nombre, con unos pocos especialistas sobre el tema, armados de capacidades decisorias y  financieras para potenciar el desarrollar del incipiente movimiento cooperativo y buscarle y aportarle soluciones prácticas  a los problemas que encontrara en su desarrollo.

Este Instituto podría ser un instrumento adecuado para canalizar la eventual cooperación y donaciones extranjeras hacia las cooperativas, así como para la concertación de mercados cooperativos internacionales que alimenten y faciliten el intercambio de las cooperativas cubanas con el mercado externo de bienes y capitales y, particularmente, ayudar a organizar y a auxiliar los eventuales beneficios que pueda brindar al movimiento cooperativista la nueva ley de inversiones extranjeras.

Actualmente, existe un crecimiento exponencial del capitalismo privado pequeño y mediano, en tanto aumentan las ofertas del estado para incrementar la inversión capitalista extranjera directa e indirecta en nuestra economía, que amenazan con convertir el capitalismo privado nacional y extranjero en la forma de producción  dominante en Cuba en pocos años.

Ante esto, hoy se hace más necesario crear esa institución con atribuciones independientes, capaz de promover y lograr constantes mejoras en la legislación relativa  vigente y con la tarea de ofrecer soluciones prácticas, concretas y efectivas a los problemas que confronta el cooperativismo.

Si el estado cubano es capaz de impulsar esa iniciativa, merecería felicitaciones. Igual, los partidarios de impulsar el cooperativismo en Cuba podríamos iniciar gestiones para organizar una ONG formal con estudiosos cubanos del tema, economistas, juristas, historiadores, sociólogos, etc., y buscar reconocimiento estatal y apoyo internacional para esos fines.

Viva Cuba Libre. Socialismo por la vida.

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