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Parlamento y controversia con Guyana (y dos coletillas)

Expresamente señalado en la Constitución, el presidente de la República es el comandante en jefe de la Fuerza Armada Nacional y el jefe de la política exterior, entre otras jefaturas. No obstante, al parlamento le compete el adecuado y convincente control político y administrativo-financiero de lo que haga en uno u otro ámbito, tratándose de las políticas públicas que materializan el ejercicio de tan delicadas responsabilidades.

En el consabido caso de la controversia con Guyana, la Asamblea Nacional se ha abstenido de considerar el problema al evadir los señalamientos concretos de la oposición, cuando no los niega argumentándolos como una trampa de los lacayos del imperio y sus inconfesables propósitos de desestabilización. Ha bastado el estribillo para incumplir con las mínimas formalidades para el tratamiento de la materia, a pesar de la preocupación colectiva que se asoma llena de suspicacias en torno a una posible y arriesgada solución para los otros más inmediatos y graves problemas que les compiten, como el desabastecimiento, la inflación y la propia desinformación estadística del Estado.

Un grupo de parlamentarios de la oposición democrática, hicimos la correspondiente petición para que nos reciba la Comisión Permanente de Política Exterior a objeto de plantear el asunto. Quienes no pertenecemos a la aludida Comisión, pero estamos asistidos del derecho a participar en ella, sencillamente cumplimos con la formalidad de la solicitud de palabra.

Por lo pronto, aspiramos a una evaluación oficial, sobria y coherente, merecida no sólo por la representación popular, sino por el país entero que también teme de la utilización del conflicto con un mero fin interno.  Por ello, juzgamos indispensable la comparecencia de la ciudadana canciller de la República en el órgano de la Asamblea Nacional, añadiendo el activo aporte de las organizaciones no gubernamentales (ONG) especializadas en el tema, bajo el principio constitucional de la corresponsabilidad del Estado y de la sociedad civil en relación a nuestra seguridad y defensa, así como la decidida incorporación de una representación calificada de la oposición parlamentaria a las sesiones ordinarias del Consejo de Defensa de la Nación.

Entendemos que, a pesar de las diferencias políticas e ideológicas, el problema es de Estado y, por tal compromete a las generaciones presentes y futuras. Una asunción democrática, responsable y comprometida de todo el pueblo, comienza por el órgano del Poder Público que lo representa, fruto de la votación directa, universal y secreta que lo hace expresión real e irrefutable del poder popular.

Dos coletillas
Por una parte, Nicolás Maduro señaló – palabras más, palabras menos – que si no hubise habido guarimbas,   Adriana Urquiola estaría viva. Bueno, también vale razonar: si no hubiese habido gobierno de Chávez Frías, menos lo hubiese habido de Maduro. Es decir, no hubiese habido tamaña crisis y represión. Mejor aún, estaría no sólo viva ella, sino las más de 20 mil personas que perdieron la vida por año en el último período. Conclusión: hay un modo del razonar presidencial, impropio de un jefe de Estado,  que obliga a revisar el libro viejo de lógica de Copi. Hay falacias muy elaboradas, al lado de otras de básico cuño que – simplemente – ofende.

Por otra, que sepamos, no hubo días de luto en la Academia Nacional de Historia o, por lo menos, en el Palacio de las Academias que, por esos días, fue escenario de un pequeño agasajo en una de sus corporaciones.  Cronista de la UCV y de Los Teques, Individuo de Número y director de la ANH, Ildefonso Leal es y será un magnífico ejemplo para las presentes y nuevas generaciones. Ojalá que al «indio» (perdonen, preferimos el acento de cariño antes que el peyorativo como presuntamente algunos de sus colegas le conceden), sepa del venidero ocupante de la silla con credenciales parecidas, alejándose el cuerpo de la tentación de designar nombres que – nos antojamos – están más cercanos de la farándula histórica que del espesor y la innovación de las investigaciones. Dato sociológico interesante (mejor, de la sociología política), no sabemos cómo votó el Dr. Leal en las largas décadas de su merecida sillatura, pero lo cierto es que pesa el recuerdo de algunas injusticias, pues – alterados los estigmas – Guillermo Morón propuso infructuosamente a Federico Brito Figueroa, en su momento.

@LuisBarraganJ

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