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PDVSA, un mamarracho caído

Antonio José Monagas

De la misma forma que la guerra, las epidemias o el analfabetismo descuartizan una sociedad en vías de consolidación de sus capacidades y aseguramiento de sus potencialidades, asimismo sucede cuando las instituciones caen bajo el efecto del “fuego cruzado” que se produce en su entorno por causa de la atroz colisión entre presunciones políticas, necesidades sociales y exigencias económicas. Sobre todo, de aquellas instituciones que apalancan el desarrollo de una nación. Bien porque sobre ella descansa buena parte del soporte de su economía. O porque ella se convirtió en el baluarte mejor representativo del patrimonio de un país.

Eso igualmente puede acaecer sobre organizaciones con dinámicas económicas consideradas pivotes del Estado, bajo cuyos dominios se circunscriben sus ejercicios económicos, financieros e industriales. Es el caso que devino del estruendoso y equivocado manejo operativo de lo que fue la industria pilar del andamiaje económico venezolano. O sea, Petróleos de Venezuela, S.A., PDVSA. Más, cuando ha pretendido operarse no sólo con base en un talento mediocre. Sino además, en el contexto de una turbulencia política y económica generada por los desafueros de un gobierno que ha visto en el país y sus instituciones “banderas”, su coso para el usufructo personal y solapamiento de sus corruptos negocios.

La dirigencia que administra y gerencia la empresa petrolera venezolana, se ha desbordado en elogios, adulancias hacia el alto gobierno y su doctrina política. Pero también, en promesas hacia la población. Habida cuenta que terminarán incumpliéndolas no tanto por el desconocimiento que sobre tan específica materia posee. Peor aún, por la sumisión que mantiene de cara a los dictámenes de un alto funcionariado cuyas decisiones obedecen las líneas maestras dictadas por el gobierno de La Habana. Aunque el decreto recién dictado por la presidencia de la República, pone en manos del ministro y presidente de PDVSA, oficial militar adscrito a la represiva Guardia Nacional, potestades y facultades plenipotenciarias y extramuros. Tanto así, que a juicio de esta personaje, puede llevar a la empresa al último despeñadero. No sólo por su ineptitud, prepotencia y arrogancia. Sino además, por la sumisión político-militar que mantiene con Miraflores. Tal es la grosería y desparpajo de tan desproporcionada decisión presidencial, que éste directivo podría comprar, vender, asignar licitaciones a su criterio, liquidar PDVSA a su antojo. O simplemente, negociar con quien mejor pueda ocurrírsele. Esta situación que ya venía presentándose con la figura de un militar activo como su presidente, ha agravado problemas sindicales, técnicos, de seguridad, y de previsión social e institucionales que parecían estar en el camino a ser superados.

En medio de tan flagrantes condiciones, cualquier saqueo puede ser posible. Especialmente, atendiendo el sesgo político el cual hace que PDVSA supedite sus decisiones al alto gobierno. La presunta autonomía de la cual gozaba la empresa petrolera para gerenciarse y actuar ante el mercado petrolero internacional, eran atribuciones que se perdieron desde el mismo momento en que PDVSA, se convirtió en la “caja chica” del Ejecutivo Nacional. Y de complemento, el Banco Central de Venezuela en el cajero electrónico.

Tanto ha sido el desmadre sufrido por PDVSA, que su actual directiva, viéndose atribulada, busca prorratear las acusaciones que sobre su administración han recaído, así como de los escombros que de su moribundo funcionamiento han dejado. Esto, entre quienes la cuestionan por complaciente y entregada. De hecho luce apesadumbrado, comentar la caída “en picada” a la que se vino la empresa del Estado venezolano. Así, toda vez que su directiva descarrió sus funciones obligándola, desde 2014, fundamentalmente, fecha ésta cuando comienza a reducirse el precio del petróleo. Fue así como la empresa degeneró, a instancia de un alto gobierno descompuesto, populista y demagógico, en una empresa que fungiera de “stock” a exigencias proselitistas y paternalistas propias de un régimen solamente ocupado y preocupado por atornillarse al poder sin conocimiento procedente, ni política permisible alguna.

De manera que PDVSA entró en una espiral invertida bajo cuyo curso quedó arrollada su condición de petrolera, referencia que venía caracterizándola dentro del correspondiente mercado. Esto la colocó en una debacle que cada día, constriñe más su producción. Más de 150 mil barriles diarios menos que se producen. Asimismo, sucede con compromisos adquiridos con organismos financieros internacionales. En consecuencia, su saldo de caja se ha visto aminorado. Y con éste, sus programas de exploración, explotación y comercialización se ha reducido. Todo por culpa del desajuste que ha forzado a la empresa a ver contraída sus operaciones.

Así se ha visto envuelta en un maremágnum de problemas que asfixian sus capacidades. Y por tanto, esto ha venido reduciéndole al país la posibilidad de coadyuvar al desarrollo y que, aunque su producción está signada por su carácter mono-productor y dependiente de la dinámica del mercado petrolero, ha sido fundamental para el crecimiento de la economía nacional. Justamente, en medio de tantos desmanes, reveses y desgracias que padece actualmente Venezuela, habrá que aceptar, con tristeza a flor de piel, que el régimen se ha desmandado tanto por un modelo de economía torcido, que ahora puede decirse que es PDVSA, un mamarracho caído.

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