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Pecados

Son muchos los que han cometido en estos ya casi veintidós años de estar desmandando en el país.  Y ninguno es venial; todos son graves, muy graves (“mortales” los llama la Iglesia).  Los cometen desde las alturas del desmadre ciliaflorino hasta los niveles delos consejos comunales más rastreros y alejados de los centros de poder.  Estos van desde el saqueo del Tesoro Nacional y Pdvsa, pasando por los despojos que abusivamente hacen gobernadores y alcaldes acomerciantes, ganaderos, agricultores e industriales en sus jurisdicciones, hasta el raterismo del camarada que le chorea un par de kilos de caraotas a la pobre viuda del barrio que apenas sobrevive por una bolsa CLAP (pagada con sobreprecio en el exterior, pero disminuida, en este caso, por un ratero rojo-rojito).  Creo que la ocasión es propicia —dado que abundan los chismes de que el nortesantandereano está groggy y negociando su salida— para recordar algunos de los delitos, escándalos, maldades, atropellos, vicios y abusos cometidos y que deberán engrosar el memorial de agraviosque haya de compilarse por estas más de dos décadas de desenfrenos y corrupción. 

El desgobierno en ese tiempo convirtió a Venezuela —el país suramericano que estaba destinado a ser el primero en salir del tercer mundo y entrar en el concierto de los países desarrollados— en un país desvalido, alejado del progreso; que va, más bien, retrogradando hacia lo más oscuro de los primeros años del siglo XX. 

Son tantos y tantos los pecados que, necesariamente, muchos se quedarán por fuera en la enumeración.  En fin de cuentas, dispongo solo de mil palabras. Y habrá que comenzar explicando que el primero lo cometieron antes de llegar al poder.  Porque necesitaban dividir a la nación para poderdescomedirse en el gobierno; es que todos los regímenes comunistas necesitan de un “enemigo interior”.  Está en la cartilla.  Por eso, desde los remotos comienzos de Lenin, pasando por Stalin, Mao, Pot Pol y Fidel, y llegando hasta Chiabe y el usurpador adiposo, todos han encerrado, torturado y asesinado inocentes por el solo “delito” de pensar diferente.  Recuérdese que fue el pitecántropo barines quien puso de moda lo de “freír la cabeza” de los adversarios. 

Después, cronológicamente, vino la alteración de la norma.  Exacerbar los poderes presidenciales mediante la eliminación del Senado, la disminución de lo que se había ganado en descentralización del poder hacia los estados y municipios: todo, de vuelta a Caracas, para que un oscuro burócrata decida, desde un escritorito ministerial si se tapan los baches en la carretera de Machiques o se draga el puerto de Güiria.  Por estar pasando “la mejor Constitución del mundo”, se tapó el desastre que causó la riada en el Litoral Central.  Miles de muertos, decenas de miles damnificados, que no les importaron.  Porque había que celebrar la victoria…

Otra aberración más fue la seducción de la institución militar para corromperla y, así, bajarla del sitial que bien ganado tenía en la ciudadanía.  Fue el famoso Plan Bolívar 2000.  El típico chantaje mafioso: mientras estés conmigo, tendrás oportunidad de enriquecerte; si tratas de independizarte, muestro la factura chimba, el cheque mal cobrado, la foto inconveniente; y te pongo preso…  Lograron su cometido en poco tiempo.  Llegó el momento en que, dicho por el mismo Boves II, “meritocracia” era mala palabra.  Todo el que tenía ascendiente entre sus compañeros y subalternos estaba pasado al retiro, preso, exilado, o desaparecido.  Y esas plazas vacantes fueron llenadas por oficiales que estaban en el fondo del barril, por los menos aptos.  Así, se aseguraba la lealtad perruna: los tipos sabían que no tenían mérito alguno y que sus ascensos se debían a la excesiva discrecionalidad del jefe.  Por eso, hoy tenemos un estamento milico, no militar.

Después vino la subversión de todo lo que significara orden, decencia, cordura, tranquilidad social.  Fue aquello de “robar no es malo”, de armar bandas delincuenciales para que “ayudaran a mantener el orden”, de expropiar a la machimberra, poniendo compañeritos (así, en diminutivo) al frente de lo robado para que nada funcionara bien.  La castración del país vino con eso de que, para el manejo de las empresas claves para el progreso nacional, el carné del PUS era más importante que un título del MIT.  La experiencia, el conocimiento, las credenciales, pueden ser soslayadas; no hay que hacerles caso a los gerentes probados.  Por eso, no tenemos electricidad, agua, acero ni aluminio.  Cómo será, que ni gasolina tenemos.   Bienes que producíamos para abastecer el mercado nacional y hasta para exportar, ahora se los encargaban a un paisano de Nikolai: Alex Saab.  Que como que pronto va a usar braga amarilla…  

La fuga de cerebros es otra de las cosas por las que tienen que responder.  Por aquello de que “meritocracia” también es mala palabra, según el Héroe del Museo Militar, corrieron a los gerentes de las petroleras, graduaron “abogados” en alguna misión de a locha y empezaron a sacar “médicos” que nunca estudiaron Anatomía ni diceccionaron un cadáver.  Muchos de los profesionales serios, con juventud, conocimientos, fuerza de voluntad y vergüenza, agarraron sus títulos y se largaron a competir fuera del país, enriqueciendo a otras naciones.  Hay ingenieros produciendo petróleo desde Alaska hasta Indonesia, y hasta en los países árabes. Cómo serán de buenos que, gracias a Giusti y sus muchachos, trabajando para Pacific Rubiales, convirtieron a Colombia de importador a exportador de petróleo.  Para 2015 ya producían más de un millón de barriles al día y sobrepasaron a nuestra anémica Pdvsa. Los médicos hijos y nietos de los inmigrantes que recibimos desde los cincuenta del siglo pasado, ahora están salvando vidas en los países que vieron nacer a sus padres y abuelos.  Y en los hospitales nuestros, la falta de recursos tanto humanos como materiales claman al cielo…

Se me queda en el tintero lo de los fraudes constitucionales y comiciales avalados por el Tribunal de la Suprema Injusticia y el Ministerio Electoral del régimen.  Solo me queda espacio suficiente para recordar que la remisión de los pecados requiere, entre otros requisitos, que se pague una penitencia.  O sea, que el gobierno de transición que ha de llegar (ojalá sea pronto) y la comunidad de naciones no pueden hacer la vista gorda con Nicky y sus cómplices.

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