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¿Perdimos el miedo?

El honor siempre ha estado asociado a la valentía, así como la deshonra a la cobardía. Nadie asume públicamente que es un cobarde, porque es sinónimo de debilidad, de burlas y, en sociedades machistas, de falta de «hombría». Se nos exige ser valientes siempre, la familia y la propia sociedad te empuja a asumir posiciones de riesgo, que muchas veces también se convierten en retos personales. No importa mucho el resultado, si demostraste que «llevas los pantalones bien puestos». Esa es una de las máximas.

En política no es diferente, la gente se identifica con un modelo ideal construido con base a sus características. Generalmente si usted se muestra débil y sin coraje no será visto como líder. En Venezuela esa es una regla, escuchamos incasablemente a ciudadanos diciendo «necesitamos políticos con bolas», dejando bien claro que no hay espacios para los cobardes.

La Venezuela de los últimos días me inspira a escribir sobre el miedo, un sentimiento que jamás nos abandona aunque tratemos de disimular y que muchas veces determina gran parte de nuestros actos, los que hacemos y los que dejamos de hacer. Pero ¿Cómo se pierde el miedo? El miedo jamás desaparece diría yo, se mitiga y en ocasiones extremas se convierte en impulso para actuar, llámelo instinto de supervivencia.

Las calles por primera vez en años nos muestran este escenario. No hablo de una Venezuela sin miedo, sino de un país que ha sufrido tanto, que ha recibido tantas humillaciones y maltratos, que ha convertido su tragedia en una fuerza más arrolladora que el temor: la determinación.

No hemos perdido el miedo, al contrario, sabemos hoy más que nunca hay miles de razones para temer, lo que hemos vencido es su capacidad para paralizarnos, para disminuir nuestra dignidad humana.

Yo estoy orgulloso por lo que veo en las calles, un pueblo y una dirigencia unidos, que retan la persecución, la represión y el oprobio de una dictadura en fase terminal. Estoy orgulloso de una nación que se vuelve a parar firme tras un largo letargo, que a todos nos pareció eterno y totalmente desesperanzador.

Hoy la dirigencia y el pueblo pisan fuerte y lo hacen caminando en la misma dirección. Nos toca tener claro que para terminar con esta triste etapa de nuestra historia republicana, la constancia y la resistencia deben seguir a la determinación. Esa la única forma de derrotar a un régimen que, aunque cuenta con todo el poder y las armas, tiene más miedo que nosotros ¡VAMOS A TRIUNFAR VENEZUELA!

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