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Poesía, historia y religión

Alejo Urdaneta

La ambición de todo poeta o pensador es componer otra Divina Comedia o las tragedias de Esquilo, Eurípides o Sófocles. La poesía propone una visión total del mundo o el drama del hombre en su convivencia o rechazo de su identidad individual y social. Es la perplejidad de existir. En la historia, la causa o finalidad se halla en el repertorio de las hazañas y la lucha grupal, la insensatez y el dominio del poder. La historia es la visión de los otros y es cambiante en su indetenible interpretación.

Ante estas realidades, la religión trata del asombro que le deja Dios como destino: Un catálogo de delirios, memorables o producto de la expresión poética, se narra en las diversas Escrituras sagradas, que se guardan en textos escritos y designamos con la palabra Religión como los principios de todas y cada una de ellas. Por su lado, la historia nos presenta una sucesión siempre más compleja que el relato de los hechos sorprendentes ocurridos en el curso de la existencia humana, mientras que la religión se propone fusionar al ser individual con los dogmas ligados a sus principios fundamentales. La etimología de la voz “religión” nos lo dice: La voz religión proviene del latín “religare”, que significa unir, y esa es la finalidad que persigue el dogma religioso.

En la poesía busca el hombre el conocimiento de su propia realidad como existencia mundanal, y lo hace con el pensamiento y la poesía para explicarse. El absoluto no es aprehensible y no tiene existencia, no está a la vista del mundo. El absoluto, según el filósofo alemán Schelling, es la armonía, la identidad, la unidad sintética de los contrarios, aquella unidad total que se identifica en el seno materno, lo que Goethe llamaba las protoformas o principio del todo. No las concibe Goethe como algo acabado y dado para siempre, sino como un proceso, «como una fuente de actividad y diversidad de la que fluyen y se alimentan las individualidades». La protoforma o forma original, en opinión de Goethe, actúa como mediador entre la individualidad y el devenir total.

Se ha vinculado a la creación poética con la política, desde la antigüedad. Homero fue quizás el primero de los poetas en tratar el motivo de la guerra. La Ilíada canta el episodio de la Guerra de Troya, que duró 51 días,  y el poema abarca la acción del dios Zeus y los sucesos del extenso poema. Al poetizar, la obra adquiere la grandeza del detalle. Ya en su comienzo advertimos la presencia de la divinidad, una corta invocación para que cante la perniciosa ira de Aquileo. Seguidamente los dioses entran en la escena en la que Apolo suscita una terrible peste en el campamento del combate. Se mezclan política y religión en el poema Homérico, por los sucesos políticos y por la intervención del dios Zeus.

Motivo de atracción y adoctrinamiento es la poesía que nos habla de política. Algunos como Pablo Neruda y Rafael Alberti, han exaltado con su poesía una causa que representaba el movimiento ascendente de los pueblos, como se decía en los actos de rebelión y revolución. La poesía de la historia no debe consistir en propaganda en favor de ésta o aquella causa. Igual que como ocurrió en La Ilíada, la poesía de la historia brota en la misma historia que se traduce en poema.

Volviendo a Rafael Alberti, es apropiado decir que en su obra la poesía está entre la acción y la contemplación. Unas veces, el creador poeta reflejará su vida directamente, en el hacer cotidiano o las crónicas de viaje. En otras obras, los poemas de guerra de Alberti exponen la peripecia reflejada en el espejo objetivo de lo que ocurre. Luego dedica en su libro: Signos del día, a su infancia y canta al mar, el aire y el espacio. Ante la naturaleza americana experimenta una reverencia casi religiosa. La contemplación poética se asienta en su poesía: “Basta un balcón sobre el río / y unos caballos paciendo / para viajar noche y día / sin moverse. / Y el hombre del balcón, el poeta termina volviendo de un largo viaje / sin moverse.

Política y poesía han intercambiado sus objetivos.

El arte poética es entonces la armonía de la forma y contenidos internos descubiertos en la naturaleza y sintetizados en un producto humano que manifiesta la belleza que le causa admiración estética, y dándole así al espectador una experiencia sensible en la que el sentimiento, el pensamiento y la intuición se unen.

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