El EditorialOpinión

Por qué no salimos de la crisis

Hay muchas razones que permiten diagnosticar las causas y las consecuencias de la profunda crisis sistémica que se han instalado en nuestro país en estos últimos 20 años.
La principal causa es un error fundamental de perspectivas de los que han conducido a Venezuela desde que Chávez asumió el poder y se debe a una visión errónea y anacrónica del manejo de la economía y, al mismo tiempo, a la repetición de un modelo político calcado en la experiencia soviética y cubana, que impide el surgimiento de iniciativas privadas que pudieran contribuir al desarrollo del país.
En el campo de la economía, el gobierno no termina de comprender que la gravísima hiperinflación que padecemos se debe fundamentalmente al enorme déficit fiscal generado por una Pdvsa inoperante y un crecimiento exponencial de la burocracia pública, así como de subsidios de todo orden.
Ante la caída de la producción petrolera a niveles equivalentes a los de hace 20 años, el haber acabado con la meritocracia en Pdvsa y, al menos triplicado, la nómina de la empresa y destinarla a un sin fin de actividades que nada tienen que ver con su misión principal, crearon el problema.
A eso hay que sumarle que a través de las expropiaciones, controles de precio y actitud manifiestamente hostil hacia el empresariado, la capacidad productiva del país se ha reducido en cerca de un 80%. Lo mismo ocurre en el campo agropecuario.
Si a esto se le agrega un ordenamiento jurídico basado en leyes que en vez de estimular la producción la desalientan, no puede haber sorpresa de que la incipiente inversión privada en actividades productivas se ha prácticamente vaporizado.
Para superar esto hace falta tomar medidas correctivas que impliquen un cambio de un modelo económico que las evidencias muestran que ha fracasado, y ponerse de acuerdo que lo primero es detener la inflación y luego establecer un ordenamiento jurídico atractivo y favorable a la inversión privada, nacional o extranjera, lo que implicaría la eliminación de la mayor parte de los controles y modificación de la legislación, para hacer de ella un instrumento que promueva y no ahuyente las inversiones.
Eso es posible solo si hay un gran entendimiento nacional y una disposición de marchar hacia adelante. De lograrse, el tiempo de recuperación será relativamente breve, y Venezuela volverá a tener la pujanza que tuvo a mediados del siglo pasado.
Pero si insistimos en ver con un cristal ideológico la transformación de nuestro país, nos seguiremos hundiendo en el marasmo sin posibilidad alguna de salir de él.
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