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¿Por qué se estancó Venezuela?

Antonio José Monagas

La conjugación de variables sociopolíticas y socioeconómicas de diferente factura teorética y operativa, revelan la complejidad ante la cual se suscriben realidades de variada estructura conceptual y metodológica. Pero que en su vinculación, interactúan y se interconectan razones que si bien no son de directa interpretación en la medida de su correlación, explican y justifican el grado de su fuerza como determinante de las realidades de las cuales se suscitan canales de movilización para sus efectos o consecuencias.

Esta complejidad, así caracterizada, no es fácil comprender por quienes estudian la política como teoría o vía de ejercicio de poder. Menos aún, por quienes son advenedizos de la política por circunstancias o motivaciones del azar. Tampoco, por quienes viven del hecho político como si de un negocio de oscura condición se tratara.

La sola razón de considerar la política asentida y asentada sobre la “pluralidad humana” a decir de Hannan Arendt, complica su naturaleza. Sin embargo, se tienen vías expeditas que hacen viable su comprensión. Quizás, no tanto con el detalle epistemológico que implica. Pero si, como para desentrañar lo que su esencia contiene y representa.

Luce entonces pertinente, lo que la presente disertación buscará discernir a objeto de distender la trama que confunde la traducción del entorno conceptual y metodológicamente enmarañado en el que la política dinamiza sus variables. En ello, puede razonarse el por qué la noción de gobierno se encuentra profunda y crudamente desnaturalizada.

Así que entre otras razones, cabe considerar, por ejemplo, el hecho de dar cuenta de cómo la burocratización convirtió la estructura organizacional, en una embrollada madeja. Asimismo, es posible asomar que la dinámica funcional, sobre la cual el ejercicio de la política no arroja respuestas efectivas, tiene que ver con el atasco que su misma pesadez ha generado.

Un tercer factor que ha provocado la cuestionada banalización del ejercicio de la política, es la del inmediatismo que envuelve su práctica. Por esta razón, muchos de quienes ingresan a ella, no tienen otra motivación más desvergonzada que la expuesta por el ascenso social lo cual creen propio de lograr. Esto lo explica el incipiente juego en el que se insume la autonomía que la legislación determina en términos de lo que constituye la función de gobierno. Y esto es razón de la desestabilización que afecta tanto el ejercicio de la política en tanto su capacidad de detentar poder. Pero particularmente, en cuanto a lo que refiere la acepción de Estado desde la perspectiva jurídico-legal.

Además, en medio de tal brecha de imprecisiones, todas apostando al descalabro de la política, tiende a confundirse la noción y praxis de “proselitismo” con la de “gestión de gobierno” entrabándose así el manejo administrativo de recursos y capacidades del Estado.

Sin duda que en el fragor de tan escabroso terreno, se solapan conceptos. Tanto que muchos se confunden de cara a su aplicación y comprensión. Esto hace que objetivos de gobierno se disipen entre compromisos nunca debidamente sopesados. Y por tanto, siempre incumplidos o inconclusos en su realización. Sobre todo, cuando esos compromisos surgen de coyunturas o contingencias que casi siempre devienen en infundios.

Justamente, en el campo en que estos hechos se suscitan, igualmente se incitan razones para reconocer que estos problemas, vistos como episodios propios de enrarecidas realidades, dan como resultado la paraplejia de una gestión de gobierno. Especialmente de aquella, cuyo proyecto ideológico resulta tan vago que cualquier indefinición tiene cabida en sus fuentes. Es como parafrasear el acontecer político en Venezuela. En otras palabras, con ello busca explicarse ¿por qué se estancó Venezuela?

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