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¿Por Qué Sigo Teniendo Esperanza? (10)

Hacía mucho tiempo que no subía a mi querida montaña.  Tal vez demasiado…Pero nunca es tarde para recomenzar.

Después de mi accidente y de mi recuperación, me parecía que era mejor no forzar mi rodilla.  Me había dedicado a caminar por el Parque del Este los sábados o a hacer diligencias requeridas y había ocupado el tiempo que antes le dedicaba a conectarme con mi maravillosa montaña a otras actividades.  ¿Por qué la llamo mi montaña?.  Porque la siento mía…Porque es mía…Siempre está ahí…Siempre me espera…Siempre me recibe y se muestra tal cual como es.  Yo también puedo mostrarme tal cual soy ante ella.  No hay reclamos…No hay juicios…Simplemente somos…Simplemente estamos…

Cuando mi amiga Claudia me llamó para invitarme a acompañarla a retomar sus paseos por la montaña, su voz me transmitió las ganas que tenía de subir. Ella quería retomar su hábito de recorrer las veredas  pero no deseaba hacerlo sola.  Probablemente el tema de seguridad era un factor importante para que ella prefiriera subir acompañada.  También lo era nuestra amistad.  Nos conocemos desde muy jóvenes y podemos compartir sin ningún esfuerzo. Ya antes hemos sido compañeras de viajes y de excursiones.  Me comentó que no había entrenado desde hacía bastante tiempo así que subiríamos lento.  Acepté la invitación preguntándome si lograría llegar a nuestro punto de destino.

La primera vez subimos a Sabas Nieves.  Fuimos muy lento y conversando todo el camino.  Aunque noté el camino hasta Sabas Nieves extremadamente seco y me sorprendió que no hubiera nada de grama, disfruté inmensamente de este primer paseo por la montaña.

El sábado siguiente volvimos a subir a Sabas Nieves.  Esta vez subimos bastante más rápido y también compartiendo una agradable conversación.  Cuando bajamos, Claudia me anunció que el siguiente sábado subiríamos a “El Banquito”.  No estaba muy convencida de la idea pero accedí.  Siempre podíamos tener metas un poco más difíciles de alcanzar.  No debíamos conformarnos con lo que ya habíamos logrado…Especialmente cuando ya conocíamos los lugares más distantes que podíamos volver a visitar con un poco más de esfuerzo.

En nuestra tercera subida después de nuestro reencuentro, no sólo llegamos hasta “El Banquito” sino que llegamos a “No Te Apures”.  El paseo fue maravilloso, como también lo había sido los dos sábados anteriores.  Esta vez, sin embargo, hubo una serie de experiencias que me gustaría compartir porque sirven de evidencia del por qué en sencillos detalles podemos encontrarle sentido a lo que pareciera carecer de él.

Mientras ascendíamos, nos encontramos con una serie de grupos que venían bajando.  Mientras descendíamos, nos encontramos con una serie de grupos que venían subiendo.  La vida es así…Unos vamos cuando otros vienen ya de regreso…Le comenté a mi amiga que me había llamado la atención que varias personas que nos habíamos cruzado en el camino no habían contestado nuestro saludo.  Normalmente los montañistas nos saludamos al cruzarnos.  Me propuse desear los buenos días en  voz alta y mirando a quienes venían en sentido contrario.  Quería ver si podía cambiar el patrón que estaba observando.  Comencé a saludar a todos y cada uno de los que se cruzaban conmigo.  Mi amiga Claudia comenzó a hacer lo mismo.  A veces, si la respuesta se tardaba en llegar, insistíamos.  El efecto fue increíblemente fructífero.  En casi todos los casos fuimos exitosas.  Aunque éramos nosotras quienes, por lo general, comenzábamos con el saludo, comenzamos a recibir respuestas más rápido de lo que esperábamos.  Nuestra concusión al finalizar nuestra excursión es que uno debe seguir dando el ejemplo.  Siempre hay alguien dispuesto a seguirlo.

Durante nuestro recorrido vimos a unos muchachos jóvenes subiendo por una trocha.  Claudia se detuvo a comentarle a uno de ellos que las trochas no debían usarse porque se iba erosionando la montaña.  La práctica de caminar por los caminos que ya estaban abiertos era la más sana para proteger la naturaleza.  Fue increíble la receptividad de quienes la escuchaban.  Comenzaron a pasarse la información los unos a los otros y algunos se salieron de la trocha para retomar el camino principal.  De ahí en adelante ambas repetimos nuestra práctica de conversar con quienes se metían por las trochas que algunos ya habían marcado antes de ellos y siempre encontramos gran entusiasmo por aprender.  Ambas conversamos sobre lo importante que era educar a quienes no han tenido experiencia previa en la montaña.  Muchas veces  las actitudes y acciones provienen  de la ignorancia y basta con compartir el conocimiento o la experiencia para que quienes no saben comiencen a actuar con más entendimiento y conciencia.

Ya de regreso, tratamos de sacarle fotos a nuestras queridas mariposas de alas transparentes.  La mayoría de las veces ellas revolotean a nuestro alrededor subiendo y bajando con gran energía y no se posan tranquilas el tiempo suficiente para poderles tomar una foto.  Esta vez vimos tanto las que tienen el borde de las alas azulado como las que lo tienen marrón pero sólo logramos tomarle foto a estas últimas.

Les presento a una de las mariposas de alas transparentes de El Ávila.

Maritza

Claudia y yo nos paramos a tomar fotos y quienes pasaron a nuestro lado tuvieron la suerte de ver ese maravilloso tesoro que aunque está ahí pasa totalmente desapercibido para la mayoría. Como algunos ni siquiera viendo la mariposa se percataban de sus alas transparentes, se las mostramos para que pudieran apreciar el detalle y todos quedaron maravillados.  Compartí la foto anterior al bajar de la montaña con muchos de mis contactos y me sorprendí al ver la gran cantidad de personas que me agradecieron por hacerlo y que me comentaron que a pesar de la cantidad de veces que habían subido a El Ávila nunca habían visto las mariposas de alas transparentes.

Nuestro país está lleno de tesoros inimaginables.  Nuestro país está lleno de gente maravillosa.  Nuestro país tiene un clima inigualable.  Nuestro país es un país de gente joven que está dispuesta a mejorar y que tiene buena energía y disposición.  Aunque el ambiente sea hostil, actuemos cada día dando buenos ejemplos y actuando responsablemente.  Compartamos nuestros conocimientos y ocupémonos de educar y de agradecer.  Puede ser que en algunos casos nos llevemos alguna decepción pero creo que, en la mayoría de los casos, pasará lo que nos ocurrió a Claudia y a mi.  Nos encontraremos con gente receptiva, amable y dispuesta a seguir las enseñanzas compartidas.  Por todo lo que vivimos ese día en nuestra montaña y por tantas otras razones, sigo teniendo esperanzas.

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