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¿Por qué tanta torpeza?

Ya casi al término de la segunda década del siglo XXI, resulta dificultoso y además contradictorio exhortar posturas diferentes de las que ostentan altos funcionarios y encumbrados dirigentes del oficialismo

La adulancia empalagosa se convirtió en repugnante práctica política mediante la cual se busca engolosinar la ignorancia del líder del proyecto ideológico de gobierno quien además de controvertir el desarrollo nacional, sirve a desviados y particulares intereses de unos cuantos que presumen de conductores de la administración pública nacional. Por supuesto, la escena venezolana luce asediada de tan suspicaces personajes cuyo discurso no sólo infunde pena ajena. Sino además, es demostrativo de la inopia que subyace en cada propuesta, comentario o consideración pregonada.

A manera de coro de voces negras, el canto desafinado de quienes forman la comparsa del alto gobierno revolucionario venezolano, desentona con las verdades que la auténtica historia exalta. O de la que debe escribirse en nombre de la verdad, la democracia y el esfuerzo de muchos por construir una Venezuela acompasada con los sueños de progreso de tantos venezolanos. Pero al mismo tiempo, dichos eventos descuadra con las exigencias que plantean los desafíos de la economía internacional. Aunque luce vergonzoso reconocerlo. Pero deberá saberse que muchos de los referidos desafíos, han sido obstruidos por problemas estructurales imposibles de moderarse en el corto plazo.

Es el caso de lo que a diario configura la agenda de oficinas, corporaciones y ministerios adscritos al Ejecutivo Nacional. Repetidas veces, sus ejecutorias no han podido ser más obtusas por cuanto su estatura funcional lo ha impedido. Las declaraciones de quienes tienen en sus manos la responsabilidad de lidiar con los problemas que estremecen las correspondientes dinámicas, dejan ver el paroxismo de la torpeza. Aparte de constituir una apología al sectarismo anacrónico y una exhortación al odio.  Manifestar desprecio por todo lo que significa democracia, libertades políticas y derechos humanos, según la acepción de “tolerancia”, “respeto”, “reconocimiento”, “solidaridad” y “cooperación”, evidencia el desconocimiento que los respectivos “gerentes públicos” tienen de la concepción de “política” según las exigentes realidades.

Cada vez que estos “cuadros gubernamentales” se dirigen a la opinión pública, sus palabras dejan ver bochornosos discursos que reflejan gruesos desaciertos dada la condición de dirigentes político-partidistas que por circunstancias son estos “gerentes”. Y si además, sus posturas se enhebran con la retorcida posición como funcionarios del alto gobierno, los resultados son fatales. Lejos de cerrar la brecha que, contradictoriamente, viene azuzándose desde el poder político encumbrado en Miraflores, los efectos de tan descarriadas conductas, incitan más aún la violencia política, la descomposición social y el quebrantamiento de valores y principios requeridos para fundamentar la orientación del país por el sendero de la necesaria avenencia social y concordia política. La impunidad y la impudicia actúan como barreras montadas por el propio régimen.

Ya casi al término de la segunda década del siglo XXI, resulta dificultoso y enomemente contradictorio exhortar posturas diferentes de las que ostentan estos altos funcionarios y encumbrados dirigentes del oficialismo. Estos personajes de marras, jamás podrían vivir apegados a esquemas socialistas de hambre y muerte. Sólo pensar que sus comportamientos configuran estructuras imbricadas con ceñidas realidades económicas, los ahuyenta y atemoriza por el clima de pauperización y declinación social que caracteriza al socialismo en todas sus etapas.

Luce entera y vergonzosamente penoso advertir que las labiosas arengas de quienes presumen ser “gerentes públicos”, dada su categoría de altos o medianos funcionarios, hacen ver no sólo el desconocimiento que tienen de “política”. Peor aún, la condición de aduladores que cada uno de ellos no puede disimular. Por lo contrario, lo evidencian en grado superlativo. Su temperamento engañoso y capcioso, queda al desnudo. Esto deja ver el grado de degradación que conmueve al país. En medio de tanta mediocridad, cabe preguntarse ¿por qué tanta torpeza?

“Cuando la política se torna cizañera, es porque quienes la ejercen actúan a contracorriente de las necesidades, o porque quienes se someten a sus indicaciones son arrastrados y zarandeados por las circunstanciassin que en ninguno haya una fracción de sensatez”

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