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Por un nuevo pacto de gobernabilidad

Si Rómulo Betancourt, Rafael Caldera y Jóvito Villalba no hubieran tenido aprehensiones, rencores recíprocos, temores, sospechas mutuas, malentendidos, disgustos y facturas que endosarse unos a otros, no hubieran necesitado firmar el pacto de gobernabilidad que terminaron firmando a la caída de la dictadura perezjimenista. Si lo hicieron, fue porque sabían que las diferencias que los separaban hacían a su propia identidad, que ocupaban espacios distintos, incluso contradictorios, que cada cual tomaría por su lado, pero comprendieron en un arranque de lucidez y estatismo que la Patria llamaba a la concordia de sus mejores hijos para salir del marasmo y enrumbarse por la senda de la libertad y el progreso. Y que si sumaban sus fuerzas contra el principal enemigo: el golpismo dictatorial y militarista, podían asegurar el tránsito pacífico hacia la paz democrática.

No es casual que esa paz democrática se agotara conjuntamente con el agotamiento de las fuerzas de cohesión de aquel pacto de gobernabilidad y la muerte de dos de sus tres líderes fundacionales. Que al retirarse Caldera el 4F, a 34 años de la cohesión anti golpista pactada en el 58 y abandonar su partido, resquebrajaba existencialmente el acuerdo de gobernabilidad y que de ese vacío de entendimiento nacional brotaría el monstruo de la disgregación. Que, como siempre desde 1830, retozaba en los cuarteles.

Son verdades tan de Perogrullo, que hasta avergüenza recordarlas. Y es necesario y urgente recordarlas, pues, en muchos sentidos, vivimos muy parecidas circunstancias, si bien agravadas a extremos inconcebibles, devastadores y hasta agónicos. La dictadura no yace derrotada y en retirada, como entonces, el gobierno no se encuentra en manos confiables y seguras, como entonces, ni la economía va por su lado, tranquila y sin graves tropiezos, como entonces.  Penden como asignaturas pendientes el obligante desalojo del régimen, la ruptura de las cadenas ominosas que nos atan a la tiranía cubana, la reconstrucción del Estado y la urgente reparación del dañado tejido social, a un paso de la crisis humanitaria. El 2016 se asoma en tinieblas mucho más sórdidas y amenazantes que el luminoso porvenir que recibió a los venezolanos con las elecciones presidenciales de diciembre de 1958.

De allí la inoportuna, contraproducente y nefasta insistencia en ventilar trapitos con las falsas y extemporáneas adjudicaciones de los honores de la victoria. Que en estricto rigor nos pertenece a todos. Aunque todavía pende de hechos en absoluto irreversibles y aún en curso. En absoluto cumplidos. Ni Rómulo boqueó el éxito de sus estrategias y el coraje de sus hombres, ni Caldera exhibió sus derechos, ni Villalba reivindicó el triunfo. En un ejemplar ejercicio de modestia, los tres reconocieron de consuno la necesidad de unirse, postergar sus ambiciones y dejar hablar al pueblo. Encaminado por el soberbio espíritu unitario que cubrió al país con la bendición de su manto. Como finalmente sucediera. Tras un año de transitoriedad, que no de transición, que pudimos exhibir como modelo de civilidad en la resolución de nuestros graves problemas. Al extremo de ilustrar a los españoles para que caminaran seguros hacia la democracia a la salida de Franco y el franquismo.

Creo imprescindible que la MUD, hasta ahora sabiamente coordinada bajo la dirección unitaria de Jesús Torrealba y la experiencia de los líderes de AD, PJ, UNT, VP y los restantes partidos democráticos, comience a generar las condiciones de convivencia y cordialidad necesarios para avanzar en el  camino hacia la solemne firma de un nuevo Pacto de Gobernabilidad.

Será necesario. Será urgente e indispensable. Pues las circunstancias que enfrentaremos al comenzar la transición no estarán bendecidas con agua de rosas. De allí mi consejo de ir madurando el Pacto, asegurando las tareas de nuestra Asamblea, asegurar la ley de amnistía de inmediato efecto cuanto antes y ponernos a pensar y a actuar en función del futuro.

Si bien imposible es olvidar un sabio dicho de nuestro refranero: del apuro sólo queda el cansancio. Que lo mediten quienes ya se ven ciñéndose la tricolor y caminando a redropelo de las conveniencias nacionales.

@sangarccs

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