Postales mentales de la pospandemia
Las postales mentales de la pospandemia son un riesgo creativo transformado en afirmación estética y conceptual. Al re contextualizar un elemento comunicativo propio de la era predigital, tal como es la postal como vía para plantear los posibles futuros que esperan a la humanidad tras esta distopìa, nacida por la peste generada por el virus chino. La transciòn entre lo predigital y lo digital Vilena Figueira lo evidencia en su fotografía postal horizontal, donde el anverso nos lleva al tipo de comunicaciòn de las primeras décadas del siglo pasado, en lo que podríamos llamar la era analógica destacan las estampillas de Francia y el matasellos que devela el origen de la postal y su destino: Venezuela. Estos elementos contrastan con las partes digitales que fusionan dos eras, metáforas de dos tipos de civilizaciones.
Es una propuesta experimental y de vanguardia, al crear posibles futuros o líneas temporales que tienen atrapada a la humanidad y que están transformando la civilización conocida en todas sus dimensiones. El nuevo orden mundial que se está imponiendo dejó de ser una utopía novelesca tipo Dan Brown en novelas como La Conspiración o La Fortaleza Digital, para convertir la ficción en realidad.
“Ayer por fin recibimos el mensaje al intracelular. Era justamente lo que estábamos esperando para salir de casa. En este Post Mundo que observo ahora que salí, ya algunas cosas no son como antes. Intuitivamente me di cuenta que podía enviar postales mentales a través de telepatía. Solo bastó tocarme el chip debajo de mi codo izquierdo. Es mejor puedo controlar el flujo de imágenes, porque quede saturada de tantas fotografías que vi en este confinamiento, “(Vilena Figueira, Era pospandemia)
Para la artista y para cada uno de nosotros la pandemia ha venido a trastocar nuestra existencia y visión del mundo. ¡Si¡ en el séptimo planeta del sistema solar de la Vía Láctea, llamado por los terrícolas: Tierra, todo está deviniendo. Tanto en lo privado como en el público, en la belleza y la cultura, la ciencia y la economía, la política y la guerra.., hasta en las formas de amarse y odiarse.
No se existe en los espacios privados cálidos como en el pasado inmediato, al surgir los protocolos de bioseguridad, y los distanciamientos sociales. Y posiblemente sea solo el comienzo. Cómo empezamos a ser otros en un proceso que no sabríamos decir y menos si es de involución o evolución. Todo cambia radicalmente desde la entrada al hogar, ya no lo hacemos espontáneamente y nos entregamos a descansar cómodamente en un mullido sillón, sino tenemos que rociar de spray y lociones desinfectantes. Y siempre queda ahí, en algún rincón de la conciencia: me habre contagiado, con el rostro aún enmascarado por un tapaboca de los que se usan en los quirófanos antifaz que es una metáfora irónica. No podemos abrazar de manera apasionada y libre a los seres queridos, se debe antes cumplir con los protocolos, día a día se van convirtiendo en parte de la cotidianidad. Empieza a permear este nuevo mundo nuestros más redonditos sueños. Se crean laberintos y dimensiones de soledad que se van potenciando en los espacios públicos: parques, plazas, escuelas, liceos, bares, autopistas. Se convierte lo urbano en soledades dentro de soledades.
Se siente en la piel y en el alma, esa sensación de pequeñez, de nostalgia infinita, como la inmensidad oceánica de estas postales mentales pospandémicas, o quizás postapocalípticas. El chispeado de la superficie marina más que verse se siente como un reflejo de una realidad inimaginable, cambiante infinita de olas vistas de una perspectivas aéreas que a pesar de ser horizontes se convierten en miradas que podrían ser de aves marinas o drones, son recuadros dentro de recuadros. Estamos ante una aproximación a la cuarta dimensión. Y aún así se siente la inconfundible salinidad del mar y su azulado enceguecedor. No hay islas como la inalcanzable Itaca, ni barcos, veleros, peñeros solo mar y algunos elementos flotando que recuerdan las botellas que lanzará Robinson Crusoe para escapar a su angustioso aislamiento, desesperado por volver a sentirse acompañado, cobijado, amado y odiado por otros seres humanos, tal como le ocurre actualmente a cada ser, al añorar un pasado más cálido, sociable y amable. Tal como la vida pasado, el presente recuerda la soledad de los cuadros de Edward Hoppe por el distanciamiento de unos de otras, no solo por la pandemia sino por el totalitarismos, las silenciosas guerras con sus masivas migraciones, que provocan que los afectos se vayan perdiendo o retomándose a través de nuevas formas de socialización gracias al ciberespacio.
La ausencia de transportes temporalmente entre continentes parecieran ampliar las distancias del planeta, gracias a esta fotografías oceánicas intervenidas nos acercamos imaginativamente a esta nueva mirada espacial, en contraparte el espacio privado se contrae al reducirse, ya se planea una arquitectura tanto privada como pública en función de esta endemia que limitara la libertad. En estas fotografías parecieran estar alejándose los continentes, cómo en sus orígenes millones de años atrás y nosotros estar flotando hacia la nada. Pero en el mundo subacuático no hay tal soledad. no son metáfora de una humanidad que muere irracionalmente, sino posiblemente estén plenos como nunca de cardúmenes dinámicos, móviles, multicolores de forma de peces loros, ángeles, viejitas, picuas, bonitos, atunes…, las tortugas marinas se desplazan sin temor a las heridas de las hélices de botes, motos acuáticas, y yacen plácidamente en un nuevo fondo marino, más oxigenado y transparente, en un etapa histórico que lo estábamos convirtiendo en un erial, como lo estamos haciendo al tanatizar nuestra existencia ecocida. Volverán los océanos a ser lo que fueron siglos atrás y toda la vida marina recuperada como antes de la genocida fiebre ballenera del Capitán Ahab, que refinadas civilizaciones continúan invitándolo ensangrentando las aguas oceánicas para saciar sus frívolos apetitos.
Cuesta comprender: cómo en el momento de mayor avance tecnológico y científico surge a través de un laboratorio y la biologìa genética que podrían haber creado este virus dispersado por el viento, una peste en pleno siglo XXI. Cinco siglos le costó salir al medioevo de la peste, cuando nos costará a la contemporaneidad años, décadas,… lo que sí sabemos con certeza es que las relaciones humanas y económicas están cambiando aceleradamente. El mundo ante nuestros ojos comienza a ser otro.
La Era digital se revoluciona por la pandemia al crear otra revolución virtual, pareciéramos estar entre las líneas de una novela de ciencia y ficción. Y si esta pesadilla de decenas de guiones fílmicos, inspirados sobre todo en las Fundaciones de Isaac Asimov fuera realidad, y los ordenadores creaian nuevos tipos de comunicaciones y de existencia nacidas por el nuevo contexto, internalizando lo digital en cada ser humano para adecuarlo a las nuevas relaciones humanas.
En estos momentos ya no pareciera importar quien produjo este cataclismo, aunque fuera producido como un nuevo tipo de guerra, sino salir de ella. Es lo que más preocupa a cada ser humano consciente y será este el concepto que sustenta estas postales mentales de la pospandemía, que quedará tras pasar esta pesadilla y como cambiaremos tú, yo y nosotros…
Pero qué es una postal originalmente eran en blanco negro en el siglo XIX, solo basta navegar en google para saber su historia, era un medio de crear relaciones sociales, comunicar, ideologizar y representar la realidad al otro. En una época en la que no había telecomunicaciones ni existía el ciberespacio. Pero que es una postal mental ¿qué representa?. Es un fotograma de la imaginación de cada ser humano, pero en este caso del imaginario de la artista Vilena Figueira al hacerse eco de lo colectivo. De manera casi imperceptible en los bordes de estas fotografías, hay circuitos, memorias ram, chips, conectores, fragmentos de tarjetas madres componentes básicos de toda la realidad virtual. Afirma así la creadora que está naciendo una nueva forma de comunicarnos, de interrelacionarnos. Será el inicio de la cuarta revolución digital que fusiona lo digital con lo humano. Esto muestran estos retratos.
Esta visión la logro V.F. en sus retratos de perfil con chips, y tarjetas insertadas tímidamente a los rostros, no como lo haría un doctor Frankstein, sino como un añadido natural resultado de una estética utilitaria pero a su vez señalando hacia nuevas formas o fisonomías que asumirá la humanidad al utilizar estos nuevos tipos de comunicación. Serán seres humanos banales, anodinos y pulidos como las pantallas de los Smartphone o las superficies tipo espejo de las esculturas deacero o aluminio pulido. Se referirán a una humanidad híbrida pospandémica, podrían ser retratos de las generaciones futuras de los sobrevivientes y al devenir a que nos llevaría la nueva era. Será esta una dura verdad, distòpica o utópica. Se está ante una propuesta visual de posibles futuros, de posibles líneas de tiempo y espacios como se plantean en la famosa series como Dark, donde se juegan con los posibles tiempos y espacios de una realidad. En uno de estos retrato se percibe un dejo de tristeza en la bella joven híbrida, la oreja y la frente están intervenidas por chips, fragmentos de tarjetas, posiblemente esté conversando con otro ser híbrido de sus nostalgias, alegrías, o de sus deseos por retornar a un pasado donde las emociones podían aflorar sin limitaciones de los protocolos de bioseguridad.
Se funde el pasado con el presente en estas postales en los retratos de rostros frontales, de ahí el sentido de la fotografía, de una bella niña sobre una especie de sofá árabe, mostrándose en todo su naturalidad y espontaneidad casi sonriente, el espectador puede llegar a imaginarse las ensoñaciones juguetonas que recrea, graciosamente. Toma entre sus manos un anillo para mostrarlo con su dedo anular sobre un tapizado de flores y ramas que transmite serenidad y naturalidad. En ella todo pareciera girar en un mundo pre-pandémico, y burlarse de la palabra protocolos de bioseguridad.
Esta visión contrasta con la percepción que se tiene del retrato frontal de un adolecente con un sombrero, en sus gestos hay algo de fría soledad, el primer indicio de hibridación es el sombrero recubierto en la parte posterior de aditamentos virtuales y también incrustados en un lado del rostro. Su mirada pareciera ver a través de la virtualidad, es brillante y pulida cromáticamente como una pantalla, es un joven híbrido que podría nacer de la próxima revolución digital.
Hay una abismal diferencia de estos retratos con la joven de perfil, que por la luz y la pose recuerda a la bella amante hibrida de Harrison Ford en el clásico film de Blade Runner, 1962. Hay silencio en estos rostros, no se perciben gestos de querer hablar, pues es una joven pospandemica, que podría tener otros criterios de comunicación y de expresar su dimensión interior, sin necesidad de sus sentidos y con una visión del existir completamente diferente a la conocida, es un posible futuro que puede ser trágico pero también esperanzador….