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Propósito para el año nuevo: Aprender mandarín o ruso o ambos

Alfredo Maldonado 

Vale la pena que se pregunten por qué el duro Gobierno chino –que se autocalifica de comunista pero defiende y promueve el capitalismo más radical- es tan paciente y comprensivo con el desastre venezolano. Es frecuente afirmar que la paciencia china es infinita, y habría que pensar que algo de ese sentido de paciencia, que en buena parte no es más que resignación, se le ha pegado a los venezolanos, ya a días de cumplir veinte años sometidos al palabrerío, las mentiras y la represión de ese castrismo venezolano llamado chavismo –hoy en día madurismo, que ya es mucho resignarse.

También suele decirse que cuando alguien le debe un dineral a un banco y no está en capacidad de pagar, el que debe estar preocupado es el banco, no el deudor. Eso no es tan cierto si ese deudor moroso tiene algo que pueda quitársele para conciliar la contabilidad bancaria, la institución debe preocuparse si el deudor no tiene nada, pero que a alguien le otorguen un crédito bancario sin tener nada, ése sí que es un milagro.

Los chinos han prestado un dineral brutal a la Venezuela incompetente de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, y visto así, incluyendo la ahora nueva historia de mal pagador de este país –nunca antes lo había sido- podría uno pensar que Pekin debe andar angustiado, 50.000 millones de dólares (o más) no son cualquier cosa, especialmente cuando el mismo Gobierno venezolano se ha dedicado a derrochar, regalar y corromper esos fondos. La última necedad gubernamental es haberle entregado la desmantelada industria petrolera, y mucho de la minería a los militares, que no han logrado hacer con ellas ni siquiera la parafernalia de un castrense orden cerrado, al contrario.

La última, pero no la única. Con dinero chino y también complacencias rusas, la Venezuela castrista tiene una moderna flota aérea de combate, en equipos una de las más avanzadas de la región, y por lo que dicen un modernísimo y letal sistema de defensa aérea. Del millón de milicianos no hablemos porque nadie se los toma en serio, son simple y barata carne de cañón. A lo largo de estos últimos ya casi veinte años, el castrismo venezolano ha logrado demostrar a los venezolanos que esa vieja percepción de la excelencia gerencial de los militares no es más que un mito ya cayéndose a pedazos, pues no cabe duda de que la administración pública tiene militares activos y actuando en todos los niveles y especialidades, y en todos lo están haciendo mal, ¿alguien lo duda a estas alturas?

Pero no es por allí por donde deben sacarse las cuentas.

50.000 millones de dólares es poco al lado de la creciente fuerza china –y ahora también rusa- para imponer condiciones al Gobierno venezolano riesgosamente sentado sobre bayonetas y sobre el descontento del mismo pueblo al cual asegura defender. El que debe tanto también tiene mucho.

Pregúntele a cualquier conocedor –no tiene por qué ser un experto petrolero, basta que sea un buen economista- cuánto valen las propiedades de Petróleos de Venezuela en el mundo. Cuánto valen las refinerías y el sistema de distribución de Citgo en Estados Unidos y en varias islas del Caribe, por ejemplo, o cuánto valen las minas nacionales en el ahora muy nombrado “arco minero”, fuente de numerosos minerales altamente rentables incluso bajo el desorden corrupto consignado a la supervisión militar. Sólo en oro y diamantes hay potencial de sobra para pagar lo que se debe y depositar los vueltos en cuentas y países diversos.

Eso, desde una perspectiva financiera.

Desde un punto de vista político, piense usted en que China y Rusia siguen viendo a Estados Unidos como un adversario, ya no en lo político e ideológico, sino en lo económico, y que entonces Venezuela, a 3 horas de vuelo o 3 ó  4 días de navegación del territorio estadounidense, puede ser para ellos una rentable pica en Flandes en las narices mismas de la Casa Blanca, el Departamento de Estado y del Comando Sur estadounidenses.

Venezuela es –se decía antes desde el punto de vista del turismo y los viajes- la más alcanzable puerta de entrada a toda Suramérica desde el norte –vean su mapa, Europa también está al norte- y es absoluta verdad. De hecho, lo están mostrando los mismos venezolanos que huyen por las fronteras y en carro, motos, autobuses y hasta a pie, llegan a Colombia, Ecuador, Perú y Chile por la costa del Pacífico –no es casualidad que muy pocos se desvíen hacia Bolivia como no sea de paso inevitable-, y a lugares tan remotos e interrumpidos por las profundidades amazónicas, como Sao Paulo en Brasil y Buenos Aires en Argentina.

Pekin y Moscú no tienen por qué analizar el asunto desde una perspectiva turística, pero sí es fácil sacar conclusiones y elaborar estrategias de control y despliegues políticos, porque hoy la política exterior es, en mucho, economía. Y de eso se trata, y de los intereses. Mientras el deudor, Venezuela, pague los intereses por los préstamos recibidos, el pago de capital que es lo gordo y complicado, puede esperar y los préstamos pueden renovarse, incluso reponer capitales pagados si hay alguno.

No piensen tanto en Cuba, que es ya un octogenariato en decadencia y de muy escasa importancia económica –aunque con un gran potencial en cuanto el castrismo termine de morirse y los ricos cubanos estadounidenses, y los que jefes comunistas de empresas cubanas estatales puedan readaptarse al capitalismo, que harán con facilidad y sentido práctico como hicieron sus colegas rusos en cuanto se derrumbó la cortina de hierro, tomen control de ese país y vuelvan a convertirlo en la primera potencia del Caribe.

Piensen en lo satisfechos que estarán los chinos y los rusos con los venezolanos que aprendan sus idiomas y puedan ser más eficientemente preparados para representarlos por estos lados. Que no serán Nicolás Maduro ni Diosdado Cabello ni Tarek El Aisami, ni Aristóbulo Istúriz ni otros jerarcas actuales, ellos son sólo instrumentos a la mano y fácilmente descartables entre juicios en tribunales de todo el mundo, congelamientos de bienes y –los menos importantes pero con informaciones en los bolsillos- negociaciones de atestiguamientos protegidos.

¡Pónganse a estudiar, camaradas!

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