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¿Qué nos pasa?

Realmente es frustrante ver el estado en que se encuentra nuestro país.  Soy un optimista casi irresponsable de los que pregona a los cuatro vientos que me quedo en mi país pero aun así, acepto que Venezuela se encuentra mal. El salario mínimo es de 13 dólares mensuales, hay unos 500 muertos semanales: son ya 13 años de control de cambio y estamos ahora expuestos a humillantes e interminables colas para comprar los productos de la cesta básica.  Son pocos los que piensan lo contrario y esto lo reflejan todas las encuestas.  La última de ellas indica que un 93% de la población tiene una visión negativa de la situación del país.

¿Cómo llegamos aquí? Muchos piensan que esta debacle y con cierta razón es culpa del chavismo. No estoy tan convencido de que sea así.  Se requiere un análisis más profundo para abrir el debate de forma amplia si queremos tener un consenso sobre los modelos políticos y económicos del país. Debemos reconocer en primer lugar que los problemas de hoy, son los de ayer pero agravados. Antes no éramos felices, como se dice ahora. Nos quejamos mucho en las décadas pasadas y pasamos penurias pero las respuestas políticas y económicas solo vinieron a agravar las cosas.

Podríamos arrancar diciendo que en 200 años solo hemos tenido 40 años de gobierno civil, que en 1922 se afianzó el modelo económico basado en la renta petrolera, que en los años 70 decidimos nacionalizar los mayores polos productivos y proclamar el modelo de economía de estado y que la empresa privada solo participaría en lo que no era esencial. Todos los servicios y las grandes empresas serían del Estado y por cierto con el mismo slogan, “para el pueblo”.

Prefiero partir de los años 80 para no extenderme tanto. En ese tiempo  fue cuando comenzó la migración de venezolanos a otros países que luego se aceleraría. Estos datos se pueden verificar en el censo de los Estados Unidos entre  1980 y 2013. El viernes negro de 1983 nos hizo despertar de la fantasía que nos trajo la bonanza petrolera de los 70, donde nos sentíamos ricos y no lo éramos, del famoso “´ta barato, dame dos”. La clase media de aquel tiempo sintió el miedo a la pérdida, la devaluación  y la inflación. ¿Qué fue aquello? ¿Qué nos pasó? Sobre todo, ¿quien es el culpable de esta debacle? Llegaron los desajustes macroeconómicos para quedarse hasta hoy en día.

La respuesta de esa generación en la que me incluyo fue: los culpables son los políticos: los adecos y los copeyanos, todos. Con lo cual nació la enfermedad terrible de la antipolítica. Hubo una alineación de objetivos entre el grupo Roraima, Santa Lucia, la novela “Por estas calles”, el programa Primer Plano, los llamados “notables” alrededor del hecho de que había que salir de esos políticos. Uslar Pietri y el mismo Caldera, uno por revanchismo y el otro por oportunismo justificaron el golpe del 92. Nadie defendió el modelo de corte liberal del presidente Carlos Andrés Pérez, sino que lo importante era salir a como diera lugar de todos los políticos del Pacto de Puntofijo.

No entender que el problema era la insostenibilidad de la dependencia de la renta petrolera y la economía de Estado, nos llevó a  buscar culpables que fue el error que cometimos como sociedad y debemos reconocerlo. Debimos defender al presidente  Pérez, no necesariamente por él, sino por los cambios que proponía, por la necesidad de la estabilidad política. Votar por Caldera fue un error, él vino a asumir una nueva personificación del populismo y la antípolitica.

Una circunstancia similar viven hoy los Estados Unidos. Su clase media ha visto como su poder adquisitivo se ha disminuido en los últimos 30 años, generando una sensación de inseguridad conocida como el “loss aversión” que hace perder su apoyo por el gobierno de las reformas económicas para  abrazarse a populistas como Trump y Sanders. Con la diferencia de que su democracia, ya con más de 200 años, está bien afianzada con instituciones que podrán poner controles al populismo.

Abrazamos el populismo de Caldera y luego traicionamos al candidato Alfaro, crucificamos a los políticos para darle cabida al gobierno de Chávez que surfeaba cómodamente y con olfato para el acontecer político de su momento.  Luego con esas mismas fuerzas de la antípolitica representadas por los medios de comunicación del año 2002 y muchos empresarios, se terminó dando un fallido golpe de Estado, un absurdo paro petrolero, un error garrafal de no ir a las elecciones de la asamblea del 2005, las guarimbas.

Errores tras errores que dan cuenta de la falta de experiencia política, que solo nos trajo la radicalización, el desencuentro, el afianzamiento del modelo de economía de Estado, 13 años de control cambiario, el derrumbe de las instituciones  y un gobierno autoritario que solo busca como defenderse y afianzar sus ideas más absurdas y radicales.

Las elecciones para la asamblea trajeron de vuelta a la política: nuevos y viejos actores,  pero en fin de cuentas, políticos y se inició el lento proceso de desmontar 30 años de errores.  Tal vez tengamos un chance de dialogar y convencer a estas fuerzas desatadas y emociones encontradas que tenemos que refundar al país todos una vez más.

Me entusiasma la preparación y madurez de la generación joven de esta década y esa es la esperanza. Lo que vivimos es el producto de la generación de los 80, lo que viviremos en el futuro será el producto de la generación presente. A la cual yo que soy de los 80, me propongo apoyar y poner mis esperanzas. Tanto a la que está aquí o está fuera.  Todos al fin y al cabo somos venezolanos.

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