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Quien algo teme, algo debe

Hay quienes se valen de la política para hacerle creer a muchos que desde el poder les brindará la mayor atención en aras de su bienestar y mejor calidad de vida.

¿Cómo es posible que una sola palabra pueda significar tanto? Desde luego. No es tan inverosímil que una palabra admita distintas acepciones. Existen palabras cuyos significados son diversos. Aunque también pueden tener apenas uno solo, dependiendo del contexto en el cual se sitúe la palabra en cuestión. Esta situación termina convirtiéndose, a veces, en un dilema que se agudiza a medida que la palabra pueda extraviarse en el mundo de los sentidos. En política, esto resulta algo engorroso. Sobre todo, cuando su ejercicio evita lidiar con significados diferentes pues su variedad complica las interpretaciones lo cual tiende a acarrear problemas de índole hermenéutico.

Es un tanto la vía que conduce a reconocer complicaciones que surgen cuando se obliga a darle un sentido a palabras que no caben en el espacio semántico. Ni tampoco dialéctico al cual quieren someterse con la única intención de justificar una mentira, o de sostener un engaño. Por eso, la sabiduría popular ha sabido inferir que “la tranquilidad de no tener nada que ocultar, no tiene precio”. A esto, el político norteamericano, quien fuera el tercer presidente de EE.UU., Thomas Jefferson, agregó que “quien no teme a las verdades, nada debe temer a las mentiras”. Seguramente estaba convencido que quien no la teme, nada le espanta.

A quien debe espantarle todo lo que debe, pues sabe que el temor le consume su conciencia, es al politiquero comprometido con el deshonor que remueve a su paso. Es el problema que deviene de una praxis política corrompida en términos del provecho que obtiene de cada decisión tomada en nombre de un proyecto político usurpado y traicionado. De ahí que para muchos, la política sirve para entrampar al desapercibido o al desinformado, de lo que puede sorprenderlo en su travesía por la vida.

Por eso, hay quienes se valen de la política para hacerle creer a ilusos y cándidos que desde el poder les brindará la mayor atención en aras de su bienestar y mejor calidad de vida. Cuando lo que en verdad está tramando, quien así pérfidamente se ha comprometido, es hacer de cada solución un problema que coadyuve a complicar toda situación. De ahí que a mayor confusión, mayor será la posibilidad que tiene ese político de mala calaña de lucrarse en perjuicio del colectivo al cual se debe.

Quizás el carácter secreto de informaciones de Estado, justifique que este género de políticos asuma extrañas posturas de silencio. Sobre todo, ante la necesidad de descifrar problemas que, por oscuros o encubiertos, se convirtieron en sórdidas paradojas. Posiblemente, fue la razón de funcionarios del gobierno venezolano para desacatar la exigencia que, constitucionalmente, hace el Poder Legislativo para así estructurar la visión que debe hacer de la gestión gubernamental. Más, cuando ha estado presente la necesidad de valorar la pertinencia, a los fines de aprobarla o no, de lo que ha sido la declaratoria de Emergencia Económica contraída por la Presidencia de la República. Aunque a juicio del vicepresidente, “hay materias que no pueden dilucidarse públicamente, porque son materia de Estado que requieren seriedad”. Sin embargo, tales argumentos  dejan ver serias contradicciones que ni siquiera la Constitución refiere.

Así que después de haber conocido el comportamiento de quienes anteriormente se arrogaron la autoridad de la Asamblea Nacional, no es difícil inferir su temor a ser interpelados públicamente. Y es que haber dado cuenta del desastre al cual arrastraron al país en tan corto tiempo, no debe ser cómodo ni sencillo aceptarlo. Menos, reconocerlo. Por mucha valentía revolucionaria que hayan dicho tener. La negativa  sancionada por el Parlamento sobre el decreto de Emergencia Económica, hace pensar que en lo sucesivo habrá que enfrentar la crisis con instrumentos que sólo la macroeconomía dispone a los efectos de recobrar niveles saludables de desarrollo. Y en el caso específico, de objetivos de desarrollo nacional que fueron desmantelados por precarias políticas desubicadas de las realidades tanto como del espacio político que debían haber ocupado. Todo ello incitado a que se enquistaron perturbaciones no tanto por la ineptitud, como por el miedo que hizo al régimen extraviarse de sus funciones. De ahí que cuando la directiva de la Asamblea insta al alto gobierno a responder interrogantes que vinieron acumulándose en el curso de la crisis provocada por las susodichas causas, la escena parlamentaria se vio desierta por la ausencia de los personajes de marras. ¿O sería por aquello de que “quien algo teme, algo debe”?

“Cuando un gobierno cae en el vicio de hablar en exceso, es porque sus propuestas son huecas. El tránsito por la historia lo hace a ciegas”

Antonio José Monagas

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