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Reflexión sobre Telesur: Al Jazeera, una TV privada de interés público

Al Jazeera («La Isla» en español) nació como un matrimonio mediático anglo-saudí, una joint venture entre la BBC y el programa satelital saudí Orbit. Esta unión duró poco, pues la BBC tuvo el atrevimiento de transmitir un reportaje donde aparecían imágenes de las ejecuciones que tienen lugar en Arabia Saudí, donde existe la pena de muerte. Como un relámpago cayó el afilado alfanje del príncipe Khalid Addullah al Saud, dueño de Orbit TV, sobre la coyunda mediática entre oriente y occidente. En ese año, 1996, el Emir de Qatar, Hamad bin Khalifa al – Tani compró la mayoría de las acciones de la emisora, recogió a los hijos abandonados de este divorcio: periodistas y moderadores que habían quedado desempleados, todos profesionales con experiencia, formados en la BBC e instaló la emisora en Duha . El emir qatarí les otorgó un presupuesto promedio anual de 30 millones de dólares durante 5 años como capital inicial y los planes futuros contemplaban colocar acciones en la bolsa. Pero el progresista Emir le dio a la empresa algo más, tan importante como el dinero mismo: libertad redaccional. Para un canal de noticias, esa libertad significó el primer paso hacia el éxito en el «rating” . Y el que lo dude que mire la posición de Al Jazeera en el rating mundial. Pero esta libertad redaccional implicó sobre todo, un hecho cualitativo, conmocionó a una región donde predominan las monarquías absolutistas y otros regímenes personalistas. Aún hoy, con frecuencia, los gobiernos de la región elevan quejas diplomáticas ante el gobierno en Duha por la “mala conducta” de Al Jazeera. Sin embargo, el hombre fuerte de Qatar no se deja impresionar por los gruñidos de sus vecinos y sigue sin intervenir en la política redaccional de la niña de sus ojos. Así, crece día a día el prestigio de Al Jazeera y el del propio Emir. Ello muestra sólo un pequeño arabesco de la refinada política del mecenas. Pero ésa es otra historia.

En honor a la verdad habría que decir que la emisora no informa críticamente sobre la sociedad qatarí y ello quizás sea el precio que paga «Al Jazeera» para poder seguir trasmitiendo. Sin duda, Qatar tiene aspectos que criticar. Pero… en Qatar no reina el caos ni la polarización política y social, el desempleo no llega al 3%, Qatar tienen uno de los ingresos per cápita más alto del mundo, similar a los países de Europa occidental, los qataris no viven enguerrillados unos contra otros y nadie teme que una potencia extranjera invada el país, lo mate un delincuente o ya difunto la policía le “siembre” un par de pistolas. Por otra parte, funciona la infraestructura, la educación y la salud son excelentes y gratuitas. Y sin embargo, muchos qataris pueden darse el lujo de enviar sus hijos a estudiar “afuera” por cuenta propia o becados por el Estado. Además de una larga lista de otros beneficios sociales. Por supuesto, ante esta situación social el compromiso de los redactores con su financista no resulta muy agobiante desde el punto de vista ético. Y la verdad es que los muchachos de Telesur no tienen tanta suerte como sus colegas de Al Jazeera.

Su apelativo, “La Isla”, define exactamente su situación en la geografía mediática árabe: Al Jazeera es efectivamente una isla de independencia redaccional en un mar de emisoras controladas por los gobiernos.

En las diferentes redacciones de Al Jazeera trabajan periodistas venidos de diferentes naciones, que además profesan distintas religiones, sacados de lo mejor del periodismo árabe, la pluralidad reina en la emisora. Al Jazeera resulta una paradoja de nuestros tiempos: un régimen monárquico, cuyos súbditos viven mejor que los ciudadanos de casi cualquier democracia, alberga en su territorio y financia una TV que practica y predica la tolerancia, la libertad y la modernización de las sociedades.

Pero la pluralidad no se ha quedado dentro de las paredes de la emisora, Al Jazeera ha trasmitido entrevistas de casi todos los implicados en el conflicto que se desarrolla en su región, entre otros, Sadam Hussein y Condoleezza Rice, Osama Bin Laden y Donald Rumsfeld. ¿Por qué los líderes políticos de uno y otro bando conceden sin recelo entrevistas a Al Jazeera? Primero, porque saben que serán oídos en todo el mundo musulmán; y segundo, no dudan que la entrevista será presentada con seriedad profesional, sin vulgares manipulaciones. Y en este punto habría que decir que la buena reputación de la emisora es una bendición para los millones de televidentes que pueden ver y oír a todos los responsables del conflicto que toca profundamente sus corazones, sacar sus propias conclusiones y juzgarlos con conocimiento de causa. Y sin duda, esta capacidad de juicio es de sumo interés público. ¿O no?

Además, Al Jazeera ha contribuido a aumentar la calidad de la TV estatal árabe, se ha convertido en un punto de referencia para la región y para el mundo. Así, en la carrera por el rating las emisoras gubernamentales de la región tratan de presentarse tan confiables, objetivas y profesionales como ella. Sin embargo, el peso del control estatal, hace difícil la tarea. Mientras los comisarios políticos se rompen la cabeza para disfrazar y vender la propaganda gubernamental como información objetiva; los periodistas de Al Jazeera informan libre y profesionalmente y así la inmaculada reputación de la emisora se afianza desde Yemen hasta Casa Blanca, desde Arabia Saudí hasta las montañas de Cachemira y el Hindu Kus, y desde allí por la zona del Cáucaso y el Pequeño Cáucaso hasta Bosnia; para llegar hasta el barrio berlinés de Kreuzberg y más allá, a la mayoría de los hogares musulmanes en casi todo el mundo.

Sólo en Arabia cuenta con 35 millones de televidentes. En Palestina, mientras los palestinos pudientes, una ínfima minoría, compran espectaculares antenas parabólicas; la gran mayoría, los palestinos pobres, la construye con tapas de ollas forradas de papel de aluminio. Pero todos instalan en el techo de sus casas los platos receptores para recibir la imagen de Al Jazeera: su televisora, la que ha mostrado diaria y fielmente la tragedia del palestino de a pié, y con ello, la cruel e imperdonable indiferencia de un mundo sordo, mudo y cómplice.

Para unos, detrás de Al Jazeera está el MOSSAD y la CIA; para otros, Osama bin Laden y Hamás La libertad con que Al Jazeera informa le ha granjeado no sólo admiradores. Por ejemplo, en algunas oportunidades las autoridades de Jordania, Kuwait y Palestina han cerrado las corresponsalías de Al Jazeera; los gobiernos como el de Bahrayn y Arabia Saudí han prohibido temporalmente la entrada de los reporteros a su territorio. Incluso, una vez en Libia se “interrumpió casualmente” el servicio de electricidad en todo el país durante la entrevista de un opositor libio en la polémica emisora. En otra ocasión, una bomba «inteligente» americana, «equivocadamente» destruyó las oficinas de Al Jazzera en Kabul, la única televisora que transmitía desde la capital afgana y mostraba la otra cara de la operación «Enduring Freedom». Para muestra un botón, como se puede ver en estos ejemplos: pocas veces la información objetiva coincide con las intereses de los gobiernos. ¿Y cómo podría ser de otra forma?: los gobiernos se esfuerzan mantenerse en el poder y muchas veces la noticia objetiva pone en evidencia sus fallos, sus inconsecuencias, sus corrupciones; devela la verdad. El que se atreva a afirmar que hay un gobierno en este mundo al que no haya que vigilar, un gobierno perfecto que todo lo sabe y todo lo hace bien, integrado por ideólogos, políticos y burócratas probos y eficientes, es un cínico corrupto o un tonto; o para decirlo moderadamente: desconoce la naturaleza humana y los mecanismos que han regido al mundo bajo todos los sistemas políticos, sin excepción.

En cuanto Al Jazeera, ¡Alá conceda larga vida al Emir y a ella, la perla mediática de Oriente!

En cuanto a Telesur. ¿Será una televisora de interés público? ¿Promocionará la democracia y respetará la objetividad periodística? ¿Será plural en sus contenidos? La selección de los responsables y redactores no fue plural, son idénticos ideológicamente. ¿Entonces, qué cabe esperar?

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