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Régimen tumultuario…

Antonio José Monagas

La tendencia a translucir las desviaciones de un gobierno que, como el venezolano, ha causado el descarrilamiento de una locomotora que impulsa toda una estructura administrativa de la cual depende la movilidad económica y social del país, ha llevado a que se señale como un crudo y mórbido “régimen”. Justamente, ante esta imprecisión o indecisión, vale dedicar estas líneas al hecho de hacer la aclaración que bien corresponde con la diferencia entre régimen y gobierno.

Mediáticamente, se acusa al actual gobierno venezolano de “régimen”. Esto, motivado al sentido despectivo que se le imputa al término en cuestión. Todo, dada la manera venenosa de urdir sobre Venezuela un modelo económico que sólo trajo hambre, miseria, ruina, éxodo, caos, enfermedades y corrupción. Como nunca había vivido el país desde que se consagró como república el 5 de julio de 1811. Asimismo, en lo político, esta situación se caracteriza por el derrumbe de la institucionalidad democrática inducida por las contingencias acuciadas desde el poder central. En lo económico, por la grosera e inusitada inflación acaecida a consecuencia del despilfarro acusado como supuesto gasto gubernamental.

En fin, no es igual decir que a Venezuela la dirige un “gobierno”, que afirmar que la domina un “régimen”. El concepto de “gobierno” destaca la autonomía necesaria para infundirse la capacidad para actuar apegado a principios y valores que exalten el desarrollo económico y social como razón para lograr el bienestar de la población. Mientras que el concepto de “régimen” denota el autoritarismo suficiente para someter la formación de la voluntad política a imagen de un proyecto político idealizado según intereses particulares. Pero además, a solicitud de necesidades confinadas que sólo responden a derechos que no son representativos de las libertades políticas, económicas y sociales del hombre.

Debajo del concepto de “régimen”, contrario a lo que involucra el término “gobierno”, se esconden o disimulan conceptos relacionados con el discurrir político sobre el cual se debate y estructura la vida política de una sociedad. Por consiguiente, la teoría política (convencional o histórica y científicamente argumentada), habla de “régimen político” toda vez que su dinámica está asociada a condiciones que para la ciencia política tienen plena validez. Como, por ejemplo, condiciones relacionadas con situaciones asidas al desempeño regular y ordenado de la lucha por el poder y del ejercicio del poder.

Sin embargo, la dinámica que registra la movilidad política luego de la mitad del siglo XX, dio pié a auscultar lo que el problema del poder es capaz de encubrir. Y en cuyos intersticios, no es difícil encontrar rastros de lo que oculta el despotismo y la demagogia. O dicho con lenguaje politológico, lo que se esconde desde el autoritarismo, el totalitarismo y el populismo.

Y que tiene que ver con el sentido que adquiere el concepto de libertad, cuyo manejo político está supeditado al modo según el cual cada proceso político enfrenta las maneras de concebir, alcanzar y retener el poder. Y que, sin duda, depende de las condiciones sociales y políticas que se arraigan alrededor de la lucha por el poder.

El régimen que tiene secuestrado el poder en Venezuela, con base en la coerción impuesta a través de la violencia ejercida no sólo a través de los factores encargados de la seguridad de la nación, los cuales además desvirtuaron sus funciones en virtud de la desviación en que incurrió el régimen al declararse autoritario, buscó apoyarse en grupos armados civiles sin que ningún ordenamiento jurídico diera lugar a tal aberración.

Este hecho, hizo que el régimen afianzara su estabilidad en el miedo aplicado como recurso político mediante el cual infundió la represión que ha necesitado para asegurar su mantenimiento inconstitucional e ilegítimo en el poder. Por eso, adquiere razón referir el término “tumultuario” por cuanto el régimen afinca sus imposiciones en el carácter ruidoso, estrepitoso, desordenado y revuelto que compromete su estructura y funcionamiento. De ahí que además de ser propio referirse a este modelo de conducción política como “régimen”, cabe terminar su significación aludiéndolo tal cual lo refleja su comportamiento al margen de lo que compromete un “buen gobierno”. Por tanto no cabe duda alguna para decir que se comporta cual burdo, inmoral, indolente, vulgar y embrollado régimen tumultuario

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