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Relámpago furioso

El relámpago puede tener significaciones diversas, como lo fuera en el mundo mesoamericano en las culturas clásicas de la costa del Golfo, en las ruinas del Tajín es omnipresente en todos los relieves en formas de zigzag que señalaban al  relámpago que anuncia al trueno y por tanto las lluvias, entre los aztecas y mayas era un arma de la indumentaria de los los dioses en los codices, y en en el mundo de la mitologia griega era una de las miticas armas de Zeus el jerarca de los dioses, que si algo lo caracteriza era au pasion sexual por las mortales y no acepataba el rechazo, era capaz de convertirse en cisne o toro para poseer a las bellas mortales,  que no solo era propia de dios del Olimpo sino de deversoss dioses excepto del cojo y maltrecho Heracles, el artesano de las armas de los dioses casado paradojicamente con la diosa mas bella de todas Afrodita, y para probar su infedelidad con Martes, el dios de la guerra, creo una malla invisibles en el lecho de frodita, para demostar su infedelidad, y cuando se encontraban en sus apasionadas caricias y penetracion, la invisible trampa los atrapo, como una tele de un aracnido  insectos creador de bellalas telas casi inviisible dee formas circulares y laberinticas. Llamó a todos los dioses para ver esa trampa, al comienzo todos rieron, pero luego vieron a Heracles con temor y empezó a ser respetado. De estas uniones surgieron los héroes en la cultura griega.

Pero en mi familia no tuvo un pasado tan sagrado. Relámpago era el nombre del enorme bulldog , que mi abuela amarraba en la entrada de su puerta, para evitar que mi abuelo se le acercara,pues era famoso por ser de carácter muy fuerte, y sus viajes al exterior, sobre todo al mundo iberico  y Holanda, iba porque  admiraba la cultura española y a sus bellas mujeres, y  sobre todo se deleitaba viendo las obras de Goya, y   la filosofía de Erasmo Rotterdam, pero para doña Amalia esto no tenía sentido y pensaba que iba en búsqueda de apasionadas mujeres, nada mas lejano a la realidad. Aún guardo sus libretas sobre sus reflexiones sobre Erasmo y la obra de Goya, que eran el material base de sus editoriales en El Universal.

Por eso nunca pudo comprender, a mi padre y su marxismo, le decía un ñangara ciego, pues abuelo si había leido a Karl Marx y en Alemán, y sabía que su filosofía era el camino para una dictadura de partido  y su teoría de la plusvalía era un grave error. Y mi padre no tenía argumentos ante tanta verdad. Y cuando fue preso por Vallenilla Lanz Planchart, abuelo no permitió que lo liberaran, junto a Teodoro Petkoff, los trataron bien en la cárcel, pues no los torturaron y abuela todos los días les llevaba comida y ropa..

Pero volvamos a relámpago, quien para mi era una furia desatada tanto con  abuelo como com mi madre, que con razon sentia fuera de sitio entre los aristocráticos Planchart Montemayor, al igual que yo, éramos mexicanos. Llegué a los 7 años a esta paradójica y tortuosa Venezuela, amante de las dictaduras, proveniente de una familia humilde mexicana mantenida por Maria de Jesus Mendoza, viuda, pues al abuelo que ni sabía  el nombre lo fusilaron los Cristeros, uno de los episodios más oscuros de la historia de la iglesia, eran sacerdotes en armas seguidos de feligreses asesinando a más mexicanos revolución. La iglesia y el Vaticano han ido haciendo desaparecer todos los testimonios de este cruel y tenebroso suceso, y cuando Hollywood hizo un film que tergiverso todo, a pesar de que Hollywood es dominada por empresarios judios. Ese dolor lo llevamos los mexicanos en el alma, y sobre todo mamá con sus hermanos, pues al fusilar al abuelo y su hermano tuvo que irse a la capital a pedir ayuda al presidente en ese entonces de México, que se las dio trabajo como profesora de corte, tejido y costura, hacia unos bellos rebozos y todos los hijos fueron internados en buenos colegio y a la abuela se reunió con sus hijos al terminar sus estudios y por eso se explicaba el mal carácter de mi bella madre, era podada en su familia como la venadita, y el único refugio que tenía yo era esconderme era tras relámpago y las enaguas de mi abuela de sus irá correa en mano.

Ambos, Reina Planchart Licea y yo, su hijo Eduardo Planchart Licea, nos sentíamos raptados en ese caserón en Santa Rosalía, con fuentes de agua, más de 12 cuartos y varias sirvientas, en plena avenida Fuerzas Armadas en la casa número 62, al lado del caserón de los Uslar Pietri y por supuesto abuelo tenía chofer, era una canario llamado Miguel, siempre tenía un carro ultimo modelo de la Rambler, de los  sesenta y ochenta, que solo tenía para sus viajes a la Hacienda de San Diego, pues no lo usaba en Caracas para trasladarse a los tribunales y yo era su nieto mayor, el habitual pasajero todos los fines donde de semana, donde me la pasaba montando caballo y asustado achinchorradado por los murciélagos, dormíamos en un viejo caserón donde aun no llegaba la electricidad y todas las noches me la pasaba oyendo cuentos de terror contados por habitantes del pueblo de San Diego, en unos terrenos que el abuelo había regalado a sus peones.  En Caracas tendría el cargo de presidente del Tribunal Supremo de Justicia y en la época de López Contras desempeñó cargos en el congreso y en su trabajo por varias décadas en El Silencio se iba en autobús vestido en Flux y sombrero, así era la Venezuela de los sesenta y setenta en plena democracia. Quien a partir de los dieciséis años sacó provecho al carro era yo, acompañado mi madre para que mellevaran a surfear en la  playa los cocos aún entre semana. Y siempre en la puerta del cuarto de la abuela estaba el can no un cerbero para ahuyentar al abuela con un furia incontenible que estaba volviendo al perro relámpago, en una especie de frontera bélica para entrar a territorios de la abuela, que a su vez era mi refugio a los furia de mi madre, y a la diablilla de Melicia mi prima. Realmente era una gran habitación que en la pared de entrada con un altar con  tenía un cristo de casi dos metros, similar al de la iglesia de Santa Rosalia, esto convertía el cuarto en un santuario, al que yo era uno  de los pocos que tenía acceso, y pasaba gran parte de camino  oyendo como me contaba  la vida de Santa Teresa y de San francisco de Asís, y por supuesto las historias sobre el beato Jose Gregorio Hernandez, abuela me llevaba siempre a su tumba a anicar agua que me hacía tomar diariamente Siempre vestía el mismo traje,pues  tenía varios iguales, con un bello rostros con unos ojos azules, sus vestidos eran  con florecitas blancas estampadas  que provocaba admiración, su regia presencia, siempre con las llaves de la alacena en la cintura colgando era de poca estatura, a diferenciar el  Dr. Antonio Plananchart Hernandez que media casi dos metros, realmente eran una pareja dispareja, el origen de abuelo era de Anzoátegui de Lecheria, su hermano Planchart Lander eran sus primos. Hasta fué limpiador de zapatos para reunir dinero, para graduarse en la UCV de abogado en Caracas. A diferencia de Amalia Montemayor  que era sobrina de Lopez Contreras, y. había heredado   una buena fortuna. Tuvo nueve hijos de los cuales dos  murieron. Parece haber arreglado su matrimonio por razones políticas, y sociales que era lo común  en  la Venezuela de los Techos rojos. De ahí de la presencia del mastín bulldog amarrado a la  entrada de su cuarto, al cual solo me dejaba entrar a mi,  pues eduardito como me llamaba la abuela, era quien le compraba todos los domingos su cuadrito de caballos,  y le hacia sus mandados a la carnicería y siempre me quedaba una muy buena propina, que gastaba comprando suplementos en parte  tenía montañas de ellos. Así nació en parte mi afición a la lectura, de estas variadas desde historias de vidas célebres, leyendas, y aventuras de los héroes de la época. Reinita, mi querida madre, tuvo que pagar las consecuencias de esto pues no podía almorzar o cenar junto a toda la familia, pues regurgisitaba la comida,  y la única  forma de hacerme comer era llevarme a la biblioteca del abuelo mi comida, y para comer Reinita tenía que leerme largas historias, como las mil y  una noche de F. Burton, los relatos de Walter  Scott,etc..eso hizo que mi pasión fuera la lectura. Y era tal era mi afición a los suplementos, que los domingos por la mañana le pedía dinero al abuelo para dejar a los necesitados de la iglesia de Santa Rosalía lo sonsacaba para que me diera un fuerte, y cada suplemento costaba un real, y en lugar de ir a la iglesia me iba a la venta de útiles escolares a la Atlántida,  para luego pasar el tiempo jugando metra en los callejones de Santa Rosalía y luego me escondía en la casa de la familia Chacón, cerca de la esquina de Gobernador. Y luego los trasladaba en mi bulto escolar, al cuarto de la abuela: Amalia Planchart Montemayor…

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