OpiniónOpinión Nacional

Retrato de una catástrofe (III)

Carlos Canache Mata

A causa de la situación hiperinflacionaria en que se encuentra la economía nacional, la mayoría de la población venezolana ha sido condenada por la dictadura militar-civil que encabeza Nicolás Maduro a un forzado voto de pobreza (87% de los hogares y 61,2% en pobreza extrema) y hambre, que equivale a decir a un voto de castidad alimentaria.

Se admite que una economía es hiperinflacionaria cuando la tasa de inflación mensual es igual o superior al 50% (Philip Cagan), o cuando es igual o superior al 100% por tres años consecutivos (International Accounting Standards Board), o cuando alcanza a 500% al año (Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff). Aun cuando desde diciembre de 2015 el Banco Central no informa las tasas de inflación, se sabe que cualquiera de esos tres criterios que se escoja, cataloga a la economía venezolana como hiperinflacionaria.

¿Por qué hemos llegado a la hiperinflación? Básicamente, se debe a los déficits de la gestión pública (más del 12% del PIB el año pasado) que se han financiado con la emisión monetaria sin respaldo por parte del BCV, a lo que se suma el alza creciente de la cotización del dólar en el mercado paralelo. Lo anterior, que ha incrementado la liquidez monetaria frente a una oferta de bienes y servicios muy disminuida (escasez) por la grave contracción de la economía habida durante el período de Maduro, tenía que elevar el alza general de precios a las alturas de la hiperinflación.

Si se pasa de las consideraciones teóricas a la realidad de la vida diaria, el Cendas (de conocida y reconocida autoridad) ha informado que, en marzo de este año, la canasta alimentaria familiar llegó a poco más de 52 millones de bolívares (superó en 38,7% el monto de febrero) y la canasta básica familiar (alimentos más servicios) se trepó a casi 75 millones 500.000 bolívares (un aumento de 43,2% respecto a febrero).

El país no saldrá del foso en que se halla con subidas de efecto fugaz de los salarios mínimos, ni obligando manu militari a comercios y supermercados a bajar los precios, ni quitando tres ceros a la moneda, sino atacando las causas de la hiperinflación. Lo que hay que hacer es lo que dice, en su informe de coyuntura para el primer trimestre enero-marzo de 2018, la Academia Nacional de Ciencias Económicas: “el saneamiento de las cuentas públicas y la corrección de sus déficits, la unificación del tipo de cambio en un mercado de libre concurrencia, el levantamiento de los controles y regulaciones que asfixian a la economía y la instrumentación de programas de compensación temporal a aquellos sectores más vulnerables ante tales cambios”.

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